El Real Madrid empató a cero contra el PSG

París evoca luz, perfume, glamour… El partido lo tenía todo, a pesar de las bajas del Madrid. La música de la Champions retumbó en el Parque de los Príncipes como si lo hiciera en la Ópera de la ciudad, aunque el pitido final dejó sensación de decepción. Hubo ocasiones, hubo emoción, hubo detalles de calidad… Pero fue como comer un cocido soso. Sí, es cocido, pero ‘méh’, le falta sabor. Y al fútbol se lo da el gol. Fue media noche en París.

Si Benítez quería quitarse la etiqueta de defensivo y de aburrido, un 0-0 no es el mejor resultado para sacar pecho ofensivo. Es cierto, el partido no fue malo y estuvo entretenido a ratos, pero… ¿Puede ser divertido un 0-0? Bueno, también habrá gente que madrugue por gusto un domingo. A un partido sin goles le falta algo, le falta mucho. Y no fue por escasez de ocasiones blancas.

Jesé tuvo en el minuto 25 una clarísima. Kroos filtró un pase al corazón del área que el canario buscó con hambre y quiso definir con guante de seda, aunque quizás la acción pedía bota de hierro. El escorzo no era nada sencillo, la verdad, y la tibia de Trapp despejó lo que pretendía ser un manifiesto del canterano. Dejar de ser telonero para Benítez en un estadio grande y coger esos galones que llegó a lucir con Ancelotti antes de la lesión. Su partido fue una buena noticia para el Madrid. Dejó chispazos y ganas.

El partido había empezado peligroso para los blancos. El PSG salió a morder, reclamando la llave del ascensor que asciende a la gloria europea. El Madrid, de nuevo bien armado atrás, cimentado en un Varane imperial, no permitió ocasiones claras a los locales, que nunca llegaron a obligar a Keylor a ponerse el mono de trabajo.

Como si quisiera agradar a las dos alcaldesas de París y Madrid, los de Benítez fueron de izquierdas. Marcelo, Isco y Jesé entraron con fuerza desde aquella banda en la recta final de la primera parte, en la que encerró al PSG. Pero, de nuevo, sin gol. Casemiro y Kroos funcionaban como robots, en todas partes, sin fallo. Aunque tras el descanso el juego se diluyó.

El Madrid decidió jugar al pelotazo la segunda parte, sin elaborar, olvidándose del bonito ‘roneo’ de la jugada del gol, desde los primeros toques atrás hasta la búsqueda del pase de la muerte. Fue directo a meter lengua y se fue de vacío. La más clara de la segunda mitad, quizás del partido, fue la de Cristiano. Una contra que inició Modric en banda derecha y que acabó en los pies del luso, en la izquierda, tras pasar por Jesé y Marcelo. El zapatazo de Ronaldo salió lamiendo el palo contrario y ya no hubo mucho más, con peligro, por parte madridista.

El PSG, que tuvo más control pero menos chispa, quiso hacer los deberes a última hora y encerró al Madrid en el descuento. Pero no era día de goles. El grupo se queda como estaba, cada equipo ganó un punto y todos perdimos la ocasión de ver un partidazo. Un marcador a oscuras en la ciudad de la luz.

DC/Marca

 

 

 

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