Llegó la perrera. Por Noel Álvarez (@alvareznv)

En los últimos meses, la crisis económica y social ha hecho metástasis en Venezuela, debido a ello el sistema de transporte superficial prácticamente ha desaparecido, en su lugar se viene abriendo paso, un abominable mecanismo de transporte, coloquialmente llamado “La Perrera”. De mi época de labriego, en los llanos de Trujillo, recuerdo  dos elementos que recibían ese mismo remoquete El primero era utilizado para calificar a las camionetas en que se transportaban los policías por los distintos pueblos del estado y el segundo era un rudimentario medio de transporte utilizado para transportar animales de un lugar a otro.

 

La Recluta fue un mecanismo que utilizó el gobierno durante años para completar su contingente militar. Todo venezolano mayor de 18 años que no tuviera su inscripción militar, era calificado como “Renuente” y como tal, perseguido y capturado, incluso dentro de su casa. Una vez atrapado, el Renuente era trasladado por la policía municipal en una camioneta Pick-Up. El vehículo tenía una cabina cerrada con rejas por los lados. Por estas particularidades, la camioneta era conocida como: La Perrera. Con el paso del tiempo, metonímicamente “La Recluta” pasó a ser conocida con este nombre. Ante el desprecio popular y la suspicacia de los jóvenes, los reclutadores empezaron a vestirse de civil y a utilizar camionetas no policiales, a fin de pasar desapercibidos.

 

De esa época recuerdo las furiosas carreras que se pegaban los jóvenes ante la presencia de un carro sospechoso de ser reclutador. Un día a mi pueblo por adopción, El Batatillo, llegó la Recluta, perfectamente camuflada. En la calle principal, agarraron un joven a quien nosotros, amistosamente, llamábamos “el tuerto Asunción”. El tuerto ni siquiera se inmutó ante los agentes de la ley y enseguida les argumentó, que él, no era apto para el ejército porque le faltaba un ojo. Uno de los policías lo increpó duramente ¿Por qué usted no corrió al vernos? Asunción le respondió: ¡porque yo no sabía que ustedes eran la perrera! Entonces se lo llevaron preso por irrespeto a la autoridad.

 

Mi niñez estuvo plagada de profundas carencias económicas. Los alimentos no abundaban por aquellos lares, y si los había, la estrechez monetaria no permitía su adquisición. Cuando mi papá podía ir a la pesa a comprar un pedacito de carne, mi mama lo salaba y colgaba en un gancho arriba del fogón y desde allí comenzaba a cortarle “chicharroncitos” para repartírnoslos los fines de semana: esos eran nuestros días de fiesta. Debido a nuestras penurias alimentarias, mi abuelo, mi padre y mi hermano mayor, salían a rebuscarse  por las montañas, recolectando frutos y cazando animales silvestres, siempre iban acompañados de un armatoste tirado por burros a cuyas cuestas llevaba las especies recolectadas o a un grupo de perros cazadores. Aquel rudimentario artefacto era conocido como: La Perrera.

 

Con el advenimiento de las perreras, en Venezuela estamos viviendo una época de Realismo Mágico. De un solo tirón nos hemos retrotraído a los inicios del siglo XX. Aterrizamos en reversa en la Venezuela rural, aquella que habíamos dejado atrás cuando el país se urbanizó, tanto así que la ONU nos catalogó en la década de los 60s, como el primer país de Latinoamérica que se incorporaría a las vías del desarrollo. ¡Qué magnífica oportunidad perdida! Cuanta torpeza y mala fe nos han traído estos tiempos revolucionarios. Pero esto nos deja como lección para el futuro, que al contrario de cómo señaló un político venezolano: los pueblos si se equivocan. Quizás no lo hagan por mala fe pero si por desconocimiento. Entonces la deuda no saldada por el sistema democrático venezolano es: ¡la educación del Pueblo!

 

DC / Noel Álvarez / Coordinador Nacional IPP-GENTE / noelalvarez10@gmail.com / @alvareznv

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