No era menos de esperarse de un líder de la altura de Benedicto XVI, guiado por la razón y las exigencias de los tiempos. Quien declara: «Estoy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual en esencia, debe llevarse a cabo no sólo con palabras y hechos, pero no menos con la oración y el sufrimiento». Un mundo de sabiduría, sensatez y cordura ante un escenario que exige una fuerza y determinación que muchos líderes y dirigentes políticos deberían seguir.
Tal acción ofrece al mundo un aprendizaje que pocos entenderían sin considerar el marcado significado que tiene la posición y el grado de poder e importancia que tiene la del Pontífice en el Vaticano. La capacidad de ofrecer a un mundo convulsionado por la ausencia de líderes políticos de altura, decididos a entregarse hasta con su ausencia al beneficio del mundo, de un país o un pueblo.
Hemos considerado que las acciones ofrecidas por el Santo Padre, nos ofrece un momento de consideración, meditación y profunda reflexión. Lo cual invita a entender, ¿qué somos, qué hacemos y para dónde deseamos? que nuestras existencias orienten los esfuerzos necesarios para darle a la vida los mejores aportes de nuestras decisiones y reales acciones que beneficien al individuo, las familias y a la sociedad.
Aseveró con tal claridad de pensamiento, que «Sin embargo, en el mundo actual, sometido a tantos cambios rápidos y sacudido por cuestiones de profunda relevancia para la vida de la fe, con el fin de dirigir la barca de San Pedro y proclamar el Evangelio, son necesarios tanto la fuerza de la mente como la del cuerpo, elementos que en los últimos meses se han deteriorado en mí, a tal grado que debo reconocer mi incapacidad para continuar adecuadamente el ministerio que me fue confiado», expresó.
No se logra entender tal entereza, cuando así logramos ver en su amor y gran compromiso con su existir, que estando en sus zapatos se logre visualizar un mundo cambiante y exigente, como la necesidad de dar lo mejor de sí para aportar soluciones que sean de orden espiritual o de acciones personales, que determinan cambios en beneficio de la humanidad.
Finalmente, su aporte no es solo para el mundo Católico o religioso, es para cada hombre o mujer que ostenta el poder político, o una dirigencia que desea tenerla. Las posiciones de autoridad ameritan un perfil capaz de renunciar o aportar a muchos, de los beneficios que por derecho tienen que recibir, lo cual obliga que en vez de ver en la posición el placer de poseerlo, sea esta la oportunidad de servir a la gente.
Sí pensáis luchar por la República y la libertad;
No deis solo lo superfluo, ofrece tu corazón,
tu coraje y el profundo amor por Venezuela.