Salvadoreña lleva un año en iglesia cerca de la Casa Blanca

Yoga. Meditación. Inglés.

Son algunas de las destrezas que Rosa Gutiérrez López ha adquirido desde que el 10 de diciembre de 2018 se convirtiera en la primera inmigrante sin permiso de residencia en refugiarse dentro de una institución religiosa del área de Washington DC.

La salvadoreña comparte periódicamente su experiencia con miembros de congregaciones interesadas en ofrecer santuario, y se siente más tranquila desde que sus tres hijos nacidos en Estados Unidos se mudaron con ella a la iglesia Cedar Lane Unitarian Universalist, ubicada a 14 kilómetros (9 millas) de la Casa Blanca.

Pero aún con el sosiego que ha logrado en su refugio, Gutiérrez batalla con la idea de estar confinada en un campus de 28.000 metros cuadrados. Algunos ven su caso como ejemplo de un sistema cruel que castiga innecesariamente a inmigrantes sin antecedentes criminales, mientras que las autoridades migratorias y otros sectores sostienen que quien ingresa al país sin autorización debe lidiar con las consecuencias.

“Salimos a veces hasta media hora a caminar. Pero nunca a la calle. Eso está prohibido para mí”, dijo Gutiérrez a The Associated Press durante una entrevista reciente. También está deseosa de sacarse el grillete electrónico de 150 gramos que los agentes del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) le colocaron hace dos años en su tobillo izquierdo.

Aunque Gutiérrez es legalmente una fugitiva que puede ser arrestada en cualquier momento, el ICE suele considerar las iglesias como “lugares sensibles” y generalmente no persigue a las personas que se encuentren en su interior.

“Yo tengo fe que indefinidamente no me voy a quedar aquí. Yo sé que Dios me va a escuchar mis oraciones y un día ellos van a cambiar de parecer”, indicó.

Hasta el momento el ICE se ha negado a admitir una solicitud para anular la orden de deportación vigente, a menos que ella la presente personalmente.

Una portavoz de la agencia de inmigración dijo a la AP que a Gutiérrez “se le ha otorgado el debido proceso en las cortes migratorias de nuestro país y se le dio la opción de marcharse voluntariamente, pero rehusó hacerlo. Ella es actualmente una prófuga migratoria, sobre quien pesa una orden final de deportación”.

“Es un dilema y allí es donde nos quedamos trabados”, dijo la abogada de Gutiérrez, Jasmin Tohidi. “No le recomiendo que salga del santuario porque todos sabemos qué quieren hacer (las autoridades) si ella sale”.

Hay antecedentes. Un mexicano que estuvo refugiado casi un año en una iglesia de Carolina de Norte fue deportado en 2018 después de que salir del templo para solicitar un permiso para permanecer en Estados Unidos y poder mantener a su hijo y a su esposa enferma.

Gutiérrez asegura que el gobierno de Donald Trump necesita entender que los migrantes van a Estados Unidos a trabajar honradamente y a mantener a sus familias, dejando atrás violencia y pobreza.

“Oro para que el presidente Trump cambie de opinión”, aseveró.

Gutiérrez decidió refugiarse tras recibir una orden de deportación vinculada a su ingreso no autorizado a Texas en 2005. Ella no quiere separarse de sus tres hijos, especialmente del menor, que tiene siete años y síndrome de Down.

El reverendo Abhi Janamanchi, ministro principal de Cedar Lane, dijo que su congregación está comprometida a albergar a Gutiérrez y sus hijos mientras ella lo necesite.

Cerca de 150 voluntarios se turnan para acompañarla, comprar víveres en el supermercado y atender las necesidades de los tres niños en sus escuelas. Ella practica yoga y meditación, canta en el coro y, gracias a sus lecciones diarias de inglés, puede entender casi todo lo que escucha en la radio y la televisión.

“Ha sido maravilloso tener la oportunidad de ser un santuario para doña Rosa”, dijo Janamanchi. “Siento que hemos crecido mucho con ella, aprendiendo cómo relacionarnos, y hemos comprendido mejor qué significa ser un santuario y cómo ejercer la hospitalidad”.

Gutiérrez piensa consultar a su médico sobre sus planes de iniciar una huelga de hambre para captar la atención de los políticos.

Omar Pérez, coordinador de la DMV Sanctuary Congregation Network, dijo que la red de congregaciones del área de Washington DC que apoya a inmigrantes temerosos de ser detenidos o deportados, ha recibido seis solicitudes de santuario desde que ayudó a Gutiérrez hace un año.

Pero actualmente solo tienen a otros dos inmigrantes más en santuario, en Charlottesville y en Richmond, Virginia.

“Rosa ha pasado de ser alguien que de manera desesperada buscaba un último recurso para no ser deportada, a ser una persona que está activamente ayudándonos a organizar apoyo a personas que están en situación similar”, dijo Pérez.

Richard Morales, director de La Red, una campaña por los derechos de los migrantes de Faith in Action, dijo que la cantidad de inmigrantes refugiados en instituciones religiosas en todo el país se ha mantenido en unos 50 durante el último año.

“Nada ha cambiado. Estamos en el mismo sitio de hace un año”, indicó.

Gutiérrez dijo que suele llorar cuando oye noticias de niños separados de sus padres por agentes migratorios en la frontera. Pero ha sido capaz de hallar sosiego conviviendo con sus hijos y cocinando. Ahora planea elaborar pan con pollo, un plato tradicional navideño en su país.

“Me han recibido con mucho amor y como parte de una familia en esta iglesia”, señaló.

AP

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