Ponen a prueba sistema que controla el mar en Miami Beach

El mar empezó a invadir las calles. Una de las principales arterias de Miami Beach quedó cubierta por las aguas. Los turistas chapoteaban camino a los hoteles con agua salada hasta las pantorrillas, con los pantalones enrollados, la maleta en una mano y los zapatos en la otra.

Pero un rincón de Miami Beach se mantuvo perfectamente seco. En Sunset Harbour, que históricamente siempre se inunda durante las mareas altas de la estación, el agua fue mantenida a raya el mes pasado gracias al rediseño radical de las calles, el cual será puesto a prueba una vez más esta semana por otra marea real.

El diseño, con la calle y la acera elevadas 2.5 pies por encima de las puertas de los negocios aledaños, y respaldado por una enorme estación de bombeo vecina, representa lo que un ingeniero de la ciudad llamó “la calle del mañana”.

Establecer esta base para el futuro de Miami Beach es en realidad un experimento complejo y caro: hasta $500 millones para instalar 80 bombas y elevar las calles y los rompeolas en toda la ciudad. La primera fase parece estar funcionando, al menos por ahora. Pero apenas un año después de empezar un gigantesco proyecto de obras públicas que podría tomar otros seis, es demasiado pronto para decir si el mismo podrá mantener secos los bienes raíces extraordinariamente valiosos de una meca del turismo internacional, especialmente ante unas proyecciones del aumento del nivel del mar que parecen hacerse más terroríficas con cada nuevo análisis.

“No tenemos un libro de reglas para esto”, dijo Betsy Wheaton, vicedirectora de construcción de medioambiente y sostenibilidad en Miami Beach.

Pero, en muchos sentidos, Miami Beach está escribiendo eso: el primer manual de ingeniería para adaptar el paisaje urbano del sur de la Florida al aumento del nivel del mar. El extremo sur de la península en su totalidad está en el tope de las listas de riesgo por cambios climáticos, pero los líderes de la Playa han actuado con más urgencia que nadie, suspendiendo las licitaciones competitivas y aprobando contratos de emergencia para acelerar las obras. Las inundaciones de la marea alta tocando a las puertas de tiendas de lujo y saturando los jardines de mansiones carísimas son un persuasivo argumento a favor del hecho de que los cambios climáticos no solo son reales, sino que además son una amenaza clara y actual.

La vulnerabilidad del extremo inferior oeste del “banco de arena de mil millones de dólares” –terrenos que el pionero urbanizador real Carl Fisher dragó literalmente del fondo de la Bahía de Biscayne– solo cede a la de los Cayos de la Florida, donde incluso apenas medio pie de océano más inundará grandes porciones de algunas islas como Big Pine. Eso puede ser sobrecogedor si se piensa que una proyección conservadora de una agencia regional de cambios climáticos pronostica al menos dos pies para el 2060. Un estudio dado a conocer este mes, el cual tiene en cuenta nuevos datos sobre las emisiones incontroladas de gases de invernadero, pronostica la posibilidad de un aumento de cinco pies.

“Estamos considerando decisiones muy sustanciales, muy difíciles”, dijo Rhonda Haag, jefa de sostenibilidad del Condado Monroe. “No todo está perdido. Estamos cubiertos por los próximos 15 años, pero estamos haciendo lo más que podemos para prepararnos por adelantado”.

Los condados Miami-Dade, Broward y Palm Beach, conjuntamente con Monroe, son parte de un pacto histórico del 2009 que admitió la realidad de los cambios climáticos — un importante logro en un tema políticamente divisivo. Pero en tierra firme, donde podría tomar unas cuantas décadas más ver el nivel de inundaciones por mareas que ya está habiendo en los Cayos y en Miami Beach, ha habido muchas más palabras que actos.

En gran medida, eso se debe a que –como lo destacan las ambiciosas obras de la Playa– reconstruir el sur de la Florida para sobrevivir el aumento de nivel de los mares tendrá un costo considerable. Cada bomba de la Playa cuesta entre $2 y $3 millones, lo cual es una ganga relativa. Remozar portones de canal y bombas contra inundaciones por toda la costa de Miami-Dade podría costar cientos de veces más. A largo plazo, se cierne la perspectiva intimidante y costosa de alzar las viviendas, las calles, los edificios. O construir nuevos proyectos: el terreno que está siendo considerado para nuevo estadio de fútbol en Miami del estelar ex futbolista David Beckham se inundaría en la marea alta si el nivel del mar sube tres pies. Todo eso puede llegar a los miles de millones.

A esto se le suma el efecto dominó de años de construcción, embotellamientos del tráfico y daños potenciales al medioambiente, las consecuencias aún por ver de bombear aguas residuales contaminadas de fertilizante, excremento de perro y residuos de las calles en la Bahía de Biscayne o debajo de un acuífero de agua potable que disminuirá a su vez a medida que el océano penetre. Sólo coordinar un esfuerzo de semejante escala entre gobiernos puede ser enormemente complejo.

