De la dictadura de cátedra. Por Luis Barragán (@LuisBarraganL)

Es de suponer que la sola superación del actual régimen, provocará una extraordinaria explosión editorial, pues, entre otros motivos,  la industria volverá a Venezuela.  Serán muchos los testimonios verdaderos y también los falsos, quedando sentadas numerosas cátedras en el esfuerzo de imponer,  incluso, una interpretación de los hechos que abaratará fácilmente su inmediatez.

 

Desesperando por la crónica, descollará una corriente historiográfica que, después o muy después, cederá al rigor de las otras perspectivas epistemológicas y metodológicas acaso insospechadas.  Probablemente, nuestra generación no asistirá a los esplendores de un largo e intenso debate entre los especialistas que también espera el país que no desea repetir la tragedia.

 

Respecto al marxismo que buscará sobrevivir al marasmo político y teórico, deberá trascender a todo discurso de autovictimización en el que siempre ha confiado, fuere o no de cuño allendista.  Son demasiadas las toneladas de consignas, no por su variedad sino por el peso ejercido de las pocas – realmente pocas – cotizadas en veinte largos años.

 

El socialismo reacio a todo debate, aún al interior del poder establecido, habrá de convertirse en un trauma de sincerarlo, como nunca lo ha hecho ni deseado para el debido saneamiento. La sobresimplificación del mensaje ideológico para tapar sus oquedades, sabrá de un historial sorpresivo por su agobiante simplicidad.

 

Convengamos, hubo minorías que, desde el poder, quisieron aportar algo a la discusión vedada y, a lo mejor, para acreditarse o intentar salvar su responsabilidad, hubo individualidades que se atrevieron a escribir, como Jorge Giordani y sus ya incontables títulos impresos o – mejor –  imprimidos por Vadell Hermanos;  Rodolfo Sanz y su “Repensar el socialismo”, acuñado desde la secretaría de un gobierno estadal;  o  Haiman El Troudi y “La política económica bolivariana (PEB) y los dilemas de la transición socialista en Venezuela”, propulsor del Centro  Internacional Miranda y quien  probablemente no se imaginó antes como presidente del metro de Los Teques y el de Caracas. Propios ni extraños,  los miraron.

 

Y creemos que no los leyeron, porque – buenos o malos – sus planteamientos no tuvieron el suficiente impacto para la definición del socialismo que nunca se dio, optando por reencausar sus inquietudes a través del madurato que les prometía sobrevivir, evitando el riesgo que siempre fue el del disenso. Éste, por cierto, tardío e interesado, como el del Giordani que apenas asomó aquello de las empresas de maletín, lo dejaron tranquilo y mudo.

 

Sobregiradas de la tinta y el papel que seguramente fueron a parar a las campañas electorales, las editoriales del Estado prosiguieron con sus grandes tirajes propagandísticos, pero hubo una minoría que operó para que viera la luz – por ejemplo –  “El socialismo del porvenir” de Claudio Katz, lanzado por El Perro y La Rana hacia 2007.  El análisis del autor argentino, puede servir de referencia para comparar los temas que esa minoría alentaba y no pudo ni quiso defender, menos ante  la cruda y brutal realidad que ahora los desautoriza.

 

Además, puede decirse, que no se entiende la biografía intelectual de ese marxismo que afloró en medio del auge rentista del presente siglo,  además, con ganas de polemizar, como el que anidó en el diario El Nacional de Caracas, por obra de Rigoberto Lanz, quien coordinaba el espacio. Hace poco, un amigo digital, conocedor del ámbito, nos indicó que, salvo uno o dos columnistas regulares de la sección, todos se encuentran desde hace varios años en el exterior, añadidos los más sectarios de entonces.

 

Integran  la también curiosa diáspora de los que celebraron la tierra prometida de Chávez Frías, guardando ahora toda la prudencia del caso.  Apenas haya libertad, muchos vendrán – sencillamente – a dictar cátedra.

 

 Luis Barragán  / Diputado AN / @LuisBarraganL

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