Su Santidad, por Eugenio Montoro

Un pícaro chiste sobre la máxima autoridad de los católicos se pregunta por qué, el papa, no puede ser mujer. La verdadera razón, explica el sabiondo, es que usualmente nos referimos a él como “su Santidad el papa” y si fuese mujer deberíamos anunciarla como “su Santidad la mama”.

Lo cierto es que el pobre papa Francisco hizo poca gracia en su último viaje por América y muchos opinadores lo descosieron a fuerza de críticas severas por su ruidoso silencio frente al drama venezolano.

Algunos acusan a Francisco de ser simpatizante de las ideas marxistas y comunistas y ni siquiera disimula su ácida seriedad en los encuentros con su paisano Macri o con el presidente chileno Piñera, símbolos, ambos, (¿en su fantasía?) de los ricachones.

No sería raro que el actual papa tenga alguna simpatía con la Teología de la Liberación (TL) que casi fractura la Iglesia latinoamericana y que, en efecto, pone en el centro de la atención y la acción a los pobres y además busca un hombre nuevo tal como lo hace el pregón comunista. Quizás por eso prefiere “mirar pa otro lao” e ignorar el desastre venezolano al considerar a Maduro como un bien intencionado pero sufrido camarada rodeado y acosado por el imperio.

Pero, por otra parte, los obispos venezolanos parecieran no estar en sintonía con su Santidad y critican alto y claro y sin contemplaciones al totalitario Maduro y sus colaboradores.

Quizás estas líneas ayuden al posible confundido católico venezolano a aclarar las cosas y lo haremos copiando uno de los casi dogmas de la Teología de la Liberación, “La libertad desinteresada que asume la austeridad y la pobreza para ser libres frente a los poderes del mundo”.

Al igual que los chavistas, los curas fanáticos de la TL aúpan la pobreza, sin embargo, si hay algo clarísimo en las sociedades humanas es las ganas de vivir lo mejor posible y bien lejos de la pobreza. No en vano los cuentos de la lámpara de Aladino nunca olvidan algún deseo de riquezas.

Casi todos los grandes pensadores coinciden que la diferencia fundamental entre el hombre y los animales es su capacidad para razonar y pensar en abstracto o dicho de otra forma cuanto más razonas más ser humano eres y cuanto menos tiempo le dediques a la reflexión más cerca estás del animal. Sócrates ya lo sugería con aquello de “solo una vida de reflexión merece ser vivida”.

De manera que cuanto más tiempo tengamos que dedicar a buscar lo necesario para subsistir, es peor y a eso es lo que nos empuja la pobreza. Dedicar todo nuestro potencial a obtener un mendrugo es desperdiciar la vida. Por el contario quien tiene satisfecho lo necesario puede entonces dedicar tiempo a lo importante, es decir, a la reflexión y al cumplimiento de su misión como humano.

Tener un nivel de riqueza alto es el deseo de la raza humana y ser pobre es exactamente lo que debemos evitar. Ayudar a los pobres a salir de su problema temporal está bien y tiene muchísimo de moral, pero exaltar la pobreza como algo aceptable es ridículo y anti humano.

 

DC / Eugenio Montoro / montoroe@yahoo.es

 

 

 

 

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