La escasez golpea a Cuba y aumenta temor de una nueva crisis

Poco después de las ocho de la mañana Pura Castell se puso en la fila detrás de un centenar de personas que deseaban comprar pollo congelado. Esperó dos horas apoyada en su bastón para obtener las cinco libras que vendían por cliente en el mercado cubano, pero el producto se agotó cuando todavía tenía una veintena de compradores por delante.

Castell, de 80 años, regresó a la misma carnicería al día siguiente sólo para enterarse de que no tenían nueva mercadería. Afortunadamente una vecina le informó que la ración mensual de su “libreta” -la canasta que el Estado distribuye a bajos precios- había llegado a la bodega y la anciana pudo irse a casa con tres muslos.

“He trabajado toda la vida”, dijo a The Associated Press Castell, quien crio sola a sus seis hijos en esta pequeña localidad a 20 kilómetros de La Habana. “Estoy toda desbaratada (enferma) pero soy la Pura y camino Bauta entera”.

Después de dos décadas de relativa estabilidad financiera sostenida por el petróleo venezolano a precios preferenciales, la escasez intermitente de alimentos y medicamentos se ha convertido en un grave problema para millones de cubanos. Además de la crisis en el país sudamericano, el fin de un contrato con Brasil por servicios médicos y el bajo rendimiento de las exportaciones dejaron al gobierno con una deuda a proveedores por unos 1.500 millones de dólares, explicó el exministro de Economía José Luis Rodríguez.

A lo largo y ancho del país las tiendas ya no almacenan huevos, harina, pollo, aceite, leche en polvo o picadillo, entre otros productos, que desaparecen por semanas de los anaqueles.

Nadie se muere de hambre en Cuba, pero la escasez es lo suficientemente grave como para que los líderes del país recordaran el Periodo Especial, la crisis económica ocasionada por el colapso de la Unión Soviética en los años 90 con su secuela de desabastecimiento y apagones de 12 horas.

“No se trata de regresar a la fase aguda del Periodo Especial”, dijo recientemente el expresidente y actual primer secretario del Partido Comunista de Cuba, Raúl Castro. “Pero tenemos que estar preparados para la peor variante”.

La semana pasada su sucesor, el mandatario Miguel Díaz-Canel, dijo que era necesario “establecer prioridades bien claras y definidas para no regresar a los difíciles momentos del Período Especial”.

La política hacia la isla de la administración del presidente Donald Trump también ahonda la crisis. Recientemente Washington sancionó a la industria petrolera y a compañías navieras venezolanas que trasladan petróleo a Cuba y el miércoles informó que permitirá demandas contra compañías que hacen negocios con propiedades confiscadas a estadounidenses después de la revolución de 1959, lo que busca golpear a la inversión extranjera, vital para la nación caribeña.

El asesor de Seguridad John Bolton anunció la víspera que se limitarán aún más los viajes de estadounidenses a la isla y que se restringirá el envío de remesas de los cubanos a sus familiares, estimadas en unos 3.000 millones de dólares anuales por el Departamento de Estado.

Durante décadas, la política de Estados Unidos hacia la isla estuvo dirigida a combatir el Estado socialista creando un colapso económico y un levantamiento popular. La meta de Washington ha cambiado ligeramente desde la Guerra Fría, según un alto funcionario de la administración de Trump.

El funcionario, que no estaba autorizado a hablar públicamente sobre la política estadounidense para Cuba, dijo que la ayuda de los soviéticos y los venezolanos permitió al gobierno cubano subvertir a los gobiernos aliados de Estados Unidos en el hemisferio occidental y otras partes del mundo. Durante la Guerra Fría, Cuba entrenó guerrilleros y envió soldados y espías a países como Angola y El Salvador. Hoy, según el funcionario, Cuba está realizando esfuerzos similares en Venezuela y Nicaragua, aunque el gobierno de La Habana lo niega y Estados Unidos ha proporcionado pocas pruebas.

Durante el Período Especial, añadió, Cuba no participaba en ninguna de estas actividades porque no podía pagarlas. “Vamos a asegurarnos de que no puedan pagar aventuras subsidiadas… En un momento extraordinariamente vulnerable de su historia tendrán que volver a concentrarse en las necesidades domésticas”.

A pesar de algunas reformas orientadas a abrir un pequeño marco para la iniciativa privada durante el gobierno de Raúl Castro, Cuba es uno de los últimos países del mundo que mantiene una economía centralizada con una amplia mayoría de los negocios dirigidos por el Estado.

Cuba suele enorgullecerse de sus éxitos en materia social como su salud y educación gratuitas o la seguridad pública en sus calles, pero el Estado es ineficiente y muchos empleados estatales cobran pequeños sobornos por prestar servicios o desvían recursos de sus dependencias para venderlos por afuera.

A pesar de su fuerza laboral altamente calificada, la industria sufre falta de inversión y el país produce ron, tabaco y servicios de poco valor en el mercado global.

Por su parte, el sector agrícola no logra satisfacer la demanda interna, por lo que la isla compra al extranjero unos 5.000 millones de dólares anuales en alimentos y combustible, dijo el ministro de Economía, Alejandro Gil Fernández. Y aunque bajo los acuerdos que Castro estableció para rehabilitar la solvencia crediticia de Cuba el país logró un alto porcentaje de condonación de su deuda externa, igualmente paga unos 2.000 millones de dólares anuales a sus acreedores del Club de París.

Al mismo tiempo las tiendas estatales que ofrecen pocos artículos enfrentan la competencia de vendedores particulares que viajan y traen equipajes llenos de productos de Panamá, México, Haití o incluso Rusia.

Piezas para automóviles, ropa, electrodomésticos, artículos de belleza e higiene y medicamentos llegan por esa vía que también surte a los nacientes empresarios a los cuales el gobierno cubano no les brinda estatus de pequeñas empresas ni les proporciona un mercado mayorista.

Según el economista Omar Everleny Pérez, por lo menos otros 2.000 millones de dólares se fugaron del país por esta suerte de importación informal.

La falta de dinero también agudiza las carencias en las tiendas estatales. La administradora de la carnicería donde Castell esperó por el pollo necesitaba al menos 80 cajas para satisfacer la demanda ese día y sólo le llegaron 40.

En la percepción de la población todo contribuye a recordar el fantasma del Periodo Especial.

“Fue muy crudo, apagón, déficit total de alimentos, es verdad que no quisiera volver a pasar por eso”, dijo con tono preocupado Ariadne Medina, de 47 años, empleada en una cafetería y quien hizo la misma cola de Castell.

Personas consultadas por AP en La Habana, que tiene dos millones de habitantes, señalaron que también faltaron de manera intermitente sal, arroz, jabones y detergentes, leche en polvo, mantequilla, papel sanitario y papas, entre otros productos.

Pero expertos y autoridades coinciden en que pese a los temores de la población la crisis encontrará una Cuba diferente a la de los años 90 en parte gracias a la limitada iniciativa privada, la diversificación del empleo y los cambios migratorios en la isla -que flexibilizó las salidas de sus nacionales- y que generaron mayor cantidad de remesas, sobre todo de Estados Unidos.

Además, pese a las dificultades, el sector del turismo atrajo a 4,8 millones de visitantes el año pasado.

“Creo que hoy a pesar de los disgustos por la escasez de ciertos productos, una parte significativa de la población tiene una situación económica diferente a los años iniciales del Periodo Especial”, expresó el economista Pérez. “El nuevo gobierno intenta frenar el deterioro existente, pero la tarea es dura”.

AP

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