Más colifa será usted. Por Eugenio Montoro / montoroe@yahoo.es

Leyendo una nota de un conocedor del lenguaje, nos vino de regalo a la mesa una nueva palabra. Según nos explica, la palabra es de uso corriente en Argentina, pero existe consenso en que su origen es italiano. Se trata de “colifa” como apócope de “colifato” que significa loco. En Argentina se usa en forma cariñosa o para bromear y significar que alguien está chiflado.

En el primer plano de estos días se muestran los OVNI. Como toda vaina rara, desde el inmenso interés colectivo que despertó en la década de 1960, los “platillos voladores” son un buen tema de conversación y hasta inspiraron entretenidas novelas y películas como “Encuentros cercanos de tercer tipo”, “Cocoon” y “E.T.”

Hasta ahora, de lo único que podemos estar seguros es que los supuestos extraterrestres son de una timidez extrema pues, a pesar de las muchas observaciones de peroles volando y luces extrañas, no hemos podido establecer con ellos ni siquiera una conversación por WhatsApp. Es sumamente extraño que unos tipos tan avanzados, al menos a cuanto a aeronaves se refiere, se escondan, sin justificación aparente, cual chamo avergonzado. Claro, algunos han declarado haberlos visto de cerca. Uno de los más famosos testigos escribió la novela “Yo visité Ganímedes” en donde nos cuenta de cómo lo secuestraron y, aunque él y su novela son una colifa mayúscula, el libro se vendió bien.

Algunos dicen, y luce creíble, que los OVNI salen cada vez que se desea hacer cambiar la atención. Un poco a lo Goebbels “si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”, así, si el mundo está fastidiado de la corona virus, con unas cuantas fotos de OVNI y de marcianos bailando el chachachá nos distraemos un poco.

El otro asunto actual, de colifa avanzado, es el despertar del régimen en relación a la industria petrolera. Chávez y su amigo Ramírez, convirtieron a PDVSA en una empresa de corazón y acción socialista acercándola al pueblo de una manera impensable para los escuálidos pitiyanquis del pasado.

Así PDVSA añadió a sus oficios varias tareas sociales entre ellas las agrícolas en diversos rubros (hasta una con el poco petrolero nombre de Industrias venezolanas de la yuca INVEYUCA). Inventaron implantar una red para la distribución de víveres (aunque por novatos se les pudrían los pollos). También incluyeron la construcción de viviendas y, algo menos conocido, se empeñaron en la instalación de plantas de etanol como combustible en base a la caña de azúcar. Hay mucho más, pero creo que con esto vale de muestra.

Y, de repente, nuestros colifas rojos, se dieron cuenta que la producción de petróleo ya casi no existía y que (Oh, mal de males), la gasolina había desaparecido del mapa. Prestos como siempre a solucionar las cosas urgentes que pongan en peligro a la revolución, han emprendido una de recuperación acelerada de las refinerías y han desempolvado una propuesta para olvidarse del pajonal socialista del comandante y volver a convertir a PDVSA en la empresa comercial que era.

Con asombro vemos como los colifas rojos proponen salir de todos los asuntos no petroleros que poco antes listamos (allá rodó INVEYUCA), de vender las muchas empresas que no producen, de abrirle las patas en 180 grados al capital privado, de rebajar la regalía y los impuestos y una serie de medidas que solo propondría un odiado capitalista. La verdad es que si yo fuese chavista estaría espantado y aturdido de tantos cambios hacia la derecha sin ni siquiera alguna explicación de consuelo.

Bueno solo hay que desearles suerte, pero no la tienen fácil pues pocos inversionistas importantes estarían viendo a la actual Venezuela como un país donde poner un dólar, no por falta de petróleo o de facilidades, sino por la falta de una parte fundamental en todos los negocios como lo es la confianza. De esto, el régimen no tiene nada que ofrecer. Se necesitan muchos años para construir una buena reputación y cinco minutos para destruirla, así que después de 20 años de destrucción lo que quedan son las cenizas.

La garantía de ética empresarial, como requisito moderno para la inversión, ha crecido tanto que hasta la musculosa China va a pagar, y mucho, su inmoral y sospechoso manejo de la pandemia. Centenares de empresas (ya Japón lo dijo), a pesar de tener excelentes instalaciones operativas en ese territorio, se mudarán y saldrán de China por la falta de confianza. Si esto es así con el gigante asiático, no es difícil imaginarnos la respuesta que recibirán nuestros truhanes locales que además están acusados y perseguidos por las pendejaditas de terrorismo, narcotráfico y otras hierbas.

Están atrapados en la propia madeja que construyeron durante dos décadas. Ya solo hay una vía de solución y es la que se aparten del poder para iniciar la reconstrucción que piden a gritos los ciudadanos.

 

Eugenio Montoro / montoroe@yahoo.es

 

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