Transición y cambio de época, por Alfonso Hernández Ortíz (@AlfonsoZulia)

Desde hace varias décadas, la humanidad se está redefiniendo y entrando en una nueva etapa que deja progresivamente atrás a la modernidad, así que evolutivamente, los humanos nos encontramos ya en una transición.

 

La modernidad corresponde a una era humana que contextualizó al capitalismo como fase sucesiva al feudalismo y que representó un cambio total con respecto a lo feudal, de modo que constituyó el proceso cultural que andamio al modo de producción basado en la acumulación de capital, por medio de la explotación del hombre por el hombre.

 

Según Méndez, la modernidad, como todo cambio de época, representó una crítica frontal al modo de producción anterior, es decir, al orden feudal; al orden teológico, en el sentido de que durante la edad media se partió de una forma de organización de lo social a partir del orden teológico.

 

El agotamiento de la utopía y la exclusión social marcan, a juicio de este autor, la transición de épocas, mientras que la utopía constituye el elemento motor fundamental de la humanidad y de los procesos de nueva época. A partir de allí empezaron a  elaborarse las nuevas utopías, apareciendo para el momento, el movimiento de la ilustración francesa, que fue prácticamente el que sistematizó y popularizó el nuevo orden social capitalista.

 

En el  movimiento de la modernidad, que tuvo su inicio con el rescate del hombre y de la razón, utilizando la ciencia y la tecnología como medios para alcanzar el desarrollo; hay un desarrollo del sistema del capital, que fue la lucha contra el feudalismo y la conformación de nuevas instituciones: el mercado, la educación, el estado, las leyes y la instauración de la ciencia como único valor cultural legitimado.

 

Pero la transición hacia la modernidad no fue igual en toda Europa. La Revolución Francesa se produjo contra el orden feudal estatuido, sustentada en las promesas  de libertad, igualdad y confraternidad, a partir de las cuales se suponía se iba a ordenar la sociedad, garantizando todas estas por medio del orden y el progreso, más no así en Inglaterra y Alemania, que  tuvieron rumbos distintos, por lo cual en el futuro aparecerían las guerras mundiales.

 

Luego de la Revolución Francesa, aparece un nuevo ciclo histórico donde se incorpora la pequeña burguesía y el proletariado al nuevo orden mundial, incorporándose ambos al orden económico, social y político con la conformación del orden francés y luego del orden norteamericano. Todo esto trae su impacto que recorrió a América Latina.

 

El declive de la modernidad comienza cuando las grandes promesas quedaron sin cumplirse, cuando se van acumulando los problemas de la humanidad y apareciendo los grandes desequilibrios. En el agotamiento de la modernidad viene ocurriendo lo que sucede entre una época y otra: el desencanto total de la sociedad y el individuo, sobre todo la pérdida del sentido de la vida y luego convulsiones en todos los órdenes, cambios intempestivos de las instituciones y  la sociedad.

 

A juicio de Lyotoard, la modernidad inventó grandes meta relatos para la humanidad, que no llegaron a cumplirse nunca, como la relación Estado-partido, en el sentido de que la modernidad hizo creer que el hombre necesita una mediación para armar el orden  legitimo de la sociedad y esa mediación es el partido político.

 

Según, Haberman, se está construyendo ahora un nuevo orden de carácter mundial en el que pasamos de lo que se llama globalización en el mundo unipolar, a la mundialización del mundo multipolar, con reconocimiento a toda expresión, aparece así el predominio del ser humano en su contexto eco ambiental.

En términos políticos, la nueva época se basa en el desarrollo sustentable y endógeno, comunitario, en el gobierno  participativo y protagónico, en la descentralización local con vínculos mundiales (las redes).

 

El reto entonces, es cómo resolver el conflicto de incorporarse a la nueva época, como lo está haciendo progresivamente el resto del mundo, y el desafío será sobre un orden de nosotros mismos, partiendo de nuestros conceptos originarios y a su vez deslastrarnos de los conceptos anglosajones – occidentales sobre los cuales se sustentó la modernidad, ya que de lo contrario podríamos indigestarnos.

 

 

DC / Alfonso Hernández Ortíz / Politólogo- Abogado / dialogopublico@gmail.com / @AlfonsoZulia

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