El báquiro y el jobo. Por Eugenio Montoro

Hay poca duda que nos acercamos al final de esta novela que, por haber sido larga y dramática, los capítulos finales también lo serán, pero el inicio de un nuevo período democrático es ya muy claro.

Los indicios abundan, Putin dice que la salida debe ser electoral, el primer ministro italiano finalmente deja de reconocer a Maduro como presidente, se planifica una reunión en Barbados para un acuerdo de una transición, se acepta una pronta nueva elección de presidente, se anuncia la aprobación del TIAR como mecanismo para una eventual opción bélica, la presión internacional sigue en aumento y los ruidos de sable no cesan.

El olor a cambio hace mover a los inversionistas, la banca y contratistas internacionales. Las oportunidades de negocio en un País destruido, pero con potencial son inmensas. Abundan las reuniones y los preparativos para la recuperación que burbujean en todas las especialidades y regiones. El cambio de rumbo no solo lo desea ahora la oposición al régimen, sino que, hasta los mismos jerarcas rojos, en silencio, cruzan los dedos para que termine este drama político, económico y social en que, ya ni importa cómo, caímos y hay que resolver.

El País está tan mal y tan atrapado por el delito en todos sus estratos conocidos que pareciera se requiere una limpieza mayor. Un lavado de delincuentes que incluya a guerrilleros, paramilitares, invasores cubanos, rusos, turcos, iraníes, colectivos armados, grupos terroristas internacionales y una red de narcotráfico bien establecida.

Lo retador del asunto es que los que pueden ejercer legalmente la fuerza para poner orden en la casa, están involucrados en una extensión que nadie conoce por lo que simplemente cambiar a los mandones no será suficiente y el cáncer de la corrupción continuaría funcionado. Añádase a esto, que también decenas de empresas han participado en esta fiesta bruja del mayor robo realizado a nación alguna.

Por estos días nos tropezamos con un refrán criollo que dice “Báquiro no tumba jobo porque no mira pa´rriba, pero lo come en el suelo, que es la misma lavativa”. Es posible que esto sea un buen sentido de dirección para nuestro caso. Podemos desear muchas cosas buenas para la Patria, pero lo cierto es que, nuestra condición actual, al igual que el báquiro, nos limitará en el actuar como se debe.

Adaptarnos a lo que realmente podemos hacer y comer el jobo en el suelo, es la única opción por ahora. Tratar de mantenerse en posturas firmes y rígidas, atadas a los más altos y perfectos ideales podría resultar en la decepción del mono que queremos toque el piano. Nosotros tenemos decenas de limitaciones y virtudes que nos hacen únicos y con ellas es que debemos construir. No se trata de renunciar a nuestros ideales, pero primero hay que aceptar la realidad y dificultad de nuestro entorno, la curiosa moral que tenemos y trabajar con eso.

Casi todos, me incluyo, nos sentimos poseedores de soluciones y opiniones buenísimas sobre lo que se debe hacer, pero muchas veces olvidamos nuestras propias limitaciones de báquiros salvajes. Aceptarnos sin complejos como imperfectos puede ayudarnos a obtener la sabiduría necesaria para lograr una inmensa tolerancia en esta etapa que viene.

Nuestras ganas de que todo se solucione enseguida y bien, pero no conseguirlo puede resultar en una enorme frustración colectiva. Actualmente somos como una esponja seca, sedientos de la refrescante humedad que otorgan las soluciones a los problemas, pero estas no vendrán en regadera sino en gotero.

Necesitamos aceptar nuestras limitaciones y comer los jobos, pero nunca dejar el empeño en buscar cómo hacerlo mejor.

 

Eugenio Montoro / montoroe@yahoo.es

 

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