Este #8Nov se celebra el día del Gaitero en honor al inmortal Ricardo Aguirre

Este viernes 8 de noviembre los zulianos y los seguidores del género pascuero, en general, conmemoran el cincuentenario de la muerte de «El Monumental de la Gaita», Ricardo Aguirre González, quien además fue docente y locutor.

En este día en el que se conmemora el 50 aniversario de la partida física de «El Monumental» y se celebra a los gaiteros en el Teatro Baralt, a las 10:00 am, iniciará un acto solemne.
A la actividad invitan la Gobernación, el Clez y la Alcaldía de Maracaibo. El orador de orden será Nerio Ríos.

PANORAMA reproduce para la ocasión, en este Día del Gaitero, esta semblanza del cantautor.

«Vino al mundo enmantillado». Así repetía con orgullo Ida Cira González cada vez que algún vecino elogiaba a su hijo Ricardo Aguirre. Tanta visión y fuerza había en esa madre que, sin esperarlo, hizo que esas palabras marcaran al cuarto de sus varones, quien llegó al mundo hace 80 años, y aunque solo vivió tres décadas, sigue siendo el gaitero más importante del país.

Sin poses, ni divismos. Sencillo, carismático, culto, colaborador, alegre y dueño de un vozarrón lo recuerdan en la familia, la querida “dinastía Aguirre”; y quienes lo conocieron y oyeron cantar.

Dentro y fuera del Zulia lo llaman “El Monumental de la Gaita”, como lo bautizara el abogado Octavio Urdaneta. “Era la figura más destacada del género. Jugaba con su timbre de voz, tanto con los bajos como con los agudos y a mí me pareció aquello excepcional. Era, en síntesis, un monumento de hombre, un artista”, describía Urdaneta para el libro Ricardo Aguirre, El Monumental, escrito por Miguel Ordóñez.

Ricardo José Aguirre González, el de los lentes de pasta, era un hombre que irradiaba magnetismo y liderazgo, coinciden quienes lo vieron cantar en enlosaos, patios y otros escenarios gaiteros.

—“Tienes un porvenir bastante promisorio. Vas a ser un hombre muy famoso, pero vas a terminar tu carrera temprano y habrá mucha gente cantando contigo”.

Las palabras de una gitana del circo que en los años 50 visitó Ricardo, cuando estudiaba en Rubio, golpeaba como un eco la memoria de Ida Cira, su madre. A ella, le causaba inquietud esa ‘premonición’. A su hijo le daba risa recordar aquel encuentro con la pitonisa de la colorida carpa.

Ida Cira sobrevivió a su hijo 22 años. Lo trajo al mundo a las 6:00 am del 9 de mayo de 1939. Con la ayuda de una comadrona, parió a su cuarto niño. “Nació en mi casa. Vino enmantillado”, comentaba. Tuvo seis hijos más: Luis Esteban, Alfonso, Jesús Ángel, Rixio, Renato y Alves. La matrona fue un roble para el trabajo y fuente inagotable de consejos para la familia. Luis Ángel Aguirre, trabajador portuario, se separó de ella cuando nació Alves.

Los Aguirre González vivían en la barriada Santa Lucía, al fondo del edificio Hermanos Gómez Castro.

Las primeras letras las aprendió Ricardo en una “escuelita paga”, situada en la calle Aurora, entre Carabobo y Padilla. Desde los 4 años supo de letras y números bajo la guía de Mariíta Pulgar, quien cobraba, cada semana, dos bolívares por alumno. A esa edad, era ya conversador, aunque sustituía la c por la t.

De la ‘escuelita’ pasó al plantel Clemente Urdaneta, en Santa Lucía; más tarde entró a la “Padre Delgado”. El movimiento Scout llamó su atención y llegó a la categoría lobato. Jugó voleibol.

Según el gaitero y cronista, Miguel Ordóñez, Ida Cira —soñando con un futuro mejor para Ricardo y motivada por un anuncio de prensa del Ministerio de Educación— envió una carta solicitando la inscripción de su hijo para que se formara como maestro en la Escuela Normal Gervasio Rubio, de Táchira.

