La crisis eléctrica favorece a Maduro y perjudica a Guaidó. Por Luis Orozco (@LForzko)

Bastará con decir que si bien no creo en ninguna teoría conspirativa, la tragedia eléctrica que sufre el país también cuenta con un frío cálculo político.

Y es que más allá de que la corrupción e ineficiencia sean las razones detrás de los dramáticos apagones, es increíble que este desastre ocurra en semejante coyuntura política. Especialmente cuando todos estos días sin luz han demostrado que el desespero popular desemboca en maneras de reclamo, más en el lado de Juan Guaidó que en el de Nicolás Maduro.

Se trata de la más oscura de las paradojas: la dictadura socialista no sufre ningún tipo de consecuencia que ponga en peligro la poca estabilidad que aún mantiene, ya que a fin de cuentas lo único que la sostiene en el poder son las armas y la represión.

Es decir, la caída de la popularidad y el descontento de la gente son dos peligros que no tienen por qué afectar a quien  desde hace tiempo se aferra al Palacio de Miraflores matando, torturando, persiguiendo, y censurando.

De hecho, ni siquiera la posibilidad de una explosión social puede considerarse como una amenaza real, no solo porque el chavismo desde hace años controla con los colectivos armados todos los frentes en los que dicho fenómeno podría estallar. No, es aquí donde también entra en juego la triste pasividad que el venezolano ha exhibido en la era del chavismo. Pasividad que se manifiesta en cómo todas las líneas rojas que dividen la paciencia o cobardía de la explosión social se han cruzado una y otra vez.

Y  lo más lamentable es que este es un hecho tan indiscutible que se torna grotesco y risible cuando recordamos las causas del Caracazo y las comparamos con la infinidad de situaciones aún más deleznables que se han sufrido en dos décadas de revolución bolivariana.

Este complejo escenario es el que explica cómo la crisis eléctrica que vive el país a la final perjudica muchísimo más a Guaidó que a Maduro. Y todo tiene que ver tanto con el hecho de que de Maduro no se espera nada como con la figura salvadora de Guaidó y su aparente intención de pedir una intervención extranjera a través del artículo 187.

Tomando en cuenta que en el imaginario colectivo una intervención militar sería tan rápida y eficaz como la de Panamá (muchos analistas coinciden en este análisis,) la mayoría de la gente pide impacientemente que Guaidó solicite a la comunidad internacional esta invasión. Y es precisamente la más que justificada impaciencia del venezolano el mayor problema en este contexto, ya que una intervención solo ocurrirá una vez se gasten todas las vías no armadas.

En pocas palabras, la solución que la mayoría del país pide  gritos no ocurrirá de la noche a la mañana, por lo que se habrá de tener mucha paciencia en la espera. Una espera que se hará insoportable cada día que pase en medio de los apagones, lo cual desembocará en mayor presión para Guaidó y el alto riesgo de que a nivel interno pueda perder apoyo y eventualmente ocurra otra fractura dentro de las filas que el comanda actualmente.

Lamentablemente, la explosión social solo podrá existir en forma de un profundo malestar  en el que gran parte de la población culpará a Guaidó por no haber hecho nada.

Es este el cálculo político que Maduro hace de la crisis eléctrica. Una hecatombe sin precedentes que lejos de perjudicarlo, solo direccionará el descontento hacia Guaidó y acentuará la división que existe dentro de la oposición. La división entre quienes piden que se llame a una intervención y aquellos que piensan que Maduro saldrá por vías pacíficas.

Por supuesto, nada de esto quiere decir que los pasos que ha tomado Guaidó hasta los momentos estén errados. Sin embargo, el gran inconveniente se reduce al hecho de que una vez creadas las expectativas de que esto puede terminar más temprano que tarde, la gente no tendrá reparos en exigir la mayor inmediatez. Y la verdad es que no se puede pedir menos luego de tantas tragedias y tantos descontentos con otros políticos opositores.

De hecho, es imposible pedir calma y racionalidad en un momento de tantas calamidades. Sobre todo cuando el momento del desenlace final resulta impredecible.

El problema, es que mientras pasen los días y Guaidó siga sin activar el artículo 187, el malestar no hará más que crecer.

La estrategia de Maduro es la misma de siempre: aprovechar todos los contextos para dividir y desestabilizar internamente a la oposición. La vieja y efectiva estrategia del divide and rule.

La estrategia que siempre le ha funcionado, gracias en gran medida a la existencia de figuras colaboracionistas que aún sobran en la oposición.

Sí, a Maduro le conviene que la crisis eléctrica continúe y se mantenga por el mayor tiempo posible. Que el pueblo sufra lo indecible.  Que Venezuela se convierta en un nuevo Holodomor.

Al fin y al cabo, a quien el país buscará para pedir que se haga algo lo antes posible es a Guaidó. Y en este contexto las luchas internas estallarían en busca de soluciones que puedan mantener los ánimos y no perder el apoyo popular. En este contexto la prisa puede hacer que se cometan errores y se tomen acciones equivocadas de las que Maduro pueda aprovecharse.

Y así comprar más tiempo y hacer que este punto muerto se extienda.

Al menos hasta que aparezca un azar favorable que le ayude a mantenerse un rato más en el poder para eventualmente hallar la más propicia y cómoda de las salidas.

 

Luis Orozco / @LForzko

 

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