Así son las comidas desbalanceadas que ofrecen en hospitales de Venezuela (Fotos)

Pablo Rojas tiene dos meses internado en el Hospital Vargas con un tumor en el cerebro. Su piel fina y sin nada de grasa expone los huesos de sus costillas y clavículas. La estadía se alarga por falta de cupo en los quirófanos y la comida que le dan no le alcanza para alimentarse lo suficiente.

A pesar de que requiere una dieta hiperprotéica e hipercalórica, recibe día tras día, desde que llegó, vegetales con arroz o pasta en el almuerzo. “Está falto de peso y no tengo recursos para traerle comida de afuera. Le han traído fororo sin azúcar y sin leche, avena sin azúcar. Y de almuerzo, casi siempre, berenjena”, cuenta su hermana.

La acompañante de Pablo está casi tan flaca como su hermano. El hospital solo “garantiza” las tres comidas del enfermo. “Yo era gorda. Había adelgazado un poco por la dieta de Maduro, pero aquí bajé un pocotón de kilos más. Yo como lo que me dan familiares de otros pacientes, pero a veces ellos no tienen para darme y paso hasta dos días sin comer”.

Todo el dinero que reciben de miembros de su familia o de préstamos que han pedido, se les va en comprar todos los insumos necesarios para el tratamiento de Pablo, “desde la jeringa para arriba”. Un par de guantes les cuesta 1.500 bolívares y a veces se usan hasta tres pares al día. La comida no entra en su presupuesto.

Los alimentos del Hospital Vargas, el J. M. de los Ríos y la Maternidad Concepción Palacios eran surtidos por la contratista Suministros Diversos C. A. Hace un año, la empresa dejó de proveerles comida por una deuda que el Ministerio de Salud mantenía de 70 millones de bolívares. Desde entonces, es el viceministerio de Hospitales el encargado de dotar los alimentos a través de Mercal. Los despachos, al parecer, no son completos ni suficientes.

Otro paciente del Vargas, hospitalizado desde hace dos meses con un aneurisma, tuvo que vender su lancha para poder la comida de él y su esposa. “Todo ha ido empeorando. Antes por lo menos te daban pollo desmechado, dos hilitos, pero había pollo. Ahora solo vegetales con arroz o pasta. A veces el desayuno o la cena lo traen en bolsas plásticas”, dice.

Oriundo de Ocumare de la Costa, estado Aragua, está esperando que por fin puedan operarlo. La falta de camas en terapia intensiva retrasa las intervenciones quirúrgicas de los pacientes de neurocirugía.

“Estamos endeudados hasta las metras. Mi lancha era con lo que trabajaba y la vendí. Lo último que me queda por vender es un jeep viejo. Mi hermano vendió una parcela que tenía para poder pagar 2.600.000 bolívares por el alquiler de un craneotomo que aquí está dañado”, explica el hombre.

En el Hospital de Niños J. M. de los Ríos, la situación es idéntica. Los niños se alimentan bien, si sus padres pueden costear los gastos y conseguir los alimentos fuera del centro de salud. “Les traen bollitos sin mantequilla en una bolsa plástica, o arepitas chiquiticas sin nada de relleno con un trozo de lechosa”, denunció Carlos Falcón, padre de una niña trasplantada renal.

Una auxiliar de Nutrición dijo a El Estímulo que la dieta incompleta respondía a fallas de la empresa que los abastece: Mercal.

“Al día de hoy, los niños y niñas que se encuentran hospitalizados en este centro de salud no reciben la alimentación adecuada en calidad y cantidad necesaria de acuerdo con su condición de salud. Persiste el incumplimiento en el suministro de fórmulas especiales para pacientes pediátricos con alimentación asistida por sondas enterales o paraenterales, así como de fórmulas lácteas y suplementos nutricionales mínimos de acuerdo a los protocolos de atención para niños sanos”, denuncia un comunicado elaborado por Prepara Familia, firmado por otras 63 organizaciones de pacientes y difundido el 25 de abril.

Y en El Algodonal, aunque el Hospital José Ignacio Baldó, tiene mejor servicio de alimentación, las comidas no responden a las necesidades de los pacientes según la patología que presentan, sino que son las mismas para todos, informa Marietta Rea, miembro de la Sociedad Médica.

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Sin plan de alimentación ni prevención de consecuencias

Considerar que no son iguales todos los pacientes que están en las camas de un hospital es crucial al momento de construir un plan de alimentación adecuado, advierte Susana Raffalli, nutricionista especializada en gestión de la seguridad alimentaria, en emergencias humanitarias y riesgo de desastres.

“Hay que tener diversidad que permita regímenes dietoterapéuticos diferentes para cada enfermedad. No se puede prescindir de ninguno de los tres tipos de alimentos que necesitamos que son carbohidratos, proteínas y lípidos. Al no tener proteínas la dieta se desbalancea”, explica la experta.

Las proteínas que aportan las carnes, dice, son más y mejor absorbidas por el cuerpo: “Es como si te montas en un taxi y alguien más se monta en un autobús para ir al mismo lugar. El que va en taxi llega antes y más cómodo. Bueno, la carne es el taxi y otras formas proteínas, como las caraotas, son el autobús”.

Raffalli advirtió que una mala alimentación cuando se está hospitalizado puede llevar a malnutrición, pues las enfermedades en sí mismas generan gasto nutricional, por lo que los pacientes tienen mayores necesidades de alimentación.

“Si no hay una dieta que atienda esos gastos, puede generarse desnutrición intrahospitalaria, en términos de pérdida de peso general y de falta de nutrientes específicos. Eso genera círculo vicioso porque aumentas la estadía del paciente, el paciente se recupera más lento y está expuesto a otras enfermedades”.

Para una persona en estado de vulnerabilidad y minusvalía por una afección, la comida, además de medio de alimentación, se convierte en una parte importante del apoyo psicoafectivo necesario para la recuperación, dice Raffalli.

La crisis de escasez de comida, la falta de insumos y medicamentos, y el estado de deterioro -cada vez mayor- de los hospitales venezolanos, obligan a los enfermos a aguantar largos períodos de hospitalización en las peores condiciones posibles para ellos y sus familiares.

DC | El Estímulo

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