El gay que complica al Papa Francisco

Cuando en julio de 2013 el papa Francisco aseguró que no juzgaba a los homosexuales muchos pensaron que una nueva era había llegado al Vaticano. Según dijo el pontífice a bordo de su avión de regreso a Roma luego de su visita a Brasil, “debemos ser más hermanos, el problema es hacer lobby de esa tendencia o de políticos masones. Ese es el problema más grande”. Francisco criticó el lobby gay que, dijo, “no es siempre bueno”, pero aclaró: “Si una persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”.

Meses después aseguró en una entrevista que “la Iglesia debería dejar de lado su obsesión con denunciar el aborto, la anticoncepción y la homosexualidad para mostrarse más compasiva”, de lo contrario, dijo, “se arriesga al colapso de toda su estructura de moralidad como una torre de naipes”. El año pasado incluso les consultó a sacerdotes y obispos sus posturas respecto al matrimonio homosexual, el divorcio y la anticoncepción, en un intento de acercarse a las nuevas realidades.

Pero el 11 de enero de 2015 le llegó un desafío. Uno que tiene al Vaticano haciendo consultas, moviendo conciencias y razones, y para el cual Francisco aún no tiene una respuesta. A comienzos de año el gobierno francés designó a Laurent Stefanini, de 54 años, como embajador en el Vaticano. “El candidato ideal”, según dijo el vocero de la Presidencia francesa. Y no estaba equivocado, salvo por un detalle insalvable para la Iglesia católica: Stefanini es homosexual declarado.

Algo que en Francia no es un impedimento, pues Stefanini cumple con todos los requisitos necesarios para ocupar la embajada en el Vaticano: soltero, no tiene hijos, es un devoto como pocos. Estudió en la École National d’Administration, una prestigiosa y elitista escuela donde se forma la diplomacia europea, y en la Universidad de Nueva York, fue miembro de la misión permanente de Francia ante la ONU y consejero del gobierno francés en asuntos religiosos. Antes de ser designado embajador ante el Vaticano era el jefe de protocolo del Elíseo. Y de hecho no es ajeno al Vaticano, pues entre 2001 y 2005 fue el segundo a bordo en esa delegación diplomática. El diario Il Messaggero lo describe como “un católico practicante, muy cultivado y de absoluta discreción”. Fue él quien recibió a Francisco en el aeropuerto durante su visita de noviembre de 2014 a París.

Su caso ha desatado un tire y afloje con Francia, que se niega a cambiar de embajador, a pesar de que el cargo sigue vacante y de que el Vaticano se niega a otorgar el beneplácito cinco meses después. Esta ha sido una historia de citas secretas, encuentros frustrados y peticiones negadas… De acuerdo con el diario La Stampa, Stefanini fue buscado a finales de febrero por el nuncio apostólico de París, Luigi Ventura, quien le pidió que renunciara al cargo, tratando de convencerlo de lo “delicado” del caso. Dice el periódico que el diplomático respondió que esa era “una decisión del gobierno francés” y no suya.

El arzobispo de París, André Vingt-Trois, intercedió por Stefanini, al igual que Jean-Louis Touran, camarlengo de la corte papal. El embajador nominado ya se entrevistó con el papa, quien, según el diario francés Le Journal de Dimanche, fue quien tomó la decisión de no aprobar su nombramiento como embajador. La negativa poco le importó a París, que dijo que no retirará la candidatura. La diplomacia se mueve en este caso. La semana pasada el secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin, se entrevistó con el presidente Hollande para hablar del tema.
“No cambiaremos de candidato, es uno de nuestros mejores diplomáticos y cumple todos los requisitos para desempeñar el cargo”, indicaron fuentes próximas a Hollande citadas por el diario católico Le Croix. En Francia sólo recuerdan las palabras de Francisco: “Si una persona es homosexual, busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”.

Fuente: DC|ElEspectador