BBC: La difícil tarea de encontrar gasolina en la capital petrolera de Venezuela (Vídeo)

La fila en la que Carlos Benjumea está lejos de ser primero tiene más de 500 carros, que esperan para poder echar gasolina en una estación de servicio en Maracaibo, la capital petrolera y segunda ciudad de Venezuela.

Sentado en un Ford LTD del año 74, Benjumea ya leyó dos veces el periódico y se terminó el refresco de naranja que había comprado antes de venir –como todos los días, desde las 4am– a «hacer la cola».

«Pierdo aquí medio día, todos los días es esto (…) hoy llevo dos horas y ahora acaba de entrar la gandola (camión) y debo esperar a que desembarque el producto para poder tanquear», se queja, mientras las gotas de sudor van copando su frente.

Además de carros destartalados como el de Benjumea, en la fila se ven camiones de empresas privadas, vehículos de transporte público y autos último modelo: la cola parece ser ineludible tanto para el más pobre como para el más rico.

La fila de carros no es muy diferente a la que se ve en otras ciudades del país, sobre todo en las fronteras, donde también escasea la gasolina.

Lo que hace de esta cola diferente es que Maracaibo es el epicentro de una industria petrolera que durante cinco décadas fue la más productiva del mundo.

Esta antes boyante ciudad de dos millones de habitantes en el oeste venezolano, que está a 130 kilómetros de la frontera con Colombia, se ha visto afectada por la crisis general que se vive en el país.

Y una de esas facetas se ve en las colas interminables de carros que han vuelto a dominar el paisaje de las calles marabinas.

El chip del Táchira llegó al Zulia

Como en las estaciones de gasolina del estado fronterizo del Táchira, donde también hay problemas de abastecimiento de gasolina, las de Maracaibo están en proceso de ser «automatizadas».

Es decir: ahora los carros registrados en Maracaibo, en un esquema que existe en Táchira hace cuatro años, tienen que adquirir y poner sobre sus parabrisas un código de barras, conocido como «chip», con el que pueden echar gasolina en las estaciones automatizadas, que son la mayoría.

El objetivo del sistema es racionar el consumo de gasolina para impedir el contrabando.

Y aunque en teoría estas estaciones generan menos fila, igual hay que esperar un par de horas.

Con la automatización de las estaciones muchos marabinos han tenido que hacer una cola más para echar gasolina: la del registro para instalarle el chip al carro.

Al rayo de un sol que genera una sensación térmica de 50 grados centígrados, Salvador Graso le cuenta a BBC Mundo que lleva 7 horas haciendo la cola para el chip, desde las 4:30am.

«Necesitas rango para poder sacarlo», dice, entre risas, poniendo sus dos dedos sobre el hombro, en referencia a las insignias del uniforme militar.

Para él, varias cosas generan las colas: el racionamiento eléctrico, que obliga a las estaciones a cerrar, y el bachaqueo, como se le conoce acá al contrabando de extracción.

«Por eso es que se están formando las colas que ves», dice.

El especialista en producción David González, quien fue gerente de PDVSA en Maracaibo durante años, ve las mismas causas que el ciudadano Graso, pero añade que «las refinerías venezolanas están funcionando en un 40% porque tienen plantas y equipos parados».

«Además PDVSA está teniendo que importar varios componentes para refinar el petróleo y con la crisis de divisas y las disputas internacionales de la compañía, las compras en el exterior se han limitado mucho», asegura.

Pagando se consigue sin cola

Giovani Leal, un marabino con la camisa abierta y las manos percudidas, tiene un bus que viaja de Venezuela a la frontera con Colombia, que está cerrada hace 8 meses, todos los días.

El camionero le dice a BBC Mundo que cuando la cola para echar gasolina con chip está muy larga, les paga a los bomberos hasta el triple de lo que cuesta llenar el tanque para poderse saltar la cola.

Por muy notorio que sea su bus, de color naranja y verde, el conductor entra a la estación de gasolina en reversa y por la salida, con cientos de personas que llevan horas esperando como testigo.

Nadie le dice nada, como quien ya está acostumbrado a que haya clientes con exclusividad.

Leal se saluda con el bombero, un joven con camisa roja que cuenta el dinero con agilidad, y empieza a llenar el tanque.

Leal incluso llena un par de garrafones, conocidas como pimpinas, luego de dejar el vehículo abastecido.

Y dice, con la pimpina en la mano: «Esta no la uso; esta la vendo al otro lado».

DC|BBC

 

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