Lila Morillo y José Luis Rodríguez cumplieron 30 años de divorciados

20 años no son nada según reza la letra de Carlos Gardel, puede que sea así, pero para otros 20 años de vida en común es una historia, que puede continuar.

El boom de la farándula de los 80, le dio mucha cabida y espacio a la noticia que ocupó miles de líneas, así como la atención de fanáticos y seguidores, una de las parejas más queridas por los venezolanos decidieron poner fin a su relación matrimonial de 20 años, sin que esto haya destruido el estima a cada uno y por supuesto sin que ello le haya permitido no continuar sus vidas.

El primero de julio de 1986, se consumó la separación de bienes entre esta pareja de reconocidos y talentosos artistas venezolanos, conformada por José Luis Rodríguez “El Puma” y Lila Morillo. Eran la 1:10 de la tarde. Ella fue la última en llegar a la cita. Lucía el cabello recién teñido de rojo, mucho maquillaje, serena, pero sin emitir una palabra.

“A eso de las 10:00 de la mañana, periodistas y fotógrafos de todos los diarios y revistas del país, así como también renombradas publicaciones internacionales, empezaron a llegar a la oficina del juzgado. Minutos después se apersonó un escuadrón de la policía metropolitana, integrado por unos doce funcionarios, lo cual junto con la presencia allí de las cámaras de Venevisión, específicamente del programa “Close Up”, llamó poderosamente la atención de abogados y personas que iban llegando, así como de una que otra fanática que logró colarse”.

En medio de ese alboroto, unos diez minutos antes que Lila, se presentó  “El Puma”, José Luis Rodríguez. Con el rostro marcado por el cansancio, vestido con un pantalón negro, zapatos negros, camisa blanca, saco gris y una corbata de rayas amarillas, llegó  el vocalista.

Frente a frente, Lila y José Luis no se saludaron. “Ni siquiera se miraron a la cara”. “Yo estaba segura del paso que iba a dar. Dios me brindó esa serenidad que necesitaba. Sabía que ésa era la mejor decisión para él y para mí. Esa decisión me permitió ayudarlo a él ”, expresó Lila Morillo, al recordar uno de los momentos más importantes del espectáculo nacional que hoy cumple 30 años, su divorcio.

“En un breve y turbulento acto judicial, que duró apenas unos quince minutos, se inició el proceso la disolución”. Mientras se leían las cláusulas del documento legal, los presentes supieron que la disparidad de criterios surgidos entre la pareja en 1984 hizo que la vida en común fuera casi imposible. Muchos se asombraron pues, nunca entre los dos hubo enfrentamientos en vivo. Siempre lucían como una pareja amorosa.

“En mi unión con este gran cantante nunca hubo peleas,  ni escándalos en el hogar. Mis hijas, Liliana y Lilibeth,  no eran culpables de lo que vivíamos en ese momento. Siempre creí que en la habitación se arreglarían las cosas, así que fue muy duro para mí. A mis hijas nunca les hablé mal de su papá. Le expliqué que, cuando él no estuviera con nosotras, debían amarlo”, explicó la intérprete de “El Cocotero”.

A continuación quedó establecido que Liliana, quien ya era mayor de edad, tenía 19 años, viviría con su madre, mientras que la guarda y custodia de Lilibeth, con 17 años, quedaría también en manos de su progenitora.

Luego, se enumeraron las cantidades de bienes que fueron adquiridos por el matrimonio. Por mutuo acuerdo fueron adjudicados a Lila. Se contaba un Conquistador, modelo 1985, color oro, cuyo valor para aquel entonces era de 140.000 bolívares.

De la quinta “Nosotros” también le quedó su mobiliario, que sumaba unos 500.000 bolívares. Además, dos apartamentos  ubicados en el Distrito Capital y un terreno de un mil cuarenta metros cuadrados en las inmediaciones de la laguna La Restinga. En total, las posesiones se calcularon en  2.570.000 bolívares. Pero más allá de lo material, “recuperé mi libertad, mi tranquilidad y mi paz”, aseguró la artista.

“¿Habrá reconciliación”, les preguntó el juez. José Luis soltó un “no” moviendo la cabeza. Lila sentenció después: “No habrá reconciliación por lo momentos…”.  Con esta respuesta los fanáticos de ambos se conmovieron y la noticia corrió como pólvora.

Tres décadas después, Diego Kapeki explica mejor lo que pudo ser el motivo del rompimiento de este hogar. “Él la engañó. Fue por una infidelidad de él”, manifestó. “Yo lo perdoné, en el momento y así fue como conseguí la paz. No podía salir adelante si no perdonaba. Perdoné de una y para siempre… Lo vi el amigo que podía necesitar de mí”, acotó Lila. Un día después de la rúbrica, a Morillo le preguntaron si se sentía fracasada.

“Vivir 20 años con alguien no es un fracaso, es un triunfo muy grande. He ganado muchas cosas, cosas que no tenía hace 20 años. Esto es un experiencia”, respondió con aplomo.
Hace 30 años, “los divorcios iban en aumento, para la gente era algo del momento y natural. El concepto de la familia y el matrimonio que se tenían en los años 60 e, incluso, los 70, cambiaron drásticamente en los 80. En lo civil, fue una separación más de la época, pero sí creo que la gente se identificó con la figura más débil, en este caso con Lila”, comentó el sociólogo Ender Arenas.
En el caso de Lila todo fue ganancia. Ella aprovechó el escándalo para seguir con su carrera y construyendo su leyenda, a la que aún le da forma con trabajo y fe en Dios. “En una situación como la que yo pasé hace 30 años, toda mujer siente que el mundo se le viene encima. Hoy estábamos acompañadas y mañana abrimos los ojos en la misma habitación y en la misma cama, y entonces sentimos el frío de la soledad, una gran tristeza y un temblor en el cuerpo, pero solo con Dios podemos salir airosas… Cuando yo conocí a José Luis era Lila Morillo y después de él, seguí siendo Lila Morillo”, concluyó. Su jaula de oro se abrió y ella sigue libre y palpitando con fuerza en el corazón de su público.

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