Cuando el policía reside en zonas rojas. Por Desireé Parra (@desireeparraf)

Si bien es cierto que en la actualidad el sistema de seguridad ha cambiado y que los delincuentes avanzan a pasos agigantados, es importante tomar en cuenta cuando los policías aseguran que sus vecinos no son de buen proceder. Ahora bien, si el policía generara ganancias en virtud a su oficio, obviamente la situación resultara ser distinta. Y es que la solución no es hacer un corral de ovejas al que fácilmente pudiera llamarse villa o circuito privado “solo para policías”. No, porque no es la idea, ya que resultaría más fácil para la sociedad desadaptada, porque los tendría a todos reunidos y seria como matar tantos pájaros de un solo tiro.

La intención es mejorar y entre las mejoras está el salario y están los beneficios que pudiera tener un funcionario a la hora de hacer una solicitud habitacional, donde pudiera tener opciones favorables para él y su grupo familiar. El policía como ciudadano debe tener excelentes oportunidades, cambiar su entorno de vida, de manera que ellos puedan sentir que primeramente su familia está segura, mientras ellos le brindan seguridad a la ciudadanía. Evitándose el viejo estigma de que la necesidad muchas veces te conduce al camino de la delincuencia apartando totalmente los valores éticos y morales. ¿Acaso nuestros héroes de calle, merecen una mejor calidad de vida? ¡Totalmente! Solo faltaría manejar partidas para lograrlo, otorgar créditos de manera que puedan tener la oportunidad de salir de un lugar, para buscar crecer en otro, poder ofrecer un status social que generaría tranquilidad y armonía laboral. 

Para nadie es un secreto que la mayoría de la población policial reside en áreas y barriadas consideradas zonas rojas, donde mayormente circula la delincuencia con la que se enfrentan a diario y con las que en ocasiones se asocian para sobrevivir, sabiendo que las opciones son escasas porque su familia es primero y que muchas veces el policía se juega la piel antes de intervenir, porque igual son seres humanos que sienten temor de ser sorprendidos por el hampa al regresar a sus casas, o cuando se montan en un carro por puesto con su uniforme en un maletín, sin saber si de igual manera se monta un malandro y se da cuenta. El policía también sufre la cotidianidad de la situación, también se preocupa, también siente miedo, aunque el uniforme inspire o simplemente obligue a mantener valentía. Ningún policía merece un salario indigno y mucho menos arriesgar su vida por un salario mínimo al que debe deducir gastos de mantenimiento de las unidades porque de lo contrario no saldría a trabajar.

Son cada día más los funcionarios policiales que salen de las filas por no arriesgar más de lo que generalmente ganan y por no tener implementos laborales óptimos que le permitan garantizar su vida ya que están en desventaja con la delincuencia.

De aquí un llamado a los jefes que toman decisiones, recordándoles con mucho respeto que la razón de ser de tener al toro agarrado por los cachos, es la seguridad. Que un país seguro genera confianza, que la confianza genera optimismo y compromiso y un pueblo optimista y comprometido es trabajador y luchador, que un policía preparado y equipado genera millones de garantías a la sociedad siempre y cuando este se sienta seguro y bien remunerado. Que el policía simplemente es otro de los seres especiales cuyo propósito es el de servir y proteger.

Dra. Desireé Parra / @desireeparraf

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