El puente nos lastima. Por Eneida Valerio Rodríguez

El Relámpago  del  Catatumbo, ha alumbrado por  tiempos inmemoriales las noches sobre el Lago de Maracaibo. Un Premio Guinness en 2016 lo destacaba como el de mayor concentración de  rayos en el mundo. Esto, le ha  facilitado posicionar  su condición  de generador  de oxígeno, amén de su exuberancia nocturnal  cuando podemos observarlo. Comentario especial, merece apreciarlo sobre las palafíticas construcciones de los pueblos de agua en el sur de su cuenca.

Esas tierras, de muestras alucinantes en el espectáculo del relámpago, son las mismas de hace siglos atrás de insaciables corsarios y piratas que obligaron al refugio de familias, en su afán de protegerse de la barbarie desmedida de tales personajes. Pareciera que esos bárbaros, nunca  se  marcharon del estado occidental más rico del país tanto desde las entrañas de su suelo como de sus hechos, leyendas  y tradiciones que han conformado con suficiente solidez la identidad  regional una de las más ricas.

Hoy el Zulia, es un estado  abandonado, desasistido, invisible para quienes están obligados a cumplirle. Llama la atención  las penurias de sus habitantes angustiados por largas horas sin luz, en una paradoja impensable.  Porque en Maracaibo según destacados cronistas, la luz  eléctrica, la convirtió en ciudad de avanzada en su momento, al ser la primera en Venezuela que mostró este  avance tan esperanzador.

Antes, había puesto al servicio de su pequeña urbe, el cine  con los Hermanos Trujillo  Durán  a poco  tiempo del exitoso  estreno de los  Lumière en Francia a finales del s. XIX. En Maracaibo, asimismo, la ciencia logró escollar a sus mentores y demostrar la posibilidad  de una mejor vida con el primer trasplante de riñón, realizado en el país y en un hospital público.

Hoy, el desprecio de sus gobernantes la ha tiranizado y echada al olvido. La desidia oficial  arrodilla al Zulia en medio de su singular potencial económico. Sus gobernantes, han convertido la fertilidad de su suelo en asoladas tierras impregnada de una barbarie cruel e incomprensible.

Todos estos gobernantes, han carecido del sentido de dignidad para el pueblo de la décima, de la gaita perijanera,de los  chimbangueles del Catatumbo. Del Zulia de Udòn Pérez el de “Maracaibo Mía” y escritor del Himno Regional,  de Rafael María Baralt, con su Historia de Venezuela  y aporte a la ingeniería del momento al país. Es el Zulia, de la gaita pegajosa, intima en manifestación folclórica y religiosa cuando se eleva para su Chinita, morena de  tez y blanca en el corazón esperanzado de  cada hijo de su entorno. No importa la distancia que le separe de su tablita  de  fe y esperanza.

Maracaibo con su puente, es icónica para el país. Su estructura imponente aunque agotada por el crecimiento vehicular, demanda otro de mayor capacidad. Pero el puente Rafael Urdaneta, corre peligro. Las advertencias se han dado a través de distintos  expertos.

Los ingenieros conocedores de esta obra con más de 50 años uniendo a las  costas oriental y occidental y acortando  la distancia en la comunicación, advierten del colapso próximo sino se toman medidas a tiempo y urgentes para  impedir el desplome  en la misma medida que acaba de pasar en Génova, Italia  cuyos desaparecidos siguen ocupando horas en los rescatistas.

Acá no pasa nada con el deterioro  de la salud, ni con la desnutrición y muerte  de los pequeños los más vulnerables  de todos los segmentos etarios. Tampoco, con la  situación de la economía  y el largo proceso de 9 meses de hiperinflación sin que se haya tomado  una sola medida que  enfrente el problema. Ahora, se pretende con el carnet  de la patria dar respuesta a su irresponsabilidad  aplicando en una descabellada decisión, el pago de la gasolina a precios internacionales, con una engañosa advertencia.

En medio de esto, el venezolano languidece con tantas penurias afectado en gran medida en este  caso concreto, por la falta de transporte, que sin dudas empeorará.

Nada le  estremece al gobierno. Ni la  sofocante  situación de un apagón generalizado en una ciudad con altas temperaturas como es Maracaibo. Ni la  suerte de más de 10 millones de  venezolanos fundamentalmente  jóvenes, quienes corren en estampida imparable hacia otros países que muestran cansancio  de la avalancha incontrolada de los venezolanos. Nada le trastoca, en su afán por controlar el poder. No hay soluciones a las inundaciones en Amacuro y Bolívar, cuyas penalidades siguen para sus habitantes desafiadas por la naturaleza.

Nada le importa al  gobierno de sus ciudadanos desprovistos de seguridad. En cambio a nosotros, nos preocupa su comportamiento, porque el destino de un país está en buena parte atado para su buena marcha en manos de sus gobernantes. Y no es esta, la señal recibida en largos años de revolución.

 

DC / Eneida Valerio Rodríguez

 

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