En 1951, recibe respuesta positiva y Ricardo, ya de 12 años, se fue a Rubio. Allá le nació la pasión gaitera. Su primer tema, dicen, lo dedicó a aquella escuela.

Con su madre se ‘carteaba’ mucho. Sinsabores y triunfos eran descritos en esas misivas. En 1956 le escribió que iba bien en los estudios y confiesa que las ciencias sociales no le gustan.

Esta es la gaita del día/ Del año sesenta y cinco /Tanto el pobre como el rico/ La cantan con alegría /verso: Y a cantar y a gozar/ Les digo en el estribillo/ Con este golpe sencillo/ La gaita va a continuar (Gaita del 65).

“La voz de Ricardo no ha podido ser superada ”, sostenía hace unas décadas el compositor Eurípides Romero, amigo de versos y parrandas.

Vamos a todos a cantar / esta gaitica zuliana / vamos a darle con ganas / no la dejemos enfriar / porque esto nos va a durar hasta por la mañanita (La sandunguera)

¿Cómo no iba a gustarle la música?¿la gaita, si lo heredó?
Sus abuelas Hermelinda González y Dolores Aguirre cantaban valses, tangos y boleros. Renato Aguirre, hermano de “El Monumental”, recuerda: “Nuestro abuelo paterno, Pancho Landaeta, cantaba en retretas empedraeras. Mamá y papá amaban la música. Todos los tíos eran cuatristas. En los patios del sector La Múcura, en la barriada Santa Lucía, y de Las Veritas se oían valses, bambucos, danzas, contradanzas”.

Continúa: “En el vientre de mi madre escuchábamos las fiestas, las gaitas, los tambores, el cuatro”.

Difícil era que la vena artística no brotara. “Soy gaitero por herencia/ porque mamá fue gaitera/ y papá fue de primera/cantando era una eminencia”.

A los 19 años, Ricardo Aguirre egresó como maestro normalista en Rubio.

Trabajó dos años en el plantel Rafael Urdaneta, de Bachaquero. Ya en Maracaibo dio clases en la escuela Monseñor Francisco Antonio Granadillo. Además, impartió clases en el Colegio Panamericano.

Como docente propició la República Escolar. “Hacía de cada aula un Estado y por ello en los salones había presidente, gobernadores, ministros, diputados y concejales. Se realizaban comicios, en diciembre, y se abría hasta la campaña electoral”.

A su labor de maestro le sumó su trabajo en la radio. Con su certificado de locutor comercial, número 3.247, entró a la emisora La Voz de la Fe, a conducir un espacio de corte romántico, los domingos, de 9:00 a 11:00 de la noche.

Con aquel vozarrón cautivó a las mujeres y atrapó, de manera especial, a una en particular… a la “oyente de incógnito”. Esta, Teresita Suárez, también maestra, poco tiempo después, se convirtió en su esposa. Se casaron en agosto de 1962 y fueron los padres de Ricardo, Yaneth, Jorge y Gisela Aguirre Suárez.

“Yo llamaba a la radio para que me complacieran con canciones y poemas. Nunca le dije mi nombre al locutor y él comenzó a llamarme ‘La oyente de incógnito”.

“Aguirre (así lo llamó siempre Teresita) era estricto en las aulas y aún así, en media clase echaba un chiste… había que ver cómo lograba captar rápidamente la atención de los alumnos”, evoca.

“Cuando a él lo enviaron al colegio Granadillo, escuché una conversación del director Ramón León con otro hombre. La voz me pareció familiar y me dije… ‘Esa es la del locutor’. Me las ingenié para entrar a la dirección. Lo hice y me lo presentaron: ‘Maestra Suárez, conozca al nuevo colega, Ricardo Aguirre”.

El director me pidió que le enseñara la escuela y durante el recorrido me dijo: ‘La voz suya me resulta familiar’. Le contesté: ‘Y la suya también”… Ambos quedaron al descubierto.

“Me lo imaginaba buenmozo, doble, alto y cuando lo veo… ¡bueno, me gustó el negrito!”, decía.

“Cuando me casé con él, Aguirre comía arroz, plátano y bistec. Nada de ensaladas, ni sopas. Conmigo se acostumbró a comer de todo. Durante el matrimonio aumentó 20 kilos. Le gustaba el plátano madurito, el revuelto de pollo o de gallina, el atún, pero el de lata, y, cuando lo comía, tomaba vino”.

Amó a sus hijos. “Aguirre fue muy creativo. Una vez les hizo un monopolio marabino. Él compró el cartón y diseñó las plazas Bolívar y Urdaneta; la Catedral, el ferry, la Basílica, la Gobernación y el Concejo Municipal”.

Al mundo gaitero, Ricardo Aguirre entró profesionalmente con el conjunto Los Sabrosos. Pasó a Cardenales (al que llamó Cardenales del Éxito) y a Saladillo. Tocó cuatro, compuso temas y grabó más de 65.

En su voz brilló la gaita protesta. Un pueblo noble /Y creyente fe reclama /Y entristece la penumbra /En su dolor /Casi se esconde de su sol /Como apenado, por el olvido / En que se encuentra su región (Gaita Maracaibo marginada).

“La política tiene su mano metida en todo”, se quejaba Teresita en entrevista con PANORAMA. “Estábamos en Copei y con la gaita Imploración (de Marcial Valbuena) él cantó: Virgen de Chiquinquirá/ve bien lo que están haciendo/ nos están entreteniendo, con que mañana será/ y Venezuela en verdad/de hambre se está muriendo”.

“Gobernaba AD. Yo había dado a luz a Yaneth y se me extraviaron los permisos médicos. Me botaron del colegio por ‘abandono de cargo’. Después fueron contra Ricardo. Quedó sin empleo. Consiguió trabajo en la Escuela de la Policía, donde estuvo seis meses sin cobrar”.

En esos momentos duros, le plantean que renuncie a Copei y componga una gaita a AD para volver a trabajar. Dijo: ¡No! “Había sido adeco y se decepcionó del partido cuando estuvo en la COL”.

“Laboró en una farmacia y hasta pintó casas para conseguir dinero”. Volvió a contar con empleo cuando ganó Caldera y lo designaron supervisor del distrito escolar Maracaibo, pero decidió ir como coordinador a Mara y Páez.

“Estoy por bañarme con cariaquito morao. Figurate, que al jeep que me dieron se le abrió la capota cuando venía de El Moján. No me maté de pura suerte”, confió al diario Crítica, días antes del accidente que segó su vida hace 50 años.

El sábado 8 de noviembre de 1969, la noticia sobre su trágico deceso sorprendió a Maracaibo. Chocó en el sector Las Veritas. Había llovido en la madrugada y había faltado al toque en Radio Popular. Douglas Soto (ya fallecido) decía que Ricardo se quedó dormido frente al volante.

La despedida al ídolo gaitero fue multitudinaria. Hubo duelo regional. La gaita La grey zuliana fue en sí misma un himmo para el adiós.

“Ricardo sigue generando el mismo cariño y respeto. Gracias a él, las gaitas se extendieron por el país”, consideró, hace tiempo, el compositor William Atencio.

Aquellas palabras de la gitana… ¿se cumplieron?  Quizá, el propio Ricardo tampoco las olvidó.

Llegó a escribir en agosto de 1960 el poema:“Viví como viven las velas/ lloré como los cirios/ lágrimas hervidas/ blancas…derretidas/ y entre estímulos grises/ desvanecí mi cuerpo/ Creo que tengo/ mi ventura extinta/ ya fui como las velas”.

Fue y seguirá siendo “El Monumental”. Ya lo manifestaba “Mamaota” Rodríguez: “Que ese 8 de noviembre/ no lo olvide el que es gaitero/ ya que en él murió el primero/ que hubo de enero a diciembre” .

Panorama

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