Venezolanos venden sus posesiones para poder irse del país

Después de decidir que era el momento de abandonar su país devastado por la crisis, Yenika Calderón extendió todas sus posesiones en una mesa de un mercado de segunda mano en la capital venezolana con la esperanza de sacar suficiente dinero para ofrecerle a su joven familia una nueva vida lejos de ahí, en España.

En los últimos años, millones de venezolanos han emprendido travesías similares y muchos de quienes los piensan seguir ponen sus esperanzas en los mercados callejeros que surgen en Caracas.

Desde hace varias semanas Calderón, de 41 años, va al mercado todos los domingos, regateando con clientes por los precios de sus bolsos favoritos y la ropa de su bebé. Por dentro, contiene las emociones y se obliga a enfocarse en lo que una nueva vida hará para Gael, su hijo de 10 meses, diagnosticado con síndrome de Down.

“(Quiero) ir al súper y comprar la mejor leche para mi hijo”, dijo Calderón “Aquí tengo que hacer demasiado dinero para comprarle una buena leche”.

Algunos de los mercados de segunda mano brotan los domingos o se organizan a través de redes sociales. Los vendedores sacan dinero vendiendo posesiones personales como ropa o artículos del hogar para pagar por una nueva vida en el extranjero.

El más grande es Garaje del Sol, a donde cientos de compradores van cada domingo en busca de artículos a precios de ganga. Los clientes son recibidos toda la tarde con música a todo volumen y puestos de comida.

Un estimado de 4,5 millones de personas se han ido de Venezuela desde el 2015 a causa de la hiperinflación, servicios deficientes, la inseguridad y la división política en un país que alguna vez fue de los más ricos de Latinoamérica gracias a sus vastas reservas de petróleo. Se especula que el éxodo pronto podría superar los 5,6 millones de personas que, desde el 2011, han dejado Siria, devastada por el conflicto.

La mayoría de los venezolanos van a países cercanos en Latinoamérica y el Caribe, según Naciones Unidas. Colombia tiene la mayor cantidad, un estimado de 1,4 millones, mientras que cientos de miles más se han ido a Perú, Chile, Ecuador y Brasil.

Calderón dijo que no fue una decisión fácil vender todas sus pertenencias y desarraigar a su familia. Hasta hace poco, había sobrevivido con las escasas ganancias de su pequeño negocio vendiendo ropa hecha en Venezuela en un centro comercial y un exitoso mercado al aire libre.

Pero cuando los trabajadores textiles se unieron al éxodo, tuvo que volver a importar ropa. Fue una batalla perdida. Con la inflación en constante ebullición en pleno colapso económico, sus ventas cayeron al grado de que tuvo que cerrar sus tiendas.

“Me quedé, como decir, en el aire”, dijo.

En un buen día gana 50 dólares en el mercado de pulgas, pero Calderón se negó a decir cuánto dinero ha ahorrado, aunque reconoció que no suficiente para pagar el viaje planeado de su familia a España el próximo año, siguiendo a sus familiares.

En un mercado callejero similar del otro lado de la ciudad, Fátima De Asençao, maestra y madre de dos hijos, vendió las sillas de auto de sus hijos, una fuente de chocolate y juguetes viejos.

“Es una forma de generar un ingreso para irnos del país”, dijo De Asençao, quien también planea irse a España con su familia.

Leticia Guerra, quien dirige un mercado al aire libre, dijo que hay artículos para todos los presupuestos. Agregó que incluso embajadores extranjeros visitan el mercado, no sólo por lo precios, sino por el ambiente pintoresco. El mercado empezó hace unos tres años, pero las ventas subieron después de un enorme apagón en marzo que dejó a la mayoría de los venezolanos sin electricidad o comunicación durante varios días.

La gente puede rentar un puesto por el equivalente a menos de 4 dólares al día. Guerra dijo que las personas llegan de todas partes de Caracas y pueblos cercanos para vender y comprar.

Muchos vendedores han rentado puestos durante mucho tiempo para vender sus artículos de segunda, pero están siendo superados en cantidad por las personas que sacan sus posesiones en la desesperación por irse del país. Los vendedores dicen que hay días buenos y malos, pero nunca se van a casa con las manos vacías.

Durante 20 años Francisco Zerpa dirigió un pequeño negocio en Caracas para vender artículos del hogar nuevos como neveras, batidoras y utensilios de cocina. Durante la crisis en el país, lo convirtió en una tienda de consignación para vender los artículos valiosos de las personas que se preparan para emigrar.

Zerpa dijo que sus amigos lo ridiculizaron por convertir su negocio diciendo que no podría competir con las grandes tiendas que venden productos nuevos. Sin embargo, les demostró lo contrario, dijo Zerpa, señalando que la crisis ha forzado a que muchas de esas grandes tiendas cierren.

Su negocio ha despegado por los infortunios de quienes emigran, pero también porque quienes se quedan no pueden comprar productos nuevos.

“Antes podíamos comprarnos un microondas, una nevera”, dijo. “Ahora todo está muy difícil. Los importadores no existen o existen poquitos”.

Calderón, quien sueña con una mejor vida con su esposo e hijo, dijo que la crisis de Venezuela acabó con su sueño de algún día comprar una casa y amueblarla con los artículos preciados que ha recopilado a lo largo de los años.

Ahora se ve obligada a ponerle un precio a cada uno de esos recuerdos.

“Me da nostalgia porque aquí hay cosas que moldearon mi vida”, dijo. “Uno no puede aferrarse a las cosas. Hay que aceptar los cambios y seguir adelante”.

AP

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