A propósito de Estados Unidos, el socialismo y Venezuela. Por Luis Francisco Orozco 

A pesar de que la radicalización izquierdista por parte del establishment norteamericano ha sido un hecho indiscutible en los últimos años, lo ocurrido hace algunos meses en el famoso show Real Time del comediante Bill Maher representó la confirmación de lo que algunos críticos han venido apuntando desde la llegada Nicolás Maduro al Palacio de Miraflores.

Esto es,  que aún cuando Venezuela esté sufriendo una de las peores crisis económicas y humanitarias de la historia, un amplio sector dentro de la izquierda estadounidense se atreve ya no solo a romantizar, sino a abiertamente apoyar la ideología política detrás del histórico desastre.

El protagonista principal de esta lamentable atrocidad fue el famoso actor Jim Carrey, quien se atrevió a decir que más allá de lo que haya acontecido en los regímenes socialistas, Estados Unidos debería abrazar dicho sistema político.

Lejos de ser un detalle anecdótico, algo similar ocurrió previamente durante el programa Last Week Tonight del también comediante John Oliver, quien se rehusó a señalar al socialismo como la piedra angular de los males que padece Venezuela.

En el prime time de la televisión norteamerica, Oliver dedicó casi un segmento entero a la catástrofe venezolana, incluyendo un pequeño recuento histórico de cómo comenzó la ya conocida debacle. Si bien no fue la aburrida orgía de ignorancia pequeño-burguesa y pereza pseudo-intelectual exhibida por el videoblog de opinión La Pulla en su video de YouTube hace un año, el comediante británico quiso dejar en claro que nadie puede culpar al socialismo por el pandemónium nacional.

Para ser justos, Oliver indicó acertadamente muchos de los puntos que han llevado al colapso generalizado, haciendo énfasis en la ineficiencia y mal manejo por parte del chavismo en materia económica.  De igual forma, no dudó en señalar el carácter autoritario y dictatorial del régimen, así como la persecución contra la disidencia y el vergonzoso uso de la teoría conspirativa como excusa para todo.

A pesar de que el guionista hizo un gran trabajo, el sorprendente error de Oliver tuvo lugar luego de iniciar el segmento mofándose de cómo algunos medios norteamericanos de centro-derecha utilizan el caso de Venezuela para explicar los males del socialismo.

Lamentablemente para Oliver y el establishment estadounidense, decir que el socialismo no tiene nada que ver con lo que está ocurriendo en Venezuela es como asegurar que lo hecho por el ex director del FBI James Comey no jugó ningún rol en la histórica victoria de Donald Trump en las presidenciales del 2016.

Lo que resultó tragicómico en el segmento de Oliver fue el hecho de que prácticamente todos los puntos que él consideró determinantes para entender la situación venezolana tienen una conexión directa con la ideología socialista.

Además de sus primeros apuntes, las estatizaciones de empresas privadas y las famosas expropiaciones no solo forman parte del modus operandi socialista, sino que además representan una de sus máximas premisas.

Otros elementos igual de obvios que los anteriores lo han sido la desesperada inversión en programas sociales (léase Misiones) y la manera en la cual el régimen bolivariano invirtió cierta parte de los ingresos de la nación en la oferta de productos subsidiados para la clase más desposeída y mantener la gasolina en precios vulgarmente bajos.

Obviamente, acciones como el control de precios de diversos productos, así como el control cambiario e incluso la imitación bolivariana de la cartilla cubana de racionamiento y la lúgubre época de los Soviets en la Unión Soviética con la creación de los CLAP, forman parte de un itinerario no precisamente liberal o amante del libre mercado.

Así mismo, la estatización de los sectores productivos y el hecho de que uno de los pilares detrás de la planificación económica sea una figura como el podemita Alfredo Serrano oscurece el panorama para el enorme grupo de gente que se rehúsa a culpar al socialismo de la desgracia venezolana, o simplemente lo apoya como el famoso actor de Ace Ventura.

Después de todo, el denominador común en la izquierda norteamerica y occidental en el caso Venezuela es achacar todas las culpas al “populismo” y así mantener descontaminada la palabra “socialismo.”

Al menos en el caso estadounidense, todo esto no es más que tan solo una de las razones por las que Jim Carrey y John Oliver adoptan semejante posición. De hecho, la razón principal detrás de todo  gira en torno a la figura de Bernie Sanders,  y cómo éste personaje  es quien lleva la antorcha de la izquierda estadounidense hoy en día.

A pesar de que el Partido Demócrata se ha caracterizado por ser históricamente de centro-izquierda,  este siempre ha contado con el mal endémico de la tendencias socialdemócratas y progresistas en occidente: el relativismo moral y la tenue confraternidad ideológica con el socialismo y comunismo.

Naturalmente, esto ha hecho posible lo que parecía impensable hace pocas décadas: el surgimiento de un candidato autodefinido como socialista con posibilidades de convertirse en el presidente de la nación más poderosa del mundo.

Si bien Hillary Clinton lo derrotó en las primarias, documentos desclasificados por WikiLeaks revelaron la colusión entre su equipo y el mismísimo Comité Nacional Demócrata para sabotear la campaña del senador de Vermont.

De acuerdo a la opinión de diferentes analistas, Sanders habría ganado de no producirse esta operación. De hecho, su enorme influencia y popularidad es tan indiscutible que hoy en día el partido Demócrata ha adoptado íntegramente su agenda y narrativa. De hecho, la mayoría de las nuevas figuras demócratas son políticos que comparten su misma visión.

Si a todo esto le sumamos sus famosas consignas a favor del “socialismo democrático” y sus exóticos discursos en donde combina la moderna identity politics con la clásica lucha de clases, es fácil entender que los Estados Unidos sea hoy en día  un país en el que la izquierda más reaccionaria posee una enorme popularidad no solamente entre los jóvenes, sino también entre los medios de comunicación más importantes y la poderosa industria del entretenimiento.

Llegados a este punto, el hecho de que John Oliver y Jim Carrey hayan dicho semejante barbaridad, representa la irresponsable forma en la que la almidonada izquierda estadounidense apoya y a la vez se prohíbe condenar la ideología que tanto glorifican cuando un país sufre el caos y destrucción que esta causa.

Como todos podrán imaginar, esta insólita situación ha generado un contexto político en el cual la centro-derecha y el Partido Republicano son probablemente los únicos frentes en los que se señala y critica el aspecto ideológico detrás de la revolución bolivariana y su fracaso histórico.

Si al hecho de que la izquierda estadounidense romantiza la izquierda radical le sumamos su oposición fanática y reaccionaria ante Donald Trump y los republicanos, es fácil concluir que su opinión acerca de Venezuela y el socialismo difícilmente cambiará.

Después de todo, uno de los mayores males de la política contemporánea es cómo un bando suele estar dispuesto a negar y combatir todo lo que emita la contraparte, aún si esta hace énfasis en detalles tan obvios como apuntar que hay diferencias biológicas entre el hombre y la mujer.

Lejos de ser un caso aislado, lo dicho por John Oliver y Jim Carrey se convertirá en el denominador común dentro de la izquierda norteamericana cada vez que sea inevitable hablar sobre el caso venezolano.

Luis Orozco – Comunicador Social

 

 

 

 

 

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