El pensamiento crítico, por Alfonso Hernández Ortiz (@AlfonsoZulia)

Desde que egrese de la universidad, hace ya más de 22 años me he dedicado directa e indirectamente a enseñar, desde mi rol como consultor y profesor universitario asunto que me ha brindado grandes satisfacciones y experiencias positivas como ser humano, sin embargo con el tiempo he reflexionado y entiendo que más que enseñar he tratado de motivar a mis socios de aprendizaje a cultivar y desarrollar el pensamiento crítico.

 

Para tratar este tema me permito citar Ti Van Gelder, defensor de la ciencia cognitiva e investigador sobre el razonamiento e informal y el pensamiento crítico, el autor considera que los seres humanos no somos naturalmente críticos,  vistos desde la filosofía aristotélica “no estamos diseñados para ser tan críticos”, cree que el homo sapiens evolucionó para ser simplemente lógico; según Shermer, somos animales contadores de historias, “nos gusta que las cosas tengan sentido, y el tipo de sentido que comprendemos más fácilmente son patrones simples, familiares o narrativas”. Para Gelder, el pensamiento crítico implica ejercitarnos hábilmente, es tan difícil desarrollarlo como ser fluido en un segundo idioma, su dominio tarda y lleva tiempo, no es imposible pero requiere la “habilidad y practica para dominarlo”; requiere un compromiso individual y deseos de aprender, no se aprende desde un curso para aprender a pensar, requiere concentración, repetición, practica en el desarrollo de ejercicios, dominios y contextos que permitan desarrollar y lograr conclusiones propias para alcanzar las destrezas de un pensador critico, no se puede transferir, debe ser asumido y enfrentado, de lo contrario la educación sería un laborioso negocio. Para motivar el desarrollo del pensamiento crítico, el maestro puede desafiar a sus estudiantes a que se abstraigan por sí mismos en lo que han estado haciendo de tal manera, ser apropiadamente aplicados para conocer la diferencia entre lo que otros piensan y lo que tienen en sus mentes, crearse criterios propios, reconocer la credibilidad del autor de un libro y evaluarse de manera similar, de conocer y plantear las diferencias que le permitan hacer las cosas de manera diferente, dominar el conocimiento, manejar el vocabulario, la teoría, para mejorar lo aprendido, aceptarlo o rechazarlo y alcanzar sus propias conclusiones permitiéndolo percibir y conocer lo que está pasando y alcanzar su propio razonamiento. El pensador crítico desarrolla la capacidad del autocontrol y la corrección, la mejora continua a través de un misterioso proceso de ósmosis intelectual, la comprensión desde arriba hacia abajo en base de argumentos, argumentos que se constituyen en un conjunto de pruebas con evidencias que se expresan en otras reivindicaciones que se manifiestan en palabras escritas o habladas, reclamando o defendiendo posiciones al momento de escribir un artículo, pronunciar un discurso, defender una ley en el Parlamento o refutar una posición personal o una disputa familiar.

La ventaja de desarrollar el pensamiento crítico, es que nos permite avanzar en nuestros propios razonamientos, en vez de atascarnos en solo entender un razonamiento ajeno, resultado de patrones comunes de nuestro crecimiento y adaptación en nuestras sociedades y culturas. Desde el pensamiento crítico pueden identificarse más fácilmente los problemas, generar claridad, mejor visión para entender con mayor precisión el entorno y corregir las dificultades que otros no ven, ya que para ellos son invisibles, dado que su pensamiento puede estar contaminado por sus propias creencias, Gelder define estas tendencias como «prejuicios cognitivos y ciegos».

 

El pensador crítico despliega la habilidad de desarrollar un pensamiento flexible, universal e inerradicable, será muy difícil de corromper y contaminar, difícilmente podrá ignorar lo inobjetable, es consciente de los fenómenos que lo rodean, monitorea activamente su pensamiento para detectar la perniciosa influencia y despliega medidas compensatorias estratégicas realizando un esfuerzo adicional en la búsqueda para asistir las pruebas que lo contradicen, cultivando la voluntad de cambiar su mente cuando la evidencia empiece a atentar en contra de su propio pensamiento, protege sus propias creencias contra su tendencia al autoengaño, un sesgo que es su herencia automática como un ser humano; en palabras de Richard Feynman “El primer principio es que no se debe engañar a sí mismo, y usted es la persona que más fácilmente se engaña».

 

DC / Alfonso Hernández Ortiz / Consultor Organizacional / ahoconsultoria@gmail.com/ @AlfonsoZulia

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