Todo o nada para los Cavs ante unos Warriors en alerta

Por mucho que acabara en 51+8+8 y que Steve Kerr (que fue campeón con Michael Jordan) asegure que está jugando a un nivel “al que nadie habrá visto a otro jugador jamás”, no todo gira en torno a LeBron James a las puertas del segundo partido de estas Finales 2018. Por el fallo de JR Smith, por la polémica arbitral, porque Draymond Green y Tristan Thompson alargaron ante los micrófonos su enganchón en la pista, por los problemas físicos de los Warriors… Y porque, seguramente, nadie duda de que él puede seguir jugando al mismo nivel casi sobrehumano. Después de dejar una de las mejores actuaciones de su vida, y de ver cómo la victoria se le escapaba de forma casi incomprensible (“una de las derrotas más dura de mi carrera”), conviene echar mano de la estadística de LeBron James en estos playoffs en partidos que siguen a derrotas de los Cavs: 39,7 puntos, 9,8 rebotes, 8,7 asistencias y 59% en tiros de campo.

El problema para los Cavs es que todo lo que no se acerque a semejante perfección, todo lo que sea sencillamente extraordinario y no históricamente extraordinario, puede no valer en un partido que es un must win para ellos: hay muy pocas formas de imaginarles siendo campeones si salen 2-0 de la Bahía. En 2016 remontaron ese resultado pero hizo falta una conjunción de factores casi imposible de replicar. Uno fundamental, que a LeBron le acompañó una combustión descomunal de Kyrie Irving, que ya no está. En lo que va de tetralogía (2015-2018) el balance en los dos primeros partidos, siempre en Oakland, es de 6-1 para los Warriors. Los Cavs ganaron el segundo en 2015 y hoy tienen que hacer todo lo posible por llegar hasta donde llegaron el jueves… y no despeñarse justo en el último pasito. En sus últimas 33 eliminatorias de playoffs, LeBron ha ganado al menos un partido fuera de su pista en 32. Todas… menos las Finales de 2017. En sus últimos seis partidos en el Oracle Arena está 0-6, todo derrotas desde el séptimo de 2016, el del milagroso triple de Kyrie.

Los Cavaliers pueden aferrarse a que cada pequeña cosa que les podía sonreír desde que acabó el primer partido, lo ha hecho: no ha habido suspensiones ni para Kevin Love ni para Tristan Thompson, en el caso de este último elevando mucho el rasero para una serie que empezó muy, muy caliente y que mañana viajará a Ohio. Andre Iguodala sigue a las puertas pero sin entrar, una situación frustrante que se ha alargado ya cinco partidos, desde el cuarto ante los Rockets. Y Klay Thompson, que evitó una lesión grave por un choque brutal de JR Smith contra su pierna y completó un partido excelente (en el que fue el que más metros recorrió de su equipo), se despertó ayer con un esguince de tobillo que complica su participación. Desde luego, que pueda jugar en condiciones óptimas, aunque lo haga: desde que llegó a la NBA en 2011 procedente de Washington State, solo se ha perdido 21 partidos de Regular Season sobre 558 y ha jugado los 99 posibles de playoffs. Si finalmente no juega o lo hace muy mermado, y si como parece Iguodala (que tanta falta hace ante este LeBron incontenible) retrasa a Cleveland (como mínimo) su vuelta, la oportunidad será extraordinaria para los Cavs. O 1-1, vida y factor cancha… o 2-0 casi, casi definitivo.

Está por ver si los de Tyronn Lue pueden repetir su excelente puesta en escena y si los Warriors volverán a salir al partido igual de rematadamente mal. No se esperan sorpresas pero sí reacciones a los ejes del primer acto. Los Cavs cogieron 19 rebotes de ataque, algo que les permitió tirar 9 veces más, impedir a los Warriors correr y que, pura matemática, le robó 19 posesiones a un equipo que anota más de un punto por posesión en estos playoffs (así que, más de 19 puntos…). Los Warriors difícilmente jugarán un partido tan malo en ese apartado, pero los Cavs pueden hacer el dato sostenible si piensan en que Kevin Love y Tristan Thompson solo acumularon cuatro (ocho entre LeBron y un sorprendente Larry Nance). Love falló muchos triples (1/8) en posiciones óptimas, y los cambios para que LeBron ataque directamente a Stephen Curry no funcionaron tan bien como se podía esperar pero sí fueron la mejor baza de los Cavs en las últimas posesiones del tiempo reglamentario. El emparejamiento, como mínimo, hace sudar a Curry y pueden meterle en problemas de faltas. Así que los Cavs saben a qué aferrarse porque, en definitiva, casi todas las fórmulas acaban en LeBron.

Los Warriors, por su parte, han recibido el obvio aviso de ese primer partido que les llegó menos de 72 horas después del tremendo séptimo de Houston. Han pasado de pensar en la vuelta de Iguodala a temer la ausencia de Thompson, así que tienen todos los motivos para jugar en alerta roja desde el salto inicial: desde que comenzó la final del Oeste, han llegado por detrás al descanso en cuatro de los ocho partidos. El rebote y la defensa (irreconocible durante muchos tramos) son campos obvios de mejora, pero seguramente la clave esté en un Kevin Durant que jugó un partido totalmente anticlimático (muchos fallos, poca intensidad) el jueves y que volvió a parecer en muchas fases desconectado del flujo natural del juego. Una versión óptima del MVP de 2017 acabaría con la mayoría de las cuentas.

Son muchísimas las variables que apuntan a que la igualdad del primer partido no fue un espejismo y otras tantas las que señalan la dirección contraria. En un sentido u otro, este partido es un cruce de caminos para estas Finales, que mañana se irán a Cleveland hirviendo o muy cerca ya del bolsillo de los Warriors. Y todo eso sin contar con la reacción de JR Smith, el reto emocional de Green y Tristan Thompson o la lupa con la que se evaluará la actuación arbitral. Han sido casi tres días de una tremenda intensidad, la verdadera puesta en escena de unas Finales de las que muchos esperaban poco y que, paradójicamente, revivieron en el primer partido a pesar de que se salió con el esperado 1-0. Pero pasaron tantas cosas que se cuentan los segundos para saber cuáles fueron reales y cuáles un espejismo. Hoy tendremos respuestas. Muchas.

 

DC / As

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