¿Quién es ese muchacho de la C-1? ¡El loco de las bolsas!

Se trata de Jean Carlos Rojas, un zuliano de 40 años de edad que vive en la indigencia, su trato es cordial con quien siente la curiosidad de acercársele, otros no lo hacen por temor, y aunque su lenguaje delata su nivel de perturbación, Jean Carlos no es agresivo.

Un pedazo de palo que enciende, le sirve de fogata para aclimatarse en las noches y calentar su comida; mientras se come un cambur que le regalaron, dice que el sol es “su mejor amigo”. Su cara roja como un tomate y sus labios llenos de costras –por las quemaduras del sol- dejan en evidencia lo que muchos piensan, Jean Carlos pasa todo el día bajo el inclemente sol y al parecer no siente dolor.

El loco de la C-1

El loco de la C-1

Sobre su familia comenta que a veces los ve pasar por la vía, aunque no le dicen nada, él sabe que “unos van a trabajar, a largar la verga pues” comenta. Una bolsa en el suelo con dos tasas dentro, dejan ver que alguien le trae a diario su comida, “es mi abuela”-dice muy sonriente- antes de acostarse en un pedazo de colchoneta que tiene en el piso.

Jean Carlos, sin pena y con su voz medio ronca asegura que muchas personas le lanzan piedras y le dicen cosas, pero otras le regalan dinero y hasta comida.

El loco de la C-1 El loco de la C-1

El ruido de los carros muchas veces interrumpe las cálidas siestas que “el loco de las bolsas” –como le dice la gente-tiene durante el día. A Jean Carlos Rojas, se le ha visto en ocasiones completamente forrado en bolsas plásticas, sobre eso no supo agregar un comentario.

Dice sentirse perturbado por una máquina que a diario lo molesta “es una máquina maligna” asegura. “Ella me dice cosas y hasta quiere matarme” –explica muy serio y fijando la mirada en el horizonte- también la muerte lo ha visitado: “Yo me enfrenté a la muerte, Satanás quiere llevarme pero no puede” asegura.

Una cloaca en el terreno cerca de donde vive le sirve de “piscina” y “nevera” –comenta-, Jean Carlos no duda ni un minuto en mostrar orgulloso donde se baña y bebe agua, sin importarle que las cucarachas compartan el mismo gusto por el lugar.

Aunque lleva mucho tiempo viviendo en el lugar, no espera ninguna ayuda gubernamental o de trabajo; dice sentirse muy bien y pretende quedarse toda su vida allí o hasta que “la maquina” se lo lleve.

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Texto y Fotos: Jimmy Pirela / @PirelaJimmy

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