De la institucionalidad económica. Por Luis Barragán (@LuisBarraganJ)

Literalmente, con el gigantesco realero petrolero del siglo XXI, no supo jamás qué hacer el socialismo, excepto robarlo. Imposible de ocultar, cuenta con una desdichada historia bancaria que para los pelos de punta al más desavisado.

 

Al contramilagro de quebrar a la otrora potencia petrolera, celebra otro: el hacerlo con la banca propia y ajena, llevándose por el medio una institucionalidad que costó construir y soportó cualesquiera circunstancias del XX. Empero, en el presente siglo, monopolizando infinitamente las divisas,  bajo un celoso control cambiario, ha demolido dos experiencias importantes.

 

Bastará con revisar a Luis Ricardo Dávila y “El Estado y las instituciones en Venezuela (1936-1945)” (Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1988), para imponernos de la también difícil creación del Banco Central y del Banco Industrial de Venezuela. Ambos pasaron por una extraordinaria polémica parlamentaria, con todo que pesaba una dura hipoteca política sobre el Congreso, generando y soportando la fuerte o fortísima reacción de los sectores privados de la economía, afectados por las medidas.

 

Hoy, el desmontaje de ambas instituciones económicas cuenta con el pretendido silenciamiento del parlamento, sometido a un increíble absurdo, como el tal desacato, y de esos sectores de la Venezuela desindustrializada y cada vez más rentista, aunque el petróleo ya no da para más.  El socialismo feudal, apenas, permite las operaciones electrónicas, siendo el trueque, vulgarmente el trueque, uno de sus más caros ideales.

 

No tiene nombre lo que ha ocurrido con la banca y, particularmente, con el Industrial y el Central, por muy constitucionalizado que éste sea. Además, les importa poco la vigencia de la Carta de 1999, pues, seguramente la constitución cubana en ciernes, deparará muchas sorpresas en la materia.

 

DC / Luis Barragán / Diputado de la AN / @LuisBarraganJ

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