Como a las diez nos vemos, por Eugenio Montoro

Por estos días escuchaba a un humorista extranjero que decía que los latinos que llegan a Estados Unidos cambian mucho su manera de comportarse “hasta los he visto cazando mariposas, como los gringos o cortando el césped”, “fíjense ustedes como será la cosa que hasta una vez me conseguí un venezolano puntual”.

Confieso que la chanza me “movió”, no porque no supiera que somos impuntuales, sino porque ya nuestra fama es internacional tal como lo son (todas injustas) la prepotencia del argentino, lo bruto del gallego o lo tacaño delos de Escocia.

El haber pasado a las grandes ligas de la fama en la impuntualidad hace buena la ocasión para reflexionar sobre el tema.

Lo primero sería preguntarnos si siempre somos impuntuales y la respuesta es que no. Para las cosas de mucho interés somos puntuales y hasta podemos llegar a la cita con una buena anticipación. Pero para todo lo demás lo somos en diversos grados. La cosa es tan extendida y aceptada, que los organizadores de cualquier evento adelantan falsamente la hora de inicio para permitir llegar a los retrasados que son la mayoría.

En los actos políticos es especialmente notorio. He conocido convocatorias a las 9 a.m. y realmente comienza a las 12 (3 horas después).

En nuestra opinión la aparente indolencia del venezolano hacia la puntualidad nos viene desde la Colonia pues, en aquellos tiempos, el último en llegar a una reunión era usualmente el más importante o poderoso y solo aparecía cuando los “menos importantes” habían llegado.

Es posible que esa asociación retraso-poder esté grabada en nuestra creencia colectiva y se hubiera ampliado con el tiempo.La imprecisión en las horas de la cita es una consecuencia lógica de la impuntualidad que le permite a todos llegar a tiempo y desbaratar la llegada por orden de importancia. Si usted invita a unos amigos a sus casa puede ser “por la tardecita” o “ a eso entre seis o siete”.

Las reuniones formales si tienen hora precisa, pero es usual que si se fija a las 10:00. el primer asistente se aparezca a las 10:15 el siguiente 10:20 hasta estar “casi listos” para empezar a las 10:40 y usualmente se le da una “esperadita” al que falta que “quien sabe que le habrá pasado”. En estos casos, como muchos ya se conocen, no opera la relación retraso-poder sino la costumbre.

Lo cierto es que la impuntualidad es muy cara, no solo por el inmenso desperdicio de horas-persona improductivas que conlleva sino porque también contamina a otros aspectos del quehacer y terminar con retrasocualquier compromiso es lo usual.

Evidentemente todo esto se ha potenciado a consecuencia de la muy mala condición en que nos encontramos en Venezuela con limitaciones severas de todo tipo. Quizás la tolerancia y comprensión por estos tiempos sean necesarios.

Pero en cuanto salgamos de este mal sueño del chavismo aceptemos que tenemos algo muy extendido donde mejorar y seamos puntuales. No es tan difícil y nos ayudará mucho a construir el mejor País que todos queremos.

 

DC / Eugenio Montoro / montoroe@yahoo.es

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