El comunismo como recuerdo. Por Eugenio Montoro

Existe poca duda de que el comunismo pasará pronto al baúl de los recuerdos. Allí se encontrará con los druidas, los arcónticos, los ebionitas, los illuminati, el fascismo y otros innumerables grupos que lo antecedieron y que apostaban a ser la solución para el buen vivir. Primero pasará a ser tema de tertulias donde aún tendrá algunos encendidos defensores, hasta que se vuelva aburrido.

Ya quedan muy pocos países que lo mantienen. Cuba y Corea del Norte que solo pueden exhibir ejércitos numerosos y mucha miseria en sus ciudades o esta nueva modalidad del toripollo de China y Vietnam con economía capitalista.

El comunismo siempre ha sido una idea muy fácil de vender pues todos estamos de acuerdo en buscar un mundo donde no existan las diferencias y todos seamos felices. Donde hombres y mujeres generosos ayudan a los otros, en una especie de paraíso terrenal donde vale la pena vivir. Pero lo cierto es que no funciona a pesar de que se hicieron enormes esfuerzos para implantarlo tanto en la Unión Soviética como en China. Una razón es la que comentamos de seguida.

Casi todos los fenómenos que llamamos naturales responden a leyes. Por supuesto no son leyes que decreta un parlamento, sino que las llamamos así pues describen lo que usualmente sucede. Por ejemplo, la “ley de la gravedad” indica que todos los cuerpos en el vacío caen con una aceleración constante. Las leyes de Mendel nos ayudan a entender la trasmisión de caracteres de padres a sus descendientes y las leyes de Maxwell nos ayudan a calcular asuntos de electricidad.

Los humanos estamos insertos en ese mundo de “leyes” y la mayoría de nuestras creaciones, aunque son las que nos diferencian de los animales, también las llevan a cuestas.

La economía es tan antigua como el ser humano y debe haberse iniciado cuando a alguien se le ocurrió intercambiar un trozo de carne por algunas panelas de miel que tenía el otro o hacer una oferta de un morrocoy gordo por el cuero de un mamut. Como todas las cosas la economía se fue ampliando y complicando, pero sigue teniendo sus leyes sencillas metidas en el alma y en la esencia de la actividad.

Muchas declaraciones por obvias ni siquiera son llamadas “leyes” pero son reglas que deben cumplirse para que se active una acción económica. Por ejemplo, nadie realiza una actividad económica que lo perjudique. Nadie, en sano juicio, vende algo por debajo de lo que le costó. Entre dos cosas iguales las personas elegirán la más barata. La producción debe estar en sintonía con la demanda o el precio fluctuará y mucho.

Cuando alguien trata de ir en contra de estas reglas casi naturales viene el desastre. Pues bien, en nuestro parecer el comunismo usualmente fracasa por que desmejora la calidad de vida de los habitantes y esa desmejora se produce porque su doctrina no respeta las reglas naturales de la economía. Los comunistas creen que si decretan una baja en los precios de los productos todos estaremos contentos, pero con ello rompen una de las reglas económicas. El productor deja entonces de producir y el producto desaparece. Tal vez entonces alguien lo consigue de contrabando y lo vende a precios hasta mayores que antes. Al repetir esto muchas veces, la economía se desordena hasta que hace fracasar al comunismo.

Así de simple, así de duro, como si fuesen unas leyes naturales. Si chocas con tu carro a alta velocidad posiblemente morirás, no importa quien seas, no importa cuanto tengas. La ley natural destruye al carro y se aprisiona y golpea sin miramientos. Maneja mal la economía y esta se morderá en el cuello con sus dientes de acero hasta dejarte sin aliento.

 

Eugenio Montoro / montoroe@yahoo.es

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