“Uno busca y dice, enséñenme un proyecto, y aún así las cosas son difíciles”, dijo Jennifer Jurado, directora de la división de Planeamiento y Manejo de Recursos Naturales del Condado Broward. “Parte del problema es que no hay uniformidad ni exhaustividad de método”.

Por ahora, las obras de la Playa son la mejor prueba del potencial de las bombas, las tuberías y el asfalto para mantener seco el resto del sur de la Florida hasta el siglo que viene.

Viejo problema que empeora

Cualquier persona que lleva mucho tiempo en la Playa te dirá que la ciudad se ha inundado durante décadas cuando llegan las mareas reales. Lo mismo pasa en gran parte de las costas bajas de la Florida. Pero los datos y las mediciones de las mareas confirman que la cosa ha ido empeorando.

“Las mareas reales se han hecho más altas en los últimos años”, dijo Colin Polsky, director del centro de estudios medioambientales de la Universidad Atlántica de la Florida. “Y las mareas reales que hemos visto más recientemente han sido más altas de lo pronosticado”.

En la Playa, los daños a los autos, negocios y casas a causa de las inundaciones –tanto por las mareas altas como por las lluvias– han aumentado sostenidamente. “Durante una inundación súbita en junio del 2009, perdimos 47 vehículos en nuestro garaje”, dijo Ron Wolff, quien vive en la torre de condominios Mirador 1200 en West Avenue.

Debido a que las inundaciones han ido creciendo de molestia ocasional a preocupación económica, la Ciudad elaboró en el 2012 un plan audaz de remozamiento del anticuado sistema de aguas pluviales que dependía de la gravedad para drenar a la bahía. La pleamar subía cada vez más por las tuberías de drenaje y llegó a invertir el flujo, convirtiendo el sistema en un conducto para bombear el agua de mar a calles de mucho tráfico como Alton Road.

La nueva comisión y alcalde elegidos en el 2013 han presionado para hacer el sistema de drenaje de la ciudad aún más rápido, eliminando una idea inicial de perforar pozos de inyección con menos riesgos medioambientales. El nuevo sistema absorbe las aguas de las inundaciones, separa los desperdicios de gran tamaño, como botellas plásticas, y las bombea de vuelta a la Bahía de Biscayne a través de válvulas de una sola vía conocidas como preventores de contraflujo, las cuales impiden que el agua de la Bahía de Biscayne inunde las tuberías de drenaje cuando suba. El plan se propone además elevar los rompeolas, la mayor parte de los cuales se encuentran en propiedades privadas, y elevar algunas calles.

Los primeros equipos de bombeo, lo bastante poderosos como para absorber constantemente la inundación causada por la marea y verterla de vuelta en la Bahía de Biscayne, se instalaron el año pasado en algunos de los puntos críticos de la ciudad: Alton Road, West Avenue, Sunset Harbour y Crespi Boulevard en North Beach. Ellos han mantenido las calles secas durante la primera ronda de mareas altas del otoño.

Pero hasta el alcalde Philip Levine, el principal impulsor de los esfuerzos por “alzarse” por encima del aumento del nivel del mar, admite que las bombas por sí solas representan una solución temporal que funcionarán por 30 o 40 años. Si las proyecciones futuras se cumplen, habrá que elevar más calles, conjuntamente con los edificios, a medida que el mar suba a través de la porosa caliza que está por debajo de gran parte del sur de la Florida. Habrá que desocupar plantas bajas, remplazar infraestructura oxidada, y reforzare considerablemente los códigos de construcción y la elevación de los edificios.

Las inundaciones en otros barrios durante la pleamar dejan asimismo en claro que falta mucho por hacer más allá de la primera fase de $100 millones.

“Todavía no hemos resuelto nada”, dijo el director de Obras Públicas de Miami Beach Eric Carpenter. “Estamos llegando, y estamos tratando de lidiar con tantos barrios como podamos”.

La escala de las obras públicas necesarias incluso para una ciudad relativamente pequeña como Miami Beach, que cuenta con alrededor de 90,000 residentes permanentes pero muchos más visitantes, es enorme y requiere romper calles e interrumpir el tráfico en la isla.

El rompeolas a lo largo de Indian Creek Drive –la nueva zona de impacto de la Ciudad de lo que Levine llama “inundaciones de día soleado”– también tiene que ser reemplazado. Los propietarios de ese lado de la calle son responsables de la mayor parte del rompeolas, de modo que tendrán que colaborar con la Ciudad para hacer las mejoras. El estado da mantenimiento a Indian Creek Drive y Collins Avenue, de modo que el Departamento de Transporte de la Florida (DOT) tendrá que intervenir. La portavoz del DOT Ivette Ruiz-Paz dijo en un correo electrónico que cinco estaciones de bombeo están siendo analizadas en estos momentos, pero la agencia no ha presentado estimados de costo ni ha informado cuándo terminará el análisis.

 

 

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