Libertad con cargos para el conductor del tren que se descarriló en España

El conductor del tren siniestrado en Santiago de Compostela, al noroeste de España, Francisco José Garzón, quedó este domingo en libertad con cargos tras testificar durante dos horas ante el juez que instruye la causa. Se le ha retirado el pasaporte y tendrá la obligación de presentarse cada semana en el juzgado. Además, el instructor lo ha inhabilitado para seguir pilotando ferrrocarriles.

Al filo de las 72 horas máximas de detención legal. El maquinista Francisco José Garzón llegó este domingo a los juzgados de Santiago a las 18.20 horas, casi tres días después de que la policía acudiese a detenerlo en la habitación 381 del hospital Clínico de Santiago, donde permanecía ingresado como una víctima más, con nueve puntos de sutura y una brecha en la cabeza. A su llegada al edificio judicial, los agentes formaron un cordón para mantener a la prensa alejada, del otro lado de la calle. Dentro, media docena más de efectivos custodiaron las dos escaleras en espiral que llevan a las salas, reseñó el diario El País.

El coche policial entró por el garaje para evitar los flashes de las cámaras y llevó al detenido (esposado, con gafas de sol y un visible hematoma en la cabeza) ante el juez Luis Aláez, que desde el jueves investiga el accidente. Pero la declaración se demoró porque los abogados pidieron repasar antes el voluminoso atestado con la información recopilada en los últimos días. Hasta las 20.00 horas no empezó a testificar, en presencia de su abogado, los del resto de las partes personadas (entre ellas Renfe), y el fiscal del caso, Antonio Roma, de guardia cuando se produjo la tragedia.

El testimonio del conductor es clave para saber qué pasó el miércoles a las 20.41 horas en la curva de A Grandeira en Angrois para que descarrilasen sus dos máquinas y los ocho vagones con el resultado provisional de 79 viajeros muertos y otros tantos heridos. Todo apunta a un exceso de velocidad —el tren circulaba a 190 kilómetros por hora en una zona limitada a 80—pero solo quien llevaba los mandos de la locomotora puede aclarar si fue propiciado o agravado por algún fallo mecánico o de seguridad o si se trató de un fatal despiste.

El viernes, el conductor ya se había negado a testificar ante la policía, que acudió a leerle sus derechos y hacerle saber que estaba arrestado. A media mañana del sábado, cuando recibió el alta médica en el Clínico, los agentes le trasladaron a la comisaría compostelana, donde el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, ofrecía una rueda de prensa sobre el caso. La hipótesis de la policía le atribuye 79 homicidios por imprudencia. “Qué duda cabe de que existen indicios racionales para creer que pueda tener una responsabilidad eventual en lo sucedido”, explicó Fernández Díaz con los micrófonos abiertos. El instructor de la causa no había dado hasta anoche ningún paso en esa dirección e incluso se apresuró a aclarar (a través de un comunicado del Tribunal Superior de Justicia de Galicia) que el arresto no había sido decisión suya sino de la policía.

Los presidentes de ADIF y Renfe, que cuatro días después del accidente aún no han comparecido públicamente para informar del siniestro, también se apuntaron desde el principio a la idea de la imprudencia, según han repetido en entrevistas sueltas con algunos medios de comunicación. Varios miembros del Gobierno de Rajoy mantienen en privado ese mismo discurso.

Todas las acusaciones más o menos veladas se apoyan en la llamada que el maquinista, natural de Monforte de Lemos, hizo al servicio de incidencias 24 horas de Renfe segundos después del choque y cuando aún no sabía de la existencia de víctimas. En esa conversación telefónica, el conductor aseguró que entró a 190 kilómetros por hora en esa curva complicada, cuando faltaban cuatro kilómetros para parar en la estación del centro de Santiago. El contenido íntegro de la grabación, que desde el mismo miércoles está ya sobre la mesa del juez instructor, no ha trascendido. Pero sí los lamentos y deseos del conductor: “Somos humanos, somos humanos”, “pobres viajeros” y “espero que no haya muertos porque caerán sobre mi conciencia”.

La policía no cree que el maquinista se distrajera hablando por el celular

Desde el primer momento, la tesis del fallo humano ha ganado peso en los despachos gubernamentales, sin esperar a que se conozca el contenido de la caja negra, una especie de tacógrafo del tren que registra sus últimos movimientos y que será clave para reconstruir el siniestro. Durante todo el fin de semana permaneció bajo custodia policial a la espera de que el juez pida acceder al contenido de una prueba crucial para desentrañar el peor accidente ferroviario en los últimos 40 años.

Las meras preguntas sobre si basta el error de una persona para generar una catástrofe como la de Angrois o si falló algún sistema de seguridad lo interpretan la Xunta y el Gobierno como un debate interesado para desprestigiar la red de AVE española, una de las principales apuestas para internacionalizar la economía con contratos en Brasil, Rusia, Estados Unidos y Kazajistán. El último en advertirlo fue el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo: “España, en alta velocidad y en seguridad de alta velocidad, es de los mejores países del mundo, aunque a algunos países les pueda no interesar este hecho. No es una opinión política, sino técnica”.

DC/Panorama

 

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