Excusas que nos decimos para no hacer ejercicio y la manera de combatirlas

Colombia es uno de los países donde menos actividad física se realiza en el mundo. O por lo menos, eso dicen las cifras. Una observación hecha por la Organización Mundial de la Salud en septiembre de 2015 ubicó a Colombia en el primer lugar, entre 10 países, al revelar que más del 60 por ciento de los adultos son físicamente inactivos por encima de Japón, Estados Unidos, China, Alemania o Rusia. Las razones van desde la inseguridad hasta las normas culturales.

Lo cierto es que la necesidad de moverse es cada día mayor, si tenemos en cuenta que la inactividad es el cuarto factor de riesgo de mortalidad en el planeta, debido a que quien camina menos de 5 mil pasos diarios tiene el doble de riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, obesidad, cáncer de colon, próstata, seno e, incluso, trastornos emocionales como ansiedad, ataques de pánico o depresión. Y así como quedarse quieto es fatídico para la salud física y emocional, moverse por unos minutos a la semana tiene resultados tan positivos y contundentes, que vale la pena revisar esos obstáculos que nos impiden mantener el equilibrio en nuestras vidas.

El instructor holístico argentino