El truco de la unidad. Por Eugenio Montoro

Con marcada insistencia líderes, voceros y ciudadanos de oposición abogan a que “nos unamos” para salir de este maloliente y perverso régimen que nos tiene pelando a todos.

La “unión” pareciera haberse convertido en el sueño a alcanzar, en algo así como la fuente de la juventud, la piedra filosofal, la piel de zapa, el soplo de Zeus, la joya de Kaustubha, la poción mágica de Astérix o cualquier otro chirimbolo que se nos ocurra, para suponer, de igual manera, que al estar unidos todo se resolverá y seremos felices.

Si bien a los opositores nos gustaría unirnos pareciera que la dificultad principal radica en que para que exista unión debe haber subordinación. La unión requiere que se acaten órdenes sin reviros y allí comienzan las trabas.

En esta época del mundial de fútbol, imaginemos a los jugadores haciendo lo que quieren. Los defensas abandonan sus puestos, se dedican a meter goles y salen de la cancha de vez en cuando a tomar cerveza. Los delanteros no hacen pases, sino que, buscando la gloria, “disparan” al arco en cuanto tienen la pelota y así por el estilo. Así no se ganan los partidos, se requiere un entrenador que dirija y que, además, sus indicaciones se cumplan. En una guerra los coroneles no andan de su cuenta y tienen que obedecer a sus jefes generales sin chistar. Igual ocurre en las empresas y en cualquier organización civilizada que desea lograr algo.

En un grupo unido, el proceso de toma de decisiones puede ser variable pero enfocado a la meta. Una vez que se acuerdan las cosas, estas se convierten en órdenes y toda la organización que se dice unida debe acatarlas. A pesar de lo sencillo del esquema, normalmente preferimos no utilizar una organización con claras líneas de mando por miedo a que produzcan roces y conflictos o para no reducir nuestra influencia e importancia y la cambiamos por la ilusión de que podemos estar unidos a través de organizaciones acolchonadas donde nadie es jefe y todos “somos iguales”.

En realidad, podría ser otro esquema de unidad, pero esta debe demostrar su existencia al replicar las mismas órdenes en todas partes del territorio nacional. No hay otra forma, lo demás son solo acciones aisladas emparentadas con el decir mexicano de “pior es nada”. Nuestra desbordante creatividad, que usualmente termina en una asamblea, una reunión, una declaración o en una protesta, está bien, pero al no estar acopladas a nivel nacional, tal como músicos de orquesta, el resultado es más ruido que melodía.

Venezuela está tan destrozada que aún después de salir del régimen deberíamos mantener una organización temporal de gran unión, sin embargo, hasta nuestra tirria al centralismo lo dificulta. En realidad, la descentralización es excelente para una época de desarrollo, pero no para tiempos de guerra.

Así que el deseo de una unión poderosa tal vez se quede en el cofre de las buenas intenciones. Todos seremos en algo culpables, por nuestro tradicional gusto de ver las cosas desde el poltrón de las creencias y no desde la banqueta de lo útil.

Pero bueno, así somos. A pesar de todo y con todas las dificultades de estos complejos procesos vamos sin duda a vencer. Este régimen puede aparentar fortaleza, pero no es así. Pronto lo veremos caer.

DC / Eugenio Montoro / montoroe@yahoo.es

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