El Papa renuncia por falta de fuerzas

Joseph Ratzinger, de 85 años, tiene toda una retahíla de achaques: en 1991 sufrió un ictus y con anterioridad ya padeció complicaciones cardiovasculares. Además, tiene problemas de hipertensión y, de hecho, muchos consideran que fue ésa la causa del posible desmayo que sufrió en 2009 durante unas vacaciones en las montañas del Valle de Aosta y que hizo que se rompiera la muñeca derecha.

De hecho, Ratzinger sigue una dieta rigurosa y los médicos le han prohibido poner el pie por encima de los 2.000 metros de altitud. Es por ello por lo que los dos últimos años ha renunciado a pasar los veranos en la montaña para quedarse en Castel Gandolfo.

Además de los problemas de corazón, apenas ve por el ojo derecho, sufre un 50% de artrosis en la cadera derecha, padece hipertensión, se cansa cada vez más… Desde hace tiempo camina con bastón y utiliza una plataforma con ruedas empujada por empleados del Vaticano para desplazarse por la Basílica de San Pedro.

En los últimos meses, siempre por motivos de salud, ha disminuido sus compromisos públicos, sus viajes y las audiencias.

«Cuando un Papa alcanza la clara conciencia de que ya no es física, mental y espiritualmente capaz de llevar a cabo su encargo, entonces tiene en algunas circunstancias el derecho, y hasta el deber, de dimitir», aseguró el propio Benedicto XVI en 2010 al periodista alemán Peter Seewald en la larga entrevista publicada en forma de libro bajo el título ‘La Luz del Mundo’. Y ese día ya ha llegado.

Sin hoja de ruta establecida

Ahora bien, anunciada la dimisión, no existe una hoja de ruta establecida para el relevo de Benedicto XVI. Juan María Laboa, experto en la materia, apunta que «en el derecho canónico no hay nada contemplado para una situación como ésta. Hasta el día 28 de febrero, el Papa sigue siendo la máxima autoridad de la Iglesia y será él quien decida junto al Consistorio cuáles son los pasos a dar».

Respecto a los tres anteriores Pontífices que renunciaron al ministerio papal, éstos fueron Gregorio XII (en el año 1515), Benedicto IX (1032) y Celestino V (1294).

Las reacciones se disparan ahora por todos los puntos del planeta. E incluso dentro del propio Vaticano, donde nadie, «ni los ayudantes más próximos» del Papa, conocían el anuncio que iba a realizar su Santidad. «Nos pilló por sorpresa», ha confesado Federico Lombardi, el portavoz del Vaticano.

Lombardi insistió en el mensaje lanzado por Ratzinger en ‘La luz del mundo’, dejando claro: «Se puede dimitir en un momento de serenidad o cuando ya no se puede más, pero no en el momento del peligro».

Fuente: El Mundo

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