Sector 5 Bocas, en Cabimas, tiene 22 días sin luz 

El calvario de vivir sin electricidad. Los cortes y bajones han afectado la rutina de todos los habitantes del estado Zulia, pero hay 19 familias en la calle 24 de julio del sector 5 Bocas, en Cabimas, que tienen 22 días sin luz por la avería de un transformador y no reciben respuesta de la Corporación Eléctrica Nacional, Corpoelec.

Hanny Uzcátegui, tiene 32 años y cuatro hijos- de 1, 3, 7 y 9 años- en las noches duerme con ellos en el suelo del frente de su vivienda o en la acera, con la esperanza de que el viento nocturno los refresque y puedan descansar algunas horas. Aunque ella tiene semanas que no duerme, para cuidar de sus hijos por temor a la inseguridad.

Desde el 24 de mayo su vida cambió, al igual que la de sus vecinos, quienes han cambiado su rutina para poder sobrevivir sin luz. En las 19 casas no tienen agua, electrodomésticos para refrigerar o procesar los alimentos ni pueden cargar sus teléfonos o entretener a sus hijos con algún programa televisivo.

Muchos se han mudado temporalmente, a casa de otros familiares y amigos, pero hay un grupo que se niega a abandonar sus hogares, que con mucho esfuerzo han logrado construir. Uzcátegui es ama de casa y explica que, desde ese jueves todo cambió para su familia.

“Nadie sabe lo que vivimos aquí, nosotros nos quejábamos porque a diario, ocurrían los bajones y se dañaban los artefactos, pero ahora no tenemos nada. Hemos ido a Corpoelec y solo dicen que debemos esperar”, expresó el ama de casa.

El desespero toma espacios, mientras que las únicas soluciones que surgen son costosas. Los habitantes debido a la falta de acción de Corpoelec han buscado otras vías, pero el transformador está valorado en 400 millones de bolívares y no  tienen dinero para pagarlo.

Muchos de los vecinos de la barriada han resuelto con el apoyo de vecinos a través de extensiones eléctricas que reciben de otras casas para, al menos, conectar un ventilador durante las noches. Pero a pesar de esto, temen sobrecarga en el transformador.

Aunque pueden cocinar, no tienen agua ni alimentos. Cada día se despiertan temprano y deben salir a comprar lo que cocinarán para evitar que se dañe la comida. En todas las casas hacen lo justo, a veces lo comparten.

María Pineda, de 56 años, tenía una bodega en su casa y las fallas eléctricas la obligaron a cerrar sus puertas. Ella vendía refrescos, hielo, agua y helados, pero se le dañaron las dos cavas refrigeradoras con las variaciones de voltaje.

“A veces habían siete bajones al día y empezábamos a correr para apagar todo. Ahora no tenemos nada que prender, no es fácil”, resaltó Pineda, quien en las noche prende velas para iluminar su casa.

Según lo que relataron, en la comunidad, ese día llovió fuerte y un rayo provocó una explosión en el transformador, después que escucharon un ruido fuerte y cortaron la energía, esperaron varias horas y no llegó. Al día siguiente llegó la cuadrilla de la empresa eléctrica y les informó que estaban en la lista para el cambio de transformador, sino querían esperar, lo debían comprar.

A sus 84 años, Justina Chacón, no conoce a otros vecinos, siempre ha viviendo en la misma calle, ahora acompañada de sus hijos y nietos. La jubilada dice que le cuesta mucho mantenerse, por las altas temperaturas que se registran en las tardes

Chacón comentó que con el calor y la humedad, debe comprar hielo para enfriar el agua que toma durante el día y poder mantenerse hidratada. Ella dice que sus nietos lloran “a cada rato” porque prenden el televisor y no hace nada.

Para Luis Rodríguez, la calle alegre en la que residía se convirtió en la calle fantasma, porque no hay ruidos y la noche se hacen eternas para todos. Su hijo está operado de la columna y debe permanecer en cama, la temperatura le provocó pústulas en la piel y no lo ha podido movilizar mucho por los cuidados que necesita.

Los más pequeños sufren mucho, hay bebés, niños y adolescentes, algunos dejaron de ir a la escuela porque se quedaban dormidos en las clases y no podían cumplir con sus actividades.

Insectos y desespero, es lo único que perdura en su cotidianeidad, los cuales transcurren sin que visualicen una solución pronto. Según sus vecinos, a la calle 24 de julio, ninguna autoridad local ni regional, les ha ofrecido apoyo o ha escuchado su solicitud.

“Aquí no hablamos de política ni nada, es cuestión de calidad de vida y nadie se ha acercado para escuchar lo que estamos viviendo. Estamos en crisis y nadie hace nada por nosotros”, concluyó desesperada Carolina Méndez, otra afectada.

 

DC / El Pitazo

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