La bóveda del miedo en nuestra Venezuela, por Gervis Medina (@gervisdmedina) 

En conversaciones amenas con los Politólogos Alfonso Hernández y Jesús Castillo, sobre la situación país, y una reflexión de la periodista Mayerling Rizo, trayendo a colación lo que escribiera Giovanni Sartori sobre los sistemas políticos; llego a la plantear que hay una «verticalidad» que puede tomarse, por contraste, de la imagen de «estar en pie», es decir, plantear al problema del mando y la obediencia, el de gobernar sobre los gobernados; en ese contexto de verticalidad el elemento coacción se evidencia como forma de mando, de cómo están en pie los sistemas políticos.

Por coacción debe entenderse no solo el crudo ejercicio de la fuerza, sino también «la posibilidad de sanción», tanto más eficaz cuando más se traduce en una disuasión, y en esto los partidistas al Gobierno son maestros. Existe en nuestro país un sistema político, que no solo no logra obtener consenso, sino que ni siquiera es aceptado soto voce, por la gran masa de sus seguidores, pero sin embargo “Es Obedecido” la pregunta ¿Por qué es obedecido?

Creo que es obedecido y se sostiene en función de lo que podría llamarse fenómeno de la bóveda del miedo o espiral del miedo, que según los sicólogos y sociólogos, explican de este modo: «En una bóveda todas las piedras tienden a caer, (como el Partido de Gobierno). Pero precisamente por eso la bóveda no se cae, todas las piedras se sostienen utilizando la tendencia del material de construcción a precipitarse, es como se levanta la construcción». De otro modo, la bóveda es un equilibrio producido mecánicamente.

¿Por qué? no cae el Partido de Gobierno, repudiado en su régimen imperante por los propios partidistas. La respuesta más fácil es que se mantiene unido por medios coercitivos. En verdad el sistema se sostiene en pie, y  no cae «por la bóveda del miedo». Verticalmente hablando el sistema se apoya sobre una cadena fuertemente jerarquizada de Ministros, Administradores, Supervisores, y por supuesto militares en función pública, cada uno de los cuales son responsables a su nivel de las desviaciones de sus subordinados y así sigue la cadena desde el comienzo hasta el final, en resumen corrupción e impunidad, para crear el caos.

Ahora bien, excluida la élite Estado-Partido, ni siquiera el grueso de los componentes de esa cadena jerarquizada se siente solidario con el sistema, porque también tiene hambre, hace colas,  le faltan bienes y servicios los cuales son postergados sus carencias a través de programas sociales y no tienen justicia. Y funciona de la siguiente manera; cada uno le cede la iniciativa al otro esperando que sea el otro quien interrumpa la continuidad del mecanismo, por su cuenta no hace nada, o mejor hace lo que debe hacer; se siente vigilado desde arriba y obligado y vigilan a los que están debajo de él.

Así la bóveda se mantiene en pie. Es un sistema opresivo dentro del propio Partido y Gobierno, «un temor vertical» donde ningún miembro del grupo se ocupará de salvar el sistema, más bien y decididamente tratará de salvarse a sí mismo, y precisamente por eso el Gobierno se sostiene, porque esa preocupación hace que sus seguidores se teman y vigilen unos a otros dejando el poder en manos espurias.

Desde el momento que cada uno desconfía del otro, todos los núcleos tienden a encerrarse en sí mismo. Dura entonces el partido en el desgobierno del Estado por la misma razón de que tiene una bóveda en virtud del equilibrio del material que en nuestro caso son bóvedas del miedo con que amalgamaron al pueblo. En cuanto a los opositores, no cuentan, no existen, solo hacen cola ante la boletería donde venden su dignidad y hombría al mejor postor. La Iglesia en ocasiones hace lo propio, no importa de dónde venga el pan, lo importante es el circo. Tendremos entonces, Estado y Partido antidemocrático para rato, salvo que nos volvamos valientes de pronto y como Alejandro de Macedonia, de un golpe, acabemos con el nudo gordiano, todos juntos unidos en un programa de Recuperación Nacional.

Entonces termino diciendo, “Miedo, miedo, miedo…”  son las palabras que durante los últimos meses escucho con más frecuencia en la calle, en el trabajo, cuando estoy con mis amigos e incluso con la familia. El miedo ha sido utilizado como mecanismo de control y dominación social durante mucho tiempo. Hemos vivido tantos siglos en la cultura del miedo y con un sistema de control absolutamente férreo en los países, que ahora  cuesta mucho romper con ello. En algunas ocasiones, ni siquiera existe la intención de acabar con este modelo obsoleto.

El miedo bloquea, paraliza, anula la creatividad, impide el crecimiento de un país y el desarrollo profesional. El miedo genera inseguridad, percibimos el entorno más agresivo y  provoca que entremos en una dinámica peligrosa llamado el espiral del miedo. Los temores van generando otros nuevos y empiezan a crecer de manera indefinida, alejándonos de un estado donde podemos hacer algo constructivo y enfrentarnos a nuestros propios miedos, para poder romper esta espiral.

Miedo a perder el trabajo, miedo a una reducción de los programas populistas del Gobierno, miedo a no cobrar la próxima pensión nómina, miedo al futuro incierto de nuestra nación, miedo al fracaso, miedo a la bajada de salario, miedo a un cambio de Gobierno en fin metidos en el espiral del miedo y encerrándonos en la bóveda del miedo. «El miedo representa siempre las cosas bajo su peor aspecto.»  Tito Livio.

 

DC / Gervis Medina / Abogado / @gervisdmedina

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