Brasileños acampan en la calle esperando ver caer gobierno de Rousseff

Una veintena de carpas aparece entre las miles de personas que protestan este jueves en Sao Paulo: sus ocupantes dicen que permanecerán en la calle hasta que caiga la presidenta Dilma Rousseff.

La neurálgica avenida Paulista de la capital financiera de Brasil ha sido el epicentro de las protestas de la oposición. Fue allí donde se congregaron el domingo 1,4 millones de personas y donde este viernes el oficialismo espera también manifestarse, pero a favor del gobierno.

«De aquí no nos movemos», asegura Cristiane Galvao, de 44 años, una de las participantes de una protesta que comenzó la tarde del miércoles cuando el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva (2003-10) fue nombrado jefe del gabinete.

Una multitud salió a la calle y un grupo incluso pasó la noche en esa avenida, que el jueves de noche seguía bloqueada por miles de manifestantes que vienen y van. No todos están dispuestos o pueden dormir ahí.

Pero Galvao junto a otras 60 personas, muchas de su grupo llamado Patria Amada Brasil en referencia el último estribillo del himno nacional,se instalaron en la Paulista para presionar por la caída de la mandataria.

«Vamos a hacer una protesta como la que hubo en Ucrania. No saldremos de aquí hasta que caiga Dilma, afirma Galvao a la AFP, segura de que «mañana» viernes serán muchos más los manifestantes.

«Hemos recibido el apoyo de la gente, nos traen agua y comida. Aquí seguiremos hasta que Dilma caiga», sentencia.

El improvisado campamento está ubicado frente al enorme edificio de lapatronal FIESP, que iluminó su fachada con el verde y amarillo de la bandera brasileña atravesada con una franja negra en la que se leía «Renuncia ya».

Desde el escenario que se montó frente al edificio un orador exclama ante el público enfervorizado: «¡Para que nunca más la izquierda gobierne este país!».

«¡Brasil no es Venezuela!» 

Lula, investigado por corrupción en el escándalo de Petrobras, fue nombrado ministro el miércoles.

La noticia estaba siendo asimilada con parcial normalidad hasta que el juez Sergio Moro –que investiga el fraude a la petrolera y es venerado por los manifestantes opositores– difundió la grabación de una conversación telefónica en que Rousseff le decía a Lula que le enviaba el decreto de su nombramiento para que pueda «usarlo en caso de necesidad».

Investigadores estiman que la presidenta quería proteger a Lula de una eventual orden de prisión.

Poco tardó la Paulista en llenarse de manifestantes, tal como ocurrió también en Brasilia, con focos de protestas a favor y contra del gobierno.

Alrededor del campamento en la Avenida Paulista la manifestación creció este jueves de noche hasta congregar unas 5.000 personas, según cifras divulgadas en la prensa. Son sobre todo oficinistas, muchos jóvenes, algunos con más ánimo de fiesta que de protesta.

Estallan fuegos artificiales. Hay un escenario, suena música, se venden cervezas heladas y los manifestantes gritan consignas con devoción bajo una noche cálida del fin del verano paulista.

«¡Brasil no es Venezuela!», «¡Fuera PT!», se escucha con fuerza.

«Estoy indignado con tanta corrupción, las cosas tienen que cambiar. Mientras no tenemos salud, educación o seguridad, vemos que estos políticos roban y roban. Todos los partidos son iguales, no se salva nadie», asegura Adilio Brasil, un enfermero de 32 años que pensaba quedarse protestando hasta la medianoche.

«Hasta que haga falta»

Las manifestaciones en defensa de Rousseff fueron convocadas por iniciativa del Partido de los Trabajadores (PT), que Lula fundó, y de la Central Única de Trabajadores (CUT), así como organizaciones sociales y movimientos de izquierda. Se espera que las concentraciones más multitudinarias se produzcan en Sao Paulo, Rio de Janeiro y Brasilia.

Las CUT aseguró que las manifestaciones «son de naturaleza pacífica»,aunque la cercanía de ambos grupos opuestos hace prever al menos un choque de opiniones.

El punto de concentración para la marcha oficialista es el museo de arte de Sao Paulo (MASP), a pocos pasos del campamento de los opositores radicales.

«Ellos allá y nosotros acá. No nos moverán», asegura Cristiane Galvao.

«Queremos un país mejor», explica el funcionario público Lucas Bittencurt, vestido con la camiseta verdeamarela que se ha convertido en el uniforme oficial de los opositores.

Muy cerca de ahí, en plena calle y sentada sobre una enorme bandera de Brasil está Isabel von Mann, de 60 años.

«Estoy indignada por la caradura de los políticos y del gobierno. Se quieren hacer las víctimas pero son todos unos corruptos», critica. Asegura que va a quedarse en ese lugar «hasta que haga falta».

DC|AFP

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