Benchmarking en la política o copia barata, por Ana María Osorio (@osorioanamaria) 

El benchmarking aplicado como herramienta para el ejercicio político, puede ser definido como un análisis comparativo del comportamiento del país y con similares características o contexto social, que intenta identificar las mejores prácticas en diferentes áreas relacionadas con la política, lo cual constituye un instrumento fundamental de aprendizaje político, a fin de aplicar experiencias exitosas de otros países en el que se gobierna o lidera. La puesta en práctica y accionar del benchmarking por parte de una organización política y líderes políticos (o candidatos a elecciones de participación popular), le permitiría analizar la conducta y actuación del país y de cada uno de los actores que intervienen en la contienda; así como examinar las prácticas partidistas propias y de los adversarios; examinar las estrategias propias y de oponentes; determinar factores de campaña que hayan sido exitosos anteriormente en el país; compararse con los demás actores, entre otros; lo cual encamina la ruta a seguir para lograr el éxito y respaldo popular.

En el caso particular de Venezuela, las prácticas de modelos empleados en otros países parece ser una copia por parte de los actores políticos y el gobierno en funciones, las cuales en lugar de mejorar la situación política, económica y social, solo se abocan a mantenerse en el poder o deslegitimar al adversario para ostentar a su cargo.

Las recientes decisiones económicas, sobre el cambio de billetes y monedas, la salida de circulación del billete de Bs.100,00, emitida según Gaceta Oficial extraordinaria 6.275, que contiene el decreto 2.589, de fecha 11 de diciembre de 2016, acompañada de las limitaciones en la transacción de efectivo en la cual las entidades bancarias solo podrían suministrar a los cuentahabientes un máximo de Bs.10.000,00; y que se sumó a los contratiempos del pago por punto de venta; y limitantes en los cajeros automáticos; muestran una sincronía que define el conocido “Corralito” experimentado en Argentina en tiempos donde gobernaba De La Rúa. Y hasta se asemeja al comparar lo expresado en la gaceta antes precisada, la cual, dentro de las consideraciones destaca: “un sector inescrupuloso enemigo de la patria, ha emprendido un fuerte ataque a la moneda venezolana, aplicando métodos ilegales de acaparamiento y extracción del país del papel moneda del curso legal, guerra económica, distorsión cambiaria e inflación inducida, con la intención de desestabilizar el Sistema Financiero venezolano para provocar un daño irreparable a nuestra economía y a la calidad de vida de los venezolanos y venezolanas, afectando la paz y tranquilada (tranquilidad, corrección propia) que reina entre todos los Compatriotas, especialmente en tiempos de Navidad”.

Y mientras tanto, el ciudadano no puede acceder a bienes o servicios, las transacciones en moneda han mermado y con las difíciles operaciones bancarias se retrasa el proceso de compra de alimentos. Los mercados populares en jaque ante saqueos y arrebatos; los supermercados colapsados por operaciones de punto de venta; y la irritabilidad a flote ante el hecho de que se puede tener dinero pero se limita su uso o acceso a este, vislumbra a ciudadanos frustrados que no pueden atender sus necesidades básicas y que gritan un cambio en caras de angustia o molestia.

Por su parte, los líderes de oposición se atacan entre sí, unos de vacaciones y otros (muy pocos) intentando hacer algo (aunque aún no se concentran en un objetivo o concepto claro), lo que difumina a los ciudadanos descontentos en quién es el líder visible; y muestra en suma un panorama poco alentar, sin salidas ni futuro.

Y a la par de ello, el gobierno mueve sus fichas y fuerza política concentrada en el Partidos Socialista Unido de Venezuela (PSUV) con un 19% capitalizado de ciudadanos, que se despliegan para mostrar poder en su agonía y debilidad de un gobierno en funciones que se desvanece pero que sigue ocupando la silla presidencial, con Asamblea Nacional, de mayoría opositora (en contra); y un rechazo del 75,6%.

Las malas prácticas son las acciones de los dos sectores que hasta ahora rigen el destino del país; el sector oposición marcado con un individualismo e intereses personificados de poder, sin objetivos claros ni estrategias orquestadas que definan la actuación de los actores, que solo logran tener aceptación por el descontento, pero no presentan un líder que conecte con los ciudadanos y por tanto son carentes de una oferta o promesa electoral; y el gobierno, que muestra múltiples fallas de gestión y políticas y se concentra en mantenerse en el poder, usando instituciones y fuerza política para lograrlo.

Ojalá inicien las prácticas del benchmarking en la política, pero las exitosas, las que saquen al país del pozo donde ambos sectores parecen coincidir (al hundirlo) e inicie la reconstrucción del país, con la esperanza de que no sean los mismos actores, ni las mismas propuestas, ni los mismos resultados.

 

DC / Lcda. Ana Osorio / Periodista / Análisis del discurso / Marketing político / Locutora / osoriooanamaria@gmail.com / @marketingpolitico.amo / @osorioanamaria

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