El viejo Gaucho, por Luis Acosta

El 23 de febrero del año 2012, se nos fue a mejor vida Don Carlos Amador Ochoa Pérez.  Amigo del Musiú Lacavalerie, del Catire Iztúriz, Rafael Bellorín Malaver y de Victor Saume. Fue un hombre sencillo y ciudadano decente y ejemplar. El era un gran admirador de los maracuchos y nos pedía, como dice la gaita, “que le habláramos de Maracaibo”. Por esa razón, mas lo mucho que tenía de agradable, simpático e insigne amigo, deseamos transcribir el artículo que le dedicamos en su oportunidad,  bajo el mismo título, y que hoy queremos recordar precisamente desde La Tierra del Sol Amada que él siempre distinguió, cumpliendo con su petitorio de no olvidarlo cuando regresáramos a Maracaibo! Veamos:

“Sin haberlo visto antes, conocimos de cerca a Carlos Amador Ochoa Pérez. Fue en Cumana en el año 1968. En efecto, Carlos había incursionado por La Primogénita del Continente, cuando no habían pasado los años totales de su más emblemático y famoso programa radial que titulaba BAJO EL CIELO ARGENTINO. Ochoa era amante del Tango, admirador de su tocayo Carlos Gardel y recordador de su Viejo Almacén de Buenos Aires. Estuvo Ochoíta, como lo nombramos siempre, ligado con los mejores de los mejores tiempos de la radio en Venezuela. Victor Saume, Musiú Lacavalerie, Catire Izturiz y Rafael Bellorín Malaver de Ondas Porteñas de Puerto La Cruz. Eran, junto a otros, los contemporáneos de esa floreciente época con Ondas del Lago, Radio Popular y Ecos del Zulia.

No fue un hombre ambicioso sino romántico. Bellorín varias veces lo invitó a participar en su emisora tanto como locutor cuanto de participante financiero. Pero él nunca negoció su independencia. Ochoa Pérez fue un hombre culto y fino, conceptual, alegre y enamorado. Jamás pudimos comprobar sus cuatro matrimonios de juventud. Mas, guiado por una respetuosa amistad, nos consta que mantuvo cordiales relaciones con sus ex consortes y, además, nadie pudo alejarlo de sus hijos en las distintas esposas.

En 47 años de amistad cercana, nunca –léase bien- nunca oímos decir a Ochoa Pérez una insolencia, ni una mala frase. Fue caso único en la historia de nuestras viejas notas. Su respeto fue de orden colectivo; caracho o fríjoles, eran sus expresiones más usadas y sus palabras más fuertes. Digno hermano de Eulogita, Eliodoro y Antonia; especial padre de La Nena y del ingeniero Charles que lo acompañaron hasta hoy. También, fue el abuelo querendón de sus nietos: Carlos Julio, Humberto José, Carla Josefina, Demar, Carla, Carlos Mario y León Carlos. Su esposa María Yaguaripano, con la cual vivió 59 años, llenó su corazón tan fuerte que, a los 90 años, sus latidos paraban los tensiómetros en 12.8. Caraqueño de cuna y guaireño apasionado y gentil, siempre defendió y sostuvo la superioridad de Carrasquelito sobre Luis Aparicio. Ni las amistades, ni su paso por el Banco de Maracaibo lo hicieron variar de opinión y de su línea de conducta. Mas, Cooperstown le ganó.

Amigo de los amigos, más de  40 años de cariño y convivencia, nunca sentimos una indiferencia de este hombre sólido y extraordinario; podía perder todo menos la amistad. Para su desempeño como ciudadano, era autentico y circunspecto. En efecto, jamás torció su lealtad o intervino donde no debía. En protección a esa independencia conceptual, observaba desde todos los ángulos y tapaba sus oídos cuando no quería oír. Sin embargo, se alineaba, con nobleza, a favor de sus compañeras de trabajo porque, al final, era un coqueto perdido.

¡Ojala Dios lo tenga en las zonas más  hermosas y santas del Cielo!

 

DC / Luis Acosta / Artículista

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