Los iraníes, temerosos ante los efectos de las nuevas sanciones de EEUU

Heidar Fekri lleva vendiendo equipos industriales en su pequeña tienda de un bazar de Teherán desde antes de la revolución, pero es la primera vez en sus 70 años de vida en que no está seguro de que vaya a poder sobrevivir.

“Mis estantes están vacíos, mis almacenes están vacíos y pronto voy a tener que cerrar.Esto ha sido toda mi vida.No sobreviviré mucho más después de cerrar las puertas”, asegura.

La economía iraní ya tenía muchos problemas antes de que el presidente estadounidense, Donald Trump, decidiera en mayo abandonar el acuerdo nuclear de 2015 y reimponer unas sanciones “devastadoras”.

Pero esta decisión agravó la caída de la divisa iraní, que sufrió un descenso de 70% el año pasado, y provocó un éxodo de las empresas extranjeras.

La anticipación al regreso del embargo al petróleo –previsto el lunes– ya sumió al país en recesión y el año que viene provocará una caída de 3,6% de la economía iraní, según el Fondo Monetario Internacional.

Para Fekri, quien estuvo trayendo surtidoras y taladros de Europa durante 47 años, la incertidumbre se traduce en que lleva un año sin importar nada.

“Las ventas cayeron 90% respecto a hace seis meses.Todo el bazar está sufriendo”, contó a la AFP.

Casi todos los productos en Irán, desde las medicinas hasta las piezas de repuesto de las aeronaves, están ligados a la cadena mundial de suministro, por lo que la caída de la divisa y el nuevo aislamiento amenazan a cada recodo de la sociedad.

El gobierno se vio forzado a proporcionar cestas de alimentos a alrededor de la mitad de los hogares a medida que la inflación se disparaba.

“Acoso”

Para la clase media el peor golpe, quizás, es el psicológico ya que se evapora el estallido de esperanza que llegó con el acuerdo nuclear de 2015.

“Nadie sabe lo que quieren realmente los estadounidenses.Hicimos todo lo que querían y no fue suficiente.Parece acoso”, considera Sam Cordier, presidente de PGt Advertising, que representa en Teherán a clientes internacionales, como British Airways y Nestlé.

Washington dice que las sanciones buscan reducir la “desestabilizadora” actividad de Irán en Oriente Medio, pero para muchos es un intento de detonar una revolución.

“No es justo que los estadounidenses inciten a la violencia.Si esto continúa, todos los empresarios profesionales que tienen algo que compartir a través del conocimiento y la inversión se irán”, advierte Cordier.

Él se vio obligado a despedir a seis de sus 30 empleados y a reducir sus salarios a medida que sus clientes abandonaban el país.

“Cuando se lo decía, lloraba cada 10 minutos.Estas son las personas que resultan heridas.Muchas personas jóvenes y educadas se van del país.Hay una fuga de cerebros masiva”, cuenta.

“Generación quemada”

Hay mucho odio hacia el gobierno de Trump, pero una sorprendente cantidad de iraníes culpan a su propio Ejecutivo por no protegerlos mejor.

“Sí, Estados Unidos está haciendo cosas malas, pero velan por sus intereses.Si nuestro Estado hubiera velado por los intereses de Irán, no tendríamos la situación que tenemos ahora”, considera Erfan Yusufi, de 30 años, dueño de una cafetería a la que le cuesta hacer frente al alza de los precios y a la caída de la demanda.

Los líderes iraníes mantienen una complicada actitud, al mostrarse desafiantes respecto a la presión estadounidense al tiempo que reconocen el daño económico que está sufriendo el país.

“Todos nosotros entendemos que la gente está sufriendo”, dijo el presidente iraní, Hasan Rohani, la semana pasada ante el Parlamento.”No podemos decirle a nuestra gente que debido a la presión estadounidense no podemos hacer nada.No es una respuesta aceptable”.

Rohani culpó a los medio extranjeros de “llenar la mente de la gente con propaganda falsa” sobre el alza de los precios, aunque el propio banco central de Irán indicó que el precio de los alimentos se incrementó 46,5% entre enero y septiembre.

Hay pocas muestras de que los iraníes quieran otra revolución, sobre todo porque una parte importante de ellos todavía apoyan firmemente la última.

Muchos otros temen la violencia, al estar intimidados por las fuerzas de seguridad o no querer obedecer las órdenes de un poder extranjero.

Más bien hay resignación entre los jóvenes, que a menudo hablan de sí mismos como la “generación quemada” por habérseles negado la oportunidad de desarrollar todo su potencial.

“Me preocupa el futuro”, reconoce Yusufi.”Nuestra generación empieza cada día sin saber qué será de nosotros”, concluy fatalista.

AFP

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