Las ilusiones. Por Luis Acosta

Dice el dicho: “de ilusiones también se vive”. Y eso es verdad, tanto, que hoy, con todos los males, todos tenemos ilusiones. Esto lo comentamos porque regularmente, estas ilusiones pasan a ser comparaciones y exigencias de nuestras razones. Por ejemplo, hoy en Venezuela hay más ilusiones que expectativas; es decir, por un lado las posibilidades de unos no son tan claras como las de otros. Pensamos que, tanto oposición como gobierno, tienen sus ilusiones particulares pero como en los juegos de las elecciones también hay lo principal cuando se trata de que los pueblos se conviertan sabiamente en sus propios delegados y sus propios jueces. Esto no es ninguna locura porque a la larga los pueblos tienen que aprender que les es más conveniente ser legítimos ciudadanos que fanáticos en los juegos políticos.

En efecto, pareciera que nadie se convence que la vida no es hasta los 700 años, como Matusalén, o que podemos tumbar un templo, como Sansón. Se precisa crear conciencia de las cosas más importantes que suceden a nuestro alrededor. En este sentido, el gobierno tiene que reconocer que no lo ha hecho bien. Así también, los resultados les señalan de no haber sido afortunados en su administración. Por otro lado, no se puede gobernar apartando a un grupo indispensable para la sociedad como los grupos profesionales y el preparado intelectual. Igualmente, la incorporación del experimentado que no se puede transformar en sabio escondido por falta de uso; porque los sabios, como los ricos, también se necesitan y si su riqueza proviene del mercado y del trabajo son necesarios para que enseñen a producir con decencia a los otros que sea poco o mucho, es una decisión de cada quien. De ese modo de conciencia y pensamiento, deben salir resultados electorales  más cerca de la realidad social y doméstica que se vive, y así lograr la mayor felicidad para un pueblo que merece un trato más honesto en la acción en vez de caos y componendas.

El asunto está en que la búsqueda de la felicidad merece más cuidado y esmero y aún más sacrificios. El dicho bolivariano dice: “el que nada sacrifica a nada tiene derecho”. Así pues, es preciso que al final todos se convenzan que los pueblos no pueden vivir de dádivas. En efecto, los pueblos y las voluntades verdaderas tienen que acercar sus soluciones, o sea, más trabajo que mando, más servicios y menos regalos. Por ejemplo, en Venezuela un hombre como Hiram Gaviria debía estar de actuante en la vida administrativa del país y no con direcciones bajo el mandato de hombres que no saben donde están parados. Por otro lado, es difícil controlar al gobierno que no se aproveche de todas las ventajas pero, también, es justo y necesario que los órganos del estado tienen que estar en manos más equilibradas llenas de deseos republicanos. Así, las elecciones deben ser una fiesta nacional cuando las reglas se juegan abiertas, los conteos se hagan públicos y el universo de votantes contentos que no sea una apariencia sino una verdad. En este 20 de mayo, la gente no sabe qué hacer y eso es grave en una democracia, tanto más cuanto, nos percatamos que se trata de unas elecciones en pleno siglo 21 y ¡eso es imperdonable!

DC / Luis Acosta

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