DIPLOMACIA POR LA PAZ

Unos años antes, durante los diálogos de paz del ex presidente Pastrana con la organización terrorista,  el comandante-presidente se declaró “neutral” frente al conflicto armado colombiano. Desde el punto de vista del derecho internacional, esto es poco menos que reconocer la beligerancia del grupo armado ilegal, interviniendo  flagrantemente en los asuntos internos de Colombia.

Elegido en 2010 con los votos de su mentor el  ex Presidente Uribe, Juan Manuel Santos dio un giro de 180 grados tanto en  política exterior como en la agenda interna. En su búsqueda frenética de un lugar en la historia, y del premio Nobel de la Paz, el presidente Santos lo apostó todo a la negociación con las FARC. En lugar de dedicarse a gobernar y  a ganarse con resultados su reelección, Santos prefirió el espejismo de la paz negociada.

El diálogo permanente con los ciudadanos fue reemplazado por la negociación de los grandes temas nacionales con un grupo terrorista que no representa a los colombianos. Uno de los pilares de esta estrategia  era apaciguar al comandante-presidente Chávez y, dada su ascendencia sobre el grupo terrorista, obtener su apoyo a la negociación, además por supuesto de buscar palabras de aliento de la comunidad internacional.   Por lo demás, es imposible, como lo demostró Pastrana años atrás,  no tener éxito en el segundo de estos propósitos: ¿qué líder u organización internacional se va a rehusar a apoyar, desde la distancia y sin correr ningún riesgo, un proceso de paz?  El riesgo lo asumimos los colombianos: aumento de los ataques terroristas; desestimulo de la inversión y el ahorro; congelamiento de la agenda nacional; impunidad.   

Pero  las alianzas que no están basadas en principios y valores comunes, sino en  intereses de corto plazo no estas destinadas a durar.  Bastó que el presidente Santos recibiera, sin permiso, al líder democrático de poco menos (¿o poco más?) de la mitad de los venezolanos para que el régimen de Caracas lanzara su  perorata delirante. El asunto no era de personalidades ni de dotes diplomáticas (como nos lo quisieron hacer creer los innumerable seguidores de Santos en los medios) sino de diferencias fundamentales sobre los valores democráticos.  Y como en otras ocasiones, Santos optará por barrer bajo el tapete con tal de mantener a flote su espejismo.

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