REFLEXIONES| La Natividad: ¡Un hecho de vida! Por Luis Acosta

Jesús no dejó nada escrito. Al margen de los primeros textos sobre dichos y testimonios de Jesús, escritos en arameo y destinados más a los judíos que a los gentiles, la tradición literaria cristiana no empezó a florecer hasta que San Pablo escribió sus epístolas a las Iglesias o comunidades cristianas que fundó. Estas epístolas fueron escritas entre el año 50 y el 56.

Pronto se vio que lo que más interesaba era la vida de Jesús. El nacimiento en un humilde portal, su pasión y muerte en la cruz, su resurrección que por la propia doctrina. El relato de las obras y enseñanzas de Jesucristo era lo que constituiría el pilar del cristianismo. Como dijo Jesús: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida”.

Unos 20 años más tarde, en torno al año 70 D.C., se escribió el primero de los 4 evangelios, el de San Marcos, el más breve y que nos muestra a Jesús como un hombre de acción. Hasta finales del siglo I, se compone el evangelio de san mateo que cuenta, mas por extenso, los mismos episodios que San Marcos se limitaba a enumerar. Parece que estuvo escrito para una audiencia judía y vinculaba a Jesús con los antiguos profetas, Reyes y Patriarcas de Israel.

El tercer evangelio en el tiempo, escrito probablemente a principios del siglo II, es el de San Lucas. Es el más extenso y lírico pues contiene numerosos relatos y parábolas. Por último, el evangelio de San Juan escrito entre los años 100 y 125. Se aparta notablemente de los otros tres. El texto de San Juan es menos anecdótico y más filosófico. Incluso enigmático. Jesús explica quién es y por qué vino al mundo. Marcos y Juan empiezan sus relatos siendo Jesús adulto, mientras que Marcos y Lucas se remontan hasta el momento de la natividad. Hacia el año 125, en Éfeso, con el objeto de combatir las primeras herejías que empezaban a florecer al no existir un Corpus aceptado por todas las Iglesias, se adoptó la decisión de tomar los cuatro evangelios como base para el culto y empezó a formarse el canon de las Sagradas Escrituras del cristianismo. Así, hacia finales de la segunda centuria, el cristianismo se había convertido en una reunión de libros como el judaísmo.

Como hemos de observar, los cuatro Evangelios que confirman y conforman la vida y existencia de Jesucristo, fueron narrados por estos evangelistas. Sin embargo, por estas fechas de Navidad e inigualable Año Nuevo para los pueblos cristianos, solo nos ocuparemos de la vida de Jesús. Nacido en Belén de Judea, en una pequeña aldea donde se improvisó un especie de pesebre con la idea de recibir al Nino Jesús. Por cierto, se cuenta que unos mercaderes del Alto Egipto, coincidieron con detectar el nacimiento o natividad de Jesús del cual hablaban las escrituras. Los mercaderes del Egipto, convertidos luego en Los Reyes Magos, se condujeron siguiendo señales del Espíritu Santo llegando con felicidad y alegría al sitio donde había nacido Jesús. Lo acosaron con festejos, regalos, mirra y cantos. Estos magos fueron: Gaspar, Baltasar y Melchor.

Los Herodes, consumidos por la envidia y el goce de los pueblos por la llegada del Mesías, decretaron la muerte de todo niño nacido en la zona de Belén y sus alrededores. La idea era la de perseguir el nacimiento de tan anunciado niño. San José, carpintero discreto y modesto pero hábil e inteligente, y su compañera de fortuna, La Virgen, madre del niño, se escabulleron entre el gentío y la muchedumbre manejada por Herodes II y sus soldados. Pero no dieron con los formatos de huida usados por la Virgen, San José y el Niño, por lo que Herodes no consiguió ni a la una, ni a los otros.

Así nació este hombre virtuoso, trabajador y poderoso. Nació para enseñar a vivir en sociedad. Nació apara darle valor al prójimo. Vino preparado y enviado para lo grande y lo hermoso. Aprendió para desarrollarse entre los pueblos y, con su palabra, penetrar el corazón y la voluntad de los hombres. Nació, también, para una vida santa y pura. Al final dio la vida para sanear al hombre y a la mujer de sus pecados y debilidades. Igual también nació para enaltecer los grandes momentos y hablar con precisión. Fue capaz de lograr mensajes dignos en cada caso y para enseñar a los pobres que ser ricos del alma y del cuerpo no los hace ceder en nada con los abusos. Su madre lo trajo al mundo sin pecar y predicando la nobleza de su amor: “ese es mi hijo amado en quien tengo cifrada todas mis esperanzas”. Así aprendió el hombre a amar, a ser fiel y bondadoso. Por hacer todo lo que hizo, con razón una vez dijo: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida”.

Entonces, no es viveza sino reconocimiento el apoyarnos en Dios y su doctrina para pedirle que vierta su poder sobre Venezuela para que la saque de este lío que luce sin solución ni concordia. Todos necesitamos se corte ese nudo gordiano, pues, entonces, este es el hombre que puede hacer felices a todos en todas las navidades.

¡Felicidades!

Luis Acosta

 

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