José Gregorio Hernández cien años después. Por Eneida Valerio Rodríguez

Cuando José  Gregorio Hernández, sufrió el accidente que le costó la vida, aquella fecha, recogía varias coincidencias, que María Matilde Suárez, recoge en la biografía dedicada al venezolano,bien encaminado a los altares. El 29 de junio de 1919 en Caracas, la ciudad que apenas observaba los primeros carros que  arribaban a sus estrechas y empinadas calles, el médico eminente y de estatura mediana, quedó pegado a la muerte.

Corrían las primeras horas de la tarde y el accidente vial, no pudo ser comprendido en su  totalidad por aquella ciudad que demostró hasta agotarse, el afecto por quien además de examinar como paciente al ciudadano, lo alentaba dándole los medicamentos.

Su cabeza fracturada con el golpe en el asfalto de la vía, llamó la atención de los  vecinos. Fernando Bustamante, conductor del Essex Hudson, lo tiró de una sola vez cercenando la esperanza de la medicina a los vecinos que habían depositado en su afán de servicio, la esperanza de curaciones.

Al llegar al hospital, la sangre le corría cómoda desde su cabeza. Solo los zapatos, habían permanecido en su lugar. Los pantalones se habían desgarrado y la camisa soltó la corbata que le oprimía el pecho.

Aquel domingo, de San Pedro y San Pablo, la ciudad giraba en misas matinales que alegraban la capital venezolana que lo vio llegar desde Trujillo para estudiar Bachillerato y Medicina. Venía, pasada la 1 de la tarde de comprar las medicinas a una paciente. El halo del Dr. de los Pobres, como se le apodó, posiblemente, la curó, con el soplo que la historia comenzó desde entonces a descifrar sobre su santidad.

 

Tenía 55 años cuando sin vida ingresó al Hospital Vargas de la Caracas que horas antes, celebraba la buena nueva, del Tratado de Versalles que ponía fin a la guerra. El Tratado, lo reafirmaban las fuerzas aliadas y Alemania. La Primera Guerra  Mundial, asomó su final, igual que su vida.

San Pedro y San Pablo, como festividad del día, siguieron a las oraciones primeras de la mañana que solía recitar frente a la imagen de san José,cercana de su mecedora y contigua a sucorazón. San José, esperanza de los enfermos, tal,reza sus alabanzas,es también el protector de la iglesia, que hoy en la venezolana,celebra la aprobación médica de la junta, que en el Vaticano revisó,el presunto milagroatribuido para la beatificación.

Desde 1949 la introdujo Mons. Lucas Guillermo Castillo. Llena de dificultades en el tiempo, parece  convertiré en realidad.

Aquelfatídico 29 de junio, también coincidía con su graduación de médico donde se recibió el 29 de junio de 1888.Habían transcurrido 31 años.

Su sepelio, mostró por primera vez el mayor tributo tan lleno de seguidores. El pie del Ávila, estaba pelado.Sus flores, escribe la Dra.Suarez, no fueron suficientes para llevarlas al féretro. Caracas lo lloró sin tapujos y desconsolada en cada hijo, no entendió nunca el hecho.

Las Academias, la Universidad a la que sirvió a través de la ciencia, se abrieron para darle su último adiós. Pedro Elías  Gutiérrez, el del Alma Llanera, nacido en La Guaira en 1870, interpretó una elegía que le compuso. José Gregorio Hernández, comenzaba una nueva etapa en la reverencia a Dios a través del castísimo san José de quien fue fiel devoto.José Gregorio Hernández,traspasaba el umbral para el país que no ha dejado de llamarle santo.

Al cumplirse el pasado año, un centenario de su muerte, la iglesia declaró un año  de especial oración para pedir por su beatificación. Interpuesta por el Cardenal Baltazar Porras, el presunto milagro, sobre una joven de Guárico, la aprobación del mismo,por el Consejo Médico, ha sido recibido el pasado 9 como una noticia con marcado aliento nacional y espiritual.

Enero, también es de coincidencias para las etapas del Venerable.

No podemos mezclar la espiritualidad, el dominio de la ciencia y la visión filosófica de José Gregorio Hernández. Separaba  cada una, pero entendió no obstante, que la perfección de Dios estaba en la ciencia como expresión de la bondad divina.

Nació el 26 de octubre de 1864 en Isnotú, cuyo entorno escarpado con verdes atardeceresestáplantado de higueras, fresas y morasrecibe al peregrino con una imponente escultura de la famosa Marisol, fallecida hace años en Nueva York. Casualmente, en esa ciudad, el eminente trujillano, se retrató en su más conocida gráfica. Vestido de negro.

Fue el primer hijo de Benigno HernándezManzaneada y Josefa Antonia Cisneros, quienes migraron temprano a Caracas.

Luego, de recibirse como médico, fundala Cátedra de Medicina Experimental. Lo hizo al regreso de Francia, dondeestudiócon una beca otorgada en reconocimiento a su rendimiento académico. También, fundó para la Universidad de Caracas, las  cátedras de Histología Normal y Patológica y Fisiología Experimental. Sirvió a la docencia por 28 años, hasta el día antes de su muerte.

Su causa de beatificaciónha sido muy larga, pero es un asidero de fe para los venezolanos y sin dudas, ha servido para desmitificar cuantas impúdicas  acciones  lo han pretendido confundir con prácticas inconvenientes.

Es coincidente también el mes de enero para noticias óptimas sobre el proceso seguido hace 71 año.El 16 de enero de 1986 el papa Juan Pablo Segundo,lo declara Venerable. El 9 de enero de 2020, llega la noticia de la aprobación por el Comité de Médicos  de la Causa de los Santos del Vaticano, el presunto milagro a la joven Yaxury Solórzano del estado Guárico, de quien la madre sostiene que el Venerable le dijo; “No te preocupes que  todo saldría bien”.

 

Eneida Valerio Rodríguez

 

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