El éxodo venezolano plantea el temor a bebés sin estado

Arelys Pulido ya había perdido un bebé en un deteriorado hospital de Venezuela, donde médicos y material sanitario son cada vez más escasos. De modo que cuando volvió a quedarse embarazada decidió dar a luz en el extranjero.

Llenó las maleta con ropa y unas pocas estatuillas de santos que esperaba las protegieran a ella y a su hija nonata cuando cruzaran uno de los peligrosos pasos ilegales a Colombia.

Este año nació Zuleidys Antonella Primera, una niña vivaracha de cabello y ojos oscuros, que no hacen sospechar la odisea que pasó su madre para poder tenerla en un hospital al otro lado de la frontera, en la ciudad de Cúcuta.

Por ahora Zuleidys no tiene ni la ciudadanía del país del que huyeron sus padres ni del lugar donde nació. Es una de los cada vez más niños nacidos de migrantes venezolanos sin residencia legal en Colombia, que en la práctica son básicamente apátridas.

“Es una preocupación más”, dijo José Antonio Primera, el padre del bebé, exmilitar y que ahora se gana la vida pintando motocicletas.

Aunque los niños nacidos de emigrantes tienen derecho a la ciudadanía venezolana, tendrían que registrarse formalmente en un consulado o viajar a Venezuela para obtenerla. Ambas cosas son imposibles para muchas familias. No quieren regresar hasta que la situación mejore, y los consulados están cerrados desde que el presidente, Nicolás Maduro, rompió las relaciones diplomáticas con Colombia en febrero.

El gobierno de Colombia concede a los recién nacidos asistencia sanitaria completa durante su primer año y les permite inscribirse en la escuela, pero los expertos en apátridas temen que si la crisis venezolana se alarga años, estos niños puedan llegar a la edad adulta sin derechos clave como la opción de viajar de forma legal, comprar propiedades o casarse.

El Registro Civil colombiano tiene constancia de al menos 3.290 niños desde diciembre de 2016 que no han podido obtener su ciudadanía. Grupos humanitarios estiman que el número podría llegar a los 25.000.

Incluso con la estimación más baja, según activistas, la cantidad de niños en riesgo de quedar sin patria en Colombia es preocupante.

“Es un número significativo cuando piensas que viene de una sola crisis”, comentó Amal de Chickera, codirectora del Institute on Statelessness and Inclusion. “Y si es prolongada y no se corta de raíz puede volverse mucho mayor”.

Casi 1,3 millones de venezolanos viven ahora en Colombia, en torno al 40% sin autorización legal. Colombia ha recibido más inmigrantes venezolanos que ningún otro país, y no se espera que las cifras bajen a corto plazo. Incluso a pesar de que la frontera entre ambos países esté cerrada, miles de personas entran cada día en Colombia por las mismas carreteras de tierra que utilizó Pulido cuando estaba embarazada.

La constitución colombiana solo ofrece ciudadanía por nacimiento a niños con al menos un progenitor colombiano o bien una madre o padre que pueda demostrar que tiene permiso de residencia.

Muchos venezolanos que llegan no tienen pasaporte, menos aún una visa. La visa temporal de dos años que el gobierno de Colombia ha concedido como medida temporal a casi 600.000 venezolanos no otorga la ciudadanía.

Eso ha dejado a muchos bebés en un limbo legal.

Las autoridades colombianas señalan que es culpa de Venezuela que haya una nueva generación de niños nacidos en el extranjero y prácticamente apátridas, pero que están trabajando en ponerle remedio.

“Todos en acuerdo en que hay que tomar medidas excepcionales”, comentó Alfredo Posada, portavoz del Registro Civil Nacional colombiano.

El gobierno baraja una propuesta para que cualquier niño venezolano nacido en Colombia desde el inicio del éxodo en agosto de 2015 tenga derecho a la ciudadanía. Se espera que la medida se apruebe en las próximas semanas, y los legisladores trabajan en un texto similar en el Congreso.

Los apátridas se convirtieron en una preocupación internacional a partir del periodo entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, cuando creció el número de personas que huían de la persecución o se vieron excluidas de leyes de ciudadanía, explicó David Baluarte, experto en el tema en la Universidad de Washington and Lee.

La cuestión se hizo más alarmante durante la II Guerra Mundial, cuando los judíos se vieron despojados de su ciudadanía en la Alemania nazi antes de ser enviados a campos de concentración.

Hay dos tratados de Naciones Unidas que protegen el derecho a la ciudadanía, pero se estima que hoy hay entre 10 y 15 millones de personas apátridas.

Los expertos señalan que depende de Colombia rectificar la situación de los niños venezolanos nacidos en su territorio.

“En este momento, estos niños serían apátridas en Colombia, así que ellos tienen la obligación de conceder la ciudadanía”, dijo De Chickera. “Eso sería una interpretación muy estricta de la ley, pero creo que es importante tener en cuenta que este es un momento bastante extraordinario”.

Cuando nacen en Colombia, los niños reciben un certificado de nacimiento, pero el documento dice claramente que no es válido para obtener la nacionalidad.

“El hecho de que el padre sea un migrante irregular no hace que nazca un niño migrante irregular”, señaló la abogada Xiomara Rauseo.

En este momento, los padres venezolanos pueden intentar acudir a los tribunales para obtener la ciudadanía para sus hijos, pero pocos lo consiguen. La Corte Constitucional de Colombia tiene dos casos abiertos, señaló Lucía Ramírez, coordinadora de investigaciones y cuestiones migratorias en la organización sin fines de lucro Dejusticia.

Otros lo han intentado a través del Ministerio de Exteriores, que debe revisar en tres meses los casos en los que un consulado extranjero no proporcione la ciudadanía. Dejusticia solo sabe de un caso que haya tenido éxito por esta vía, señaló Ramírez. Sin embargo, ese bebé no había nacido de migrantes venezolanos.

“No es un procedimiento que la gente esté usando”, dijo.

En el Hospital Universitario Erasmo Meoz, en la ciudad fronteriza de Cúcuta, padres con bebés recién nacidos en brazos esperaban ante una oficina de registro, deseosos de entintar los pies de sus pequeños y obtener su certificado oficial de nacimiento, solo para descubrir que el país no les concedía la ciudadanía.

“Lo normal sería que salieran la niña y todos (con) nacionalidad colombiana”, comentó Eduardo Bravo, expolicía, mientras acunaba a su hija en brazos. “Nosotros estamos aquí en Colombia no porque queremos. Es por necesidad”.

Pulido, de 44 años, cruzó la frontera a Colombia por primera vez cuando estaba en el cuarto mes de su embarazo para hacerse ecografías que no podía conseguir en su país natal. El viaje a pie y por un río en una canoa improvisada le resultó difícil, al igual que los dolorosos recuerdos de su embarazo anterior: el bebé murió durante el parto tras una complicación normalmente menor. Pulido lo atribuye a la crisis humanitaria en Venezuela.

“Varias amigas se han muerto ya de parir allí. Entonces me vine”, dijo.

Embarazada de ocho meses, hizo la maleta y se marchó por fin.

En una tarde reciente, Pulido y su esposo, Primera, examinaban el papel blanco con las pequeñas huellas de su hija que les dio el hospital. No sabían cómo interpretarlo, felices a la par que confusos.

La pareja dijo que no les preocupa tanto que Zuleidys crezca como colombiana o como venezolana, siempre que uno de los dos países la reconozca.

“Tal que tiene su derecho como tal cual, como un ser humano”, dijo Primera.

Entre tanto, la familia afronta preocupaciones igual o más urgentes mientras intenta labrarse una nueva vida en otro país. Primera ha tenido problemas para encontrar empleo. La pareja duerme con el bebé en un colchón en el suelo en un apartamento de tres habitaciones donde viven 13 personas. Y aún no tienen refrigerador.

Las estatuas de santos que Pulido cargó al cruzar la frontera descansan en una balda de concreto, debajo de botellas reutilizadas de Pepsi llenas de agua.

“Estamos en las manos de Dios”, dijo Primera.

AP

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