Detuvieron a violador de una menor en el Zulia

 

Aprehendidos por el caso de violacion a la niña Mayerlis Lisseth Sierra Molina, Luis Hernández y Raúl Paz, permanecen en la sede del Cicpc. La comunidad no sale de su asombro: la mujer que vivía al lado del rancho de la mamá de Mayerlis, es hermana de Raúl Paz.

El crimen

“Mami, ese hombre me desnuda con la mirada”, le contó, preocupada, Mayerlis Lisseth Sierra Molina, de 14 años, a su progenitora, la semana pasada. El martes se convirtió en su asesino.

Mayerlis hablaba de su vecino, Luis Hernández, de 39 años. Fue quien la violó, golpeó brutalmente y la estranguló. La dejó muerta dentro de su rancho. Lo acompañaba Raúl Paz, de 41.
A ambos les practicaron seis experticias. “Ambos confesaron. Fueron sometidos a los análisis: pruebas a sus ropas, examen médico forense a los detenidos —donde se observaron rasguños—, a las prendas de vestir de Mayerlis, a los restos de sangre y piel hallados en las uñas de la estudiante —quien se defendió de la agresión—, y al trozo de cuerda con el que la amarraron”, informaron fuentes del Cicpc.

Hernández y Paz solo tenían tres semanas viviendo en la invasión Villa Margarita, en la Zona Industrial, en San Francisco.

Desde que llegaron de Paraguaipoa no dejaron de mirar con deseo a la adolescente, amante de la danza y el baile.

El escabroso femicidio ocurrió dentro del pequeño rancho de acerolit pintado de rosado. En la entrada, Mayerlis había escrito, de su puño y letra: “Dios bendice esta casa. Dios es bueno”.
No se escuchó un grito de auxilio que alertara a los habitantes de la invasión. Su madre, Eunice Molina, aportó una versión de cómo le arrebataron a la menor de sus cuatro hijas.

“Salí al ambulatorio porque me sentía mal, y aprovechó mi ausencia para matármela. Se saltó la cerca y la sorprendió en el rancho donde está la cocina, mientras lavaba los platos del almuerzo”, contó la mujer, llorando.

Desde las 12:15 del mediodía, Mayerlis no respondió el celular. No le escribió ni a su noviecito, ni a su hermana.

Presumen que desde ese momento Hernández estaba en la vivienda. Los habitantes creen que el hombre la amenazó con matar a su sobrino de 4 años, quien tiene una condición especial. Mayerlis lo cuidaba mientras su hermana trabajaba.

Una vecina, Rosángel Sánchez, manifestó que “la hermana de la jovencita llegó a las 6:30 pm y vio a su hijo con los ojos fuertemente golpeados afuera de la casa. Trató de abrir la puerta, pero no podía. La forzó y cayó el cuerpo de la niña, que colgaba de un mecate”.

Los gritos de desesperación retumbaron en la comunidad. Mayerlis fue llevada a Bomberos del Sur, donde indicaron que “fue violada y tenía la tráquea fracturada producto de la asfixia que le produjeron con una cuerda”.

La última vez que vieron a Mayerlis fue cerca de las 4:00 pm, cuando una compañerita la buscó para ensayar danzas. Preparaban un evento en la iglesia evangélica a la que asistían.
“La llamé desde la cerca. Se asomó en la puerta, desde donde me gritó que no iría porque le dolía la cabeza”, indicó su amiguita, quien acotó que, en la entrada del rancho vecino, estaba Luis Hernández. “Al verme, se metió las manos en los bolsillos, y me hizo un gesto con su lengua. Yo corrí”, acotó. Se presume que Hernández se aseguraba de que nadie entrara a la casa, mientras su compinche abusaba de la adolescente.

La humilde vivienda de Mayerlis estaba desordenada por dentro. Faltaba una licuadora y un litro de aceite, rubro que Luis trató de vender en una bodega cercana, a las 4:00 pm.
Tras conocerse el vil asesinato, la comunidad salió enfurecida y derrumbó un rancho abandonado que estaba frente a la casa de la niña. Los homicidas no quisieron levantar sospechas y hasta ayudaron “a buscar a los culpables”. Pero la mentira les duró poco. “Capturamos a los homicidas de Mayerlis”, dijo una fuente del Cicpc. La aprehensión se practicó junto al Diep de Polisur. Hernández tenía rasguños en el pecho.

La madre de Mayerlis no tenía consuelo para tan inmenso dolor: “Me decía que estaba aburrida, que la dejara ir a Colombia con sus otras dos hermanas. Le prometí vender el rancho e irnos, cuando terminara el bachillerato”.

La jovencita cursaría noveno grado en el colegio Madre Mercedes de Jesús, en Suramérica. Quería ser criminóloga.

DC | Panorama

 

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