Raúl Parra (@RaulParraT): ¿Sueles decir no a lo bueno?

En una reunión de un grupo de apoyo, de repente se hizo silencio en la sala: cinco matrimonios que tenían unos seis meses reuniéndose se habían hecho más íntimos y comenzaron a contar verdaderas luchas que tenían en sus vidas, ya no se trataba simplemente de: Ayúdenme con una decisión (trivial) que tengo que tomar… Algunos derramaron lágrimas, hubo apoyo no fingido. Todos se turnaron para hablar, excepto la facilitadora y anfitriona del grupo. Atrapada en su papel de liderazgo, nunca revelaba sus conflictos, eludía las oportunidades que tenía para hablar y prefería hacer hablar a otros. Pero esa noche, una vez que los demás hablaron, esperaron por ella. La dama carraspeó, miró alrededor, y dijo: Después de escuchar sus conflictos creo que Dios me está diciendo que, comparados con los que ustedes tienen que afrontar, mis problemas no tienen ninguna importancia. Sería egoísta de mi parte que tomara de su tiempo para contarles los pequeños contratiempos que tengo, así que: ¿Quién desea postre? …Nadie respondió. Una vez más esta mujer, había dejado pasar la oportunidad y había rehusado ser amada por otros, así como ella los había amado.

 

Aquí nos encontramos frente a un problema de límites llamado evasión: Decir “no” a lo bueno. El evasor es incapaz de reconocer sus propias limitaciones, de solicitar y recibir ayuda de los demás. Y en especial se retrae cuando más necesita algo.

 

La evasión es un problema de límites porque confunde los límites con muros. Los límites deben “respirar”, deben ser vallas con puertas, que permitan ingresar lo bueno y salir lo malo. Las personas cuyos límites son muros no permiten el ingreso del mal ni tampoco del bien. Nadie las puede tocar, pero ¡Dios diseñó nuestros límites personales con puertas! Él hasta nos da la libertad de recibirlo o de dejarlo fuera: Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo. (1)

 

A Dios no le interesa violar nuestros límites para relacionarse con nosotros. Entiende que eso sería un abuso de confianza. Nuestra responsabilidad es recibirlo con arrepentimiento. Sin embargo, a los evasores les resulta casi imposible recibir a Dios y a los demás.

 

Los límites impermeables de los evasores producen una rigidez que les lleva a ver sus problemas y necesidades legítimas como algo malo, destructivo y vergonzoso. Si tú eres capaz de quedarte cuatro horas con alguien que te lo pide y no puedes rehusarte, pero cuando necesitas que alguien pase 10 minutos contigo, no se lo puedes pedir, tienes que reponer un fusible en tu cabeza (broma); esto lo que revela es que eres complaciente y evasor al mismo tiempo. Y esto es común a muchos adultos: Dicen “sí” a lo malo (complacencia) y dicen “no” a lo bueno (evasión). Los evasores complacientes sufren de “límites invertidos”: No tienen límites donde los necesitan y tienen muros donde no deberían tenerlos. Están metidos en un ciclo que los agota, porque no tienen con qué reemplazar la energía perdida. ¡Pero ese no fue el plan que Dios diseñó para ti!

 

Dios previó que tú saciaras y fueras saciado. Él aboga por la responsabilidad compartida. Dios quiere que disfrutes la ayuda de otras personas que Él pone en tu camino para asistirte, incluyéndolo a Él… A Moisés, antes de sacar a Israel a la Tierra Prometida, Dios le dio como ayuda a Aarón y en el camino le puso a un Josué… Y de paso le dijo: …Mi presencia irá contigo, y te daré descanso. (2) Si eres de los que solo ayuda y ayuda… evade la evasión… ¡Déjate ayudar!

 

Apocalipsis 3:20 (NVI) ;  Éxodo 33:14b (VRV)

 

DC / Raúl Parra / rlpt10@yahoo.es / @RaulParraT

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