Un facción indígena quería tumbar a Lenín Moreno y espera el retorno de Rafael Correa, revela Lourdes Tibán

Si de verdad venezolanos y cubanos se infiltraron entre indígenas en las protestas violentas en Quito, como aduce el Gobierno, ¿cómo lo hicieron sin que las bases se dieran cuenta?

La respuesta de Lourdes Tibán, exasambleísta de Pachakutik, el brazo político de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), resultó reveladora. Hay una facción indígena que sí quería la caída del gobierno de Lenín Moreno y espera el retorno de Rafael Correa.

“Desde el miércoles en la calle Montúfar y en la Guayaquil (centro histórico de Quito) había gente con acento extranjero, pero también había gente de la Fenocín, no todos, pero era gente de Pedro de la Cruz”, reveló Tibán ayer en diálogo con radio City.

A ese grupo ella señala como parte de las personas que actuaron con violencia. “Me decían cállate vendida, ya vas a ver que Correa va a volver. Les dije: volverá pero a la cárcel y casi me dan con un palo”.

Este Diario intentó comunicarse con el exasambleísta del movimiento de Correa y hoy parlamentario andino, pero su celular estaba apagado.

Pero no fue el único grupo indígena violento, según contó Tibán. El jueves ella volvió a sentir hostigamiento en su entorno. Esta vez el escenario era el ágora de la Casa de la Cultura, donde se concentró el movimiento indígena para velar el cadáver de Inocencio Tucumbi, un líder indígena de Cotopaxi que había fallecido supuestamente en los enfrentamientos con la Policía Nacional.

Allí, mientras el presidente de la Conaie, Jaime Vargas, decía: Señores de la Policía Nacional, ¡únanse al pueblo, no cumplan esas órdenes de ese traidor, mentiroso, que se ha unido con Lasso y Nebot. A las Fuerzas Armadas, quítenle el apoyo….”, en referencia al presidente Moreno, Tibán veía la ejecución de un plan que en las bases no se había discutido. “El movimiento indígena salió a las calles a tumbar un decreto, no al Gobierno”, contó.

El Gobierno demoró. No declaró la derogatoria del Decreto 883 y permitió que toda esta demora abone para que el correísmo vaya tomando más fuerza. A esta altura (el sábado) la movilización no está bajo el control del movimiento indígena, está bajo el control del correísmo”. Salvador quishpe, exprefecto de Zamora Chinchipe

Dentro de la Casa de la Cultura, dijo, empezaron a seguirla, a insultarla, a reclamarle porque no gritaba “fuera, Moreno” y le tomaban fotos.

“En eso habla una señora Ulcuango, que es de las filas de la Alianza Indígena, que la formó Correa, así como preparó los CDR (Comités de Defensa de la Revolución) para controlar por barrios y sectores con gente militarmente armada, no nos olvidemos, y esa gente toma el micrófono para decir que no hay que dialogar y hay que tomarse Carondelet”.

Al comprender que la situación estaba fuera de control, la dirigente se acercó al presidente de la Conaie para pedirle que se abra al diálogo.

“Conversamos con varios dirigentes de las provincias y les dije: señores, aquí no va a haber derogatoria del decreto (883) sin diálogo, así que vamos a impulsar el diálogo”.

Para nosotros el diálogo era el camino (para salir de la crisis), pero para la turba infiltrada en el movimiento indígena el objetivo era la caída de Lenín Moreno, eso el país lo tiene que saber. El movimiento indígena salió a tumbar un decreto, no al Gobierno”. Lourdes tibán, exlegisladora de Pachakutik.

Contó que más tarde, Salvador Quishpe, su esposo Raúl Ilaquiche y otras personas más, por delegación de la Conaie, elaboraron un documento y se lo dieron a las Naciones Unidas que intermediaría en los diálogos, “pero inmediatamente salen las fichas de los correístas diciendo: ‘miren, la comisión política (de la Conaie) vendida acaba de pedir el diálogo a Lenín’. O sea, por todo lado los correístas trataron de joder el diálogo diciendo: ‘estos son los vendidos’”.

Así fue como se generaron las versiones contradictorias sobre un posible diálogo entre el Gobierno y la Conaie.

Antes de la velación, había ira. Los indígenas retuvieron a diez policías y a un grupo de periodistas. Y la salida de Tibán no fue fácil, tuvo que escapar por una puerta trasera, en el carro del prefecto de Cotopaxi hacia su provincia, camuflada con la gorra y chompa del guardaespaldas de dicha autoridad provincial. (I)

El Comercio

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