Breve nota sobre Venezuela y Colombia. Por Luis Barragán (@LuisBarraganJ)

Ha sido tormentosa la relación colombo-venezolana a lo largo del presente siglo, por la naturaleza contrastante de sus gobiernos.  En un constante hacer y deshacer de los vínculos diplomáticos y hasta consulares, añadida la orden de trasladar los blindados a la frontera, proferida bulliciosa y televisivamente por Chávez Frías, muy poca ha sido la quietud de Caracas de compararla con la paciencia de Bogotá.

 

Nuestra salida de la Comunidad Andina de Naciones, preferido Mercosur por un régimen de rumbos caprichosos, como inciertos, en el ámbito de la integración  regional y subregional, promoviendo sendos aparatos o instancias de una visible y endeble vocación e interés político, dice restarle significación al entendimiento bilateral. La tal revolución  bolivariana prefiere a otros vecinos en el Palacio de Nariño, no ahorra epíteto alguno en relación a sus actuales ocupantes y vocifera, acá, la atención dispensada a más de cinco millones de neogranadinos a los que también los tienta huir de la dictadura: ésta los trata como si nunca se hubiesen asimilado al país, compartiendo sentimiento e identidad.

 

La atención privilegiada que dispensamos, es hacia las fuerzas irregulares del vecino país. E, incluso, muy poco o ninguno ha sido el contacto de sus corporaciones castrenses, las constitucionalmente reconocidas en Venezuela y Colombia, a pesar de actuar en un común ámbito geopolítico que, sencillamente, obliga.

 

Podrá alegarse que no hay razones para una mínima vinculación entre ambas entidades castrenses, pues, la nuestra la prefiere con las FARC, por ejemplo, aunque haya que esperar un largo tiempo para que hipotéticamente ella asuma el  poder. Olvidan que la otrora Cuba, exportadora de la insurrección continental, ya derrotada, trató de normalizar sus relaciones con los vecinos, interpretándose en una ineludible realidad geopolítica, abanicando la posibilidad de reinsertarse en la OEA, hasta que el prospecto Chávez Frías pisó el Palacio de Miraflores, macerando otras condiciones que ya no lucen tan promisorias.

 

La falla está en las posibilidades que ventiló el Foro de Sao Paulo para una propuesta que ya el petróleo no puede financiar y, marcando un regreso arrepentido a la razón, en los tiempos venideros implicará un vasto reacomodo de factores que, por siempre, se dijeron alternativos, así no revelasen novedad alguna, excepto en el historial autoritario que caracteriza a América Latina. El problema reside en la sustentación material, de esos factores, agotada la vía de Obredecht, abierta la puerta maldita de la globalización, no otra que la delincuencial, para el descrédito de la puerta bendita de una era que tarda en llegar definitivamente en este lado del mundo.

DC / Luis Barragán / Diputado de la AN / @LuisBarraganJ

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