NOSOTROS | Dos generaciones atrapadas. Por Johnny Galue (@COOTUR)

Hoy tenemos, una generación de Jóvenes, más frágiles y dependientes, son las nuevas generaciones que justifican, que los adultos no puedan abandonar su posición de liderazgo. Que tienen que hacerse cargo de esos jóvenes que no pueden volar por sí solos, razón suficiente que les confirma que deben continuar teniendo la iniciativa y buscando soluciones por y para otros. Es una alianza en la que unos, a pesar de los años, siguen sintiéndose y viviendo como jóvenes y otros, pueden disfrutar más tiempo de ser niños. Dos generaciones atrapadas en un juego de roles que les permite acomodarse a los hábitos de vida de una sociedad ociosa y consumista. Este juego de roles no es el único, hay un tercero que cada día tiene más poder por número que  junto con la sociedad adulta, deja a los jóvenes en clara desventaja. Hablamos de los mayores, los verdaderos protagonistas del siglo XXI. Sabemos que la crisis económica que estamos viviendo tambalea los cimientos de la sociedad y pone encima de la mesa las dificultades que hay, para sostener ciertos auxilios. Esta situación, prende las alarmas, del envejecimiento en Venezuela, la dificultad existente para una renovación generacional que sostenga el sistema.

Estamos obligados a planificar el futuro y es cuando, en clave de futuro, se vuelve la mirada a los jóvenes porque ineludiblemente ellos son ese futuro del sistema como del País. Han disfrutado de pleno todos los logros que generaciones antes cosecharon y que ahora están en juego. El País, los mayores y los adultos cuentan con ellos esperanzados en que contribuirán a sostener el porvenir del País. De repente los “adultos de espíritu joven” toman conciencia de que el envejecimiento es real, de que la juventud no dura siempre y de que su sentimiento joven no es más que algo subjetivo e irreal frente a la certeza de la edad cronológica. Teniendo, que ir en contra de sus conquistas sociales y empezar a plantearse que han de aumentar la edad de jubilación y afrontar recortes en todos los órdenes hasta ahora impensables.

Los “adultos de espíritu joven” deberán de tomar conciencia desde su perspectiva del importante papel que los jóvenes tienen, para la supervivencia del País. Es imprescindible su vitalidad, su dinamismo, su fuerza porque eso es lo que impulsa la vida de cualquier sociedad.

El ejercicio de superación es, en si mismo, un ejercicio de crecimiento. De las enseñanzas de la frustración, de la creatividad que ofrece el aburrimiento. Esta nueva Generación de jóvenes, no sabe qué es la disciplina, porque no han sido presionados por ella. Viven ajenos a la cultura del esfuerzo, embriagados por la cultura del disfrute. No conocen la imaginación que procura la escasez. Carecen de modelos de liderazgo próximo porque han asistido a la ofensa de la autoridad adulta. Se han quedado hipotecados por los beneficios de la sociedad, por la mercadotecnia del consumo y no pueden alzar el vuelo.

Se han convertido sin saberlo en los representantes de una sociedad envejecida, herederos del proyecto de sostener lo que sus padres y abuelos crearon, pero sin la capacidad de dar salida a su impulso joven más profundo. Esto es un nuevo golpe para esta nueva generación de jóvenes, que han crecido consentidos como niños, con proyectos individuales confusos y que ahora, sin haber sido avisados, van a tener que sostener la tambaleante sociedad venezolana. Les hicieron protagonistas de la abundancia y príncipes en sus casas y, ahora, son las víctimas de sus consecuencias.

Ahora bien, no todos los jóvenes son iguales, no se puede generalizar y contribuir frívolamente al fomento de una imagen negativa. Ellos son el bien más preciado de nuestra sociedad y no los debemos manchar con etiquetas. En sus manos está el futuro de un pueblo y de ellos depende. No todos los jóvenes son así y, aunque haya diferencias entre unos y otros, la brecha que verdaderamente los distingue se abre entre los jóvenes del mundo desarrollado y los jóvenes de los países en vías de desarrollo.

Los jóvenes de los países emergentes no están tan bien preparados, pero tienen muchas más necesidades de avanzar y de progresar que los primeros, puesto que todavía no gozan de las opciones que estos tienen.

Los  jóvenes de los países desarrollados que son menos en número. Han sido los hijos deseados, traídos al mundo para darles las mejores opciones pero han sido tratados como niños porque sus padres querían ser ellos, ser también jóvenes. Criados en una confusión de roles como de funciones. Los padres de estos jóvenes, antes divertidos gozosos y remolones al no alzar el vuelo, observan ahora desolados su falta de impulso.

En cambio, los jóvenes de las sociedades emergentes también tienen lastres, sufren el peso de las condiciones de precariedad heredadas de otras épocas, sin embargo, no tienen las cargas de una sociedad envejecida. Tampoco los adultos les han querido suplantar, ni quitarles el protagonismo de su juventud. Su condición joven es su principal fuente de riqueza, su efervescencia arrolladora es el motor necesario para cualquier crecimiento colectivo. Estas son circunstancias tan admiradas como temidas en los países con sociedades gastadas y apagadas, poco satisfactorias para los jóvenes de la sociedad de la abundancia, criados y alimentados como príncipes y debilitados por el exceso de protección.

La naturaleza es sabia y, posiblemente, una parte de ellos pueda cambiar su rumbo. Seguramente serán aquellos que estén menos apegados a su entorno seguro, los menos imbuidos en la sociedad del consumo.

DC / Dr. Johnny Galue / Abogado, Político / @COOTUR

 

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