Una política positiva, por Alfonso Hernández Ortíz (@AlfonsoZulia)

La descalificación, las acusaciones, la confrontación, el ataque soez y el verbo encendido ha caracterizado la forma de hacer política en Venezuela, la batalla comunicacional negativa ha sido lo propio entre las dos tendencias que se han disputado el poder durante los últimos 18 años, la violencia ha traído más violencia, la política se ha convertido en mensajes de odio y de resentimientos encontrados que superan los niveles de entendimiento y racionalidad social. El cuestionamiento sería ¿puede hacerse política de manera diferente? la respuesta es sí, es necesario hacer política positiva.

Si bien es cierto, para poder hacer política positiva, los políticos deben ser positivos, es decir deberían de cambiar o modificar su forma de comunicar así como también sus expectativas prospectivas hacia el país, ya que los líderes políticos son la referencia directa de los ciudadanos, están modelando constantemente y sus mensajes pueden generar mayores niveles de frustración o posibilidades de cambio y esperanza, para poder construir un mejor futuro, en el entendido que los ciudadanos padecen las carencias producto de las erradas decisiones del gobierno, requieren en tal sentido que quienes se oponen, muestren el camino y presenten soluciones, alternativas y propuestas, más que centrarse en la descalificación y la crítica, resaltando lo mal que estamos.

Si lo políticos entendieran que la política, más que el ataque verbal, es una actividad intrínsecamente relacionada con la toma de decisiones, decisiones que se distinguen de las tomadas en otros ámbitos por tener un carácter vinculante para los individuos que integran una sociedad determinada, se enfocarían más en buscar soluciones que en descalificar a su oponente, ya que la política al ser una actividad decisional, incorpora los elementos fundamentales del proceso de toma de decisiones, para predecir tanto comportamientos como los resultados de estos comportamientos en términos de políticas públicas, dentro del ámbito del gobierno, basado en racionalidades y preferencias que influyen en la ciudadanía.

Por lo tanto, puede afirmarse que los ciudadanos aspiran de sus políticos que gobiernen, que resuelvan los problemas propios de su gestión, que tomen decisiones racionales en beneficio del colectivo, más que presentarse en un ring de boxeo, compitiendo sobre quien golpea primero o descalifica más a su oponente, propio de la dicotomía amigo – enemigo que ha caracterizado la política venezolana. Los ciudadanos piden cambios, no solo de políticas, también de modos de hacer política y si los políticos no lo entienden y lo asumen, entonces ellos también serán cambiados, ya que el grado de hostilidad de los políticos, consigo mismo, entre ellos y con los ciudadanos ya es insoportable.

Los políticos parlanchines, con perfiles populistas y con discursos encendidos de rencor, solo alimentan la aversión de los extremos radicales; los líderes que sepan ubicarse en el centro político y social y puedan huir del odio, para defender los valores que han caído en el olvido, tendrán mayor conexión con la gente, ya que los ciudadanos están hastiados de tanta pelea, del mal gobierno y de las erradas acciones de la oposición.

La transición política que tarde o temprano se producirá en el país, requerirá de acuerdos, de pactos propios de la alta política, por lo tanto demandará de políticos más calmados y menos belicosos, la gente no quiere conflictos, la gente quiere soluciones, respuestas, para salir adelante y mejorar su calidad de vida. En Venezuela no solo se van a necesitar pactos para investir a un Presidente o conformar un Consejo de Ministros, se requerirán coaliciones para apoyar un programa de gobierno, con decisiones que nos permitan salir del atolladero donde hoy nos encontramos sumergidos.

Contrario a los políticos que apuestan por una salida radical o quienes aspiran una invasión extranjera u otra asonada militar, el país requiere de líderes positivos, estadistas optimistas con visión de futuro, líderes que sigan el ejemplo de Mandela con su mensaje de reconciliación y unidad como única vía para reconstruir a Sudáfrica; “la reconciliación no significa olvidar o reprimir el dolor por el pasado”, convencido que una nación no puede fundarse en la venganza, sino en la humanidad común, en la tolerancia; Venezuela demanda una política positiva.

 

DC / Alfonso Hernández Ortiz / Consultor Organizacional / ahoconsultoria@gmail.com/ @AlfonsoZulia

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