Oriente de Colombia colapsa ante la ola migratoria de venezolanos

Agolpados en parques y andenes, centenares de ciudadanos, entre colombianos retornados y venezolanos, forman largas filas a las afueras de las oficinas de giros internacionales de Cúcuta, a la espera de adelantar sus trámites recurrentes.

Esta imagen de represamiento se está repitiendo en varios puntos de la capital de Norte de Santander, donde la demanda de los miles de extranjeros y connacionales, que son arrastrados por la ola migratoria proveniente de Venezuela, excedió la capacidad institucional de entidades y empresas asentadas en esta región del país.

El fenómeno, que se acopló al paisaje cotidiano de los cucuteños, se viene presentando desde los últimos meses debido al ascendente flujo de migrantes que cruzan la frontera entre Colombia y Venezuela a través de los tres pasos fronterizos de este departamento, en busca de alimentos y medicamentos, e incluso, de oportunidades para rehacer sus vidas.

Ante la falta de un aparato institucional que genere rutas de atención hacia esta población flotante, entidades como la Registraduría o la Terminal de Transportes de Cúcuta señalan que la demanda de extranjeros ha rebasado la capacidad de sus instituciones.

Un ejemplo de esto son las cerca de 800 personas que diariamente se agolpan en las oficinas de registros, donde acostumbraban atender a cerca de 200 al día, que acuden allí para solicitar su nacionalidad colombiana.

Una situación similar se presenta a las afueras del puerto terrestre de esta ciudad fronteriza, donde cerca de 250 personas pasan la noche en los andenes y parques, exponiéndose a robos y ofrecimientos por parte de expendedores de droga.

“Es realmente preocupante lo que está sucediendo en la ciudad. Lo que estamos viviendo nosotros, viendo a centenares de venezolanos durmiendo en las calles, ya se ve en cualquier parque, semáforo o andén. Esto demuestra que el problema se ha vuelto inmanejable y que debemos prepararnos para la avalancha que se avecina en diciembre”, indicó Carlos Yáñez Jaimes, jefe de la Oficina de Recaudo del Terminal de Cúcuta.

Según Migración Colombia, en los últimos nueve meses, desde la entrada en vigencia de la nueva Tarjeta de Movilidad Fronteriza, se han reportado un millón de registros entre salidas y entradas de personas originarias del vecino país.

Para organizaciones sociales como La Veeduría de Derechos Humanos ‘Operación Libertad’, el drama de estos migrantes que padecen en el territorio nacional expone los visos de crisis humanitarios, que se perciben en medio de esta problemática, y más aún ante la incapacidad del Estado de responder a las necesidades de esta población.

“El problema de este fenómeno radica en la desinformación y la falta de orientación para estas personas. Hemos percibido que los tumultos de personas se forman porque no saben dónde adelantar sus trámites. Creemos si se hace una buena orientación, estas concentraciones de migrantes se dispersarían rápidamente”, puntualizó Yolanda Olarte, vocera de esta Ong.

Entretanto, la problemática, que afecta directamente la libre circulación de los transeúntes de Cúcuta, será discutida en las próximas semanas en una sesión de la Sala de Crisis, donde la Alcaldía, junto a otras entidades gubernamentales, diseñan estrategias para afrontar las diferentes situaciones humanitarias que se derivan de este fenómeno migratorio.

Por otro lado, el parque García Rovira, ubicado en pleno centro administrativo de Bucaramanga frente a la Alcaldía y a la Gobernación de Santander, se ha convertido en el lugar en el que decenas de venezolanos, hombres de distintas edades, mujeres y niños, pasan sus noches.

Algunos consiguen acomodarse en las bancas, otros recurren a cartones para intentar protegerse del frío y la lluvia de las noches. Otros más privilegiados tienen su propia carpa que sitúan sobre las zonas verdes del parque.

Y es que por su cercanía con ciudades fronterizas como Cúcuta o Arauca, la ciudad de Bucaramanga se ha convertido en punto de llegada de los ciudadanos de ese país que han salido huyendo de la crisis socioeconómica.

El vallenato, ranchera y reguetón son algunos de los géneros con los que despejan y distraen su mente, pero la mayor alegría de la noche es cuando llegan Juan Carlos Grimaldos y Jorge Suárez.

Ellos son residentes de la zona y desde hace algunas semanas llevan comida a los venezolanos que duermen en distintos parques de Bucaramanga.

“Desde hace muchos años venimos en las noches al parque para hablar con amigos. Poco a poco empezamos a ver la llegada de venezolanos y nos nació traerles comida. Lo hacemos por gusto y solidaridad con ellos, hace seis o siete meses empezaron a llegar en forma, sobre todo acá y en el parque de Los Niños”, aseguró Juan Carlos Grimaldos, quien durante el día trabaja como estilista en un negocio cercano.

De acuerdo con datos extraoficiales manejados por el Concejo de Bucaramanga y por la misma comunidad venezolana, hay cerca de 17.000 personas del vecino país en la capital santandereana.

Aunque se reconoce que la mayoría son profesionales y aportan a la economía de la ciudad, otra parte representativa se dedica a la informalidad.

El hecho de no tener una fuente de ingresos constante genera que duerman a la intemperie.

Por lo general suelen llevar entre 60 y 70 platos de comida donde, principalmente, les llevan arroz con pollo o pastas, por ser productos económicos y que rinden en cantidad.

Recientemente, la Alcaldía de Bucaramanga dispuso de baños públicos portátiles en el parque García Rovira para el uso de los venezolanos.

DC | El Tiempo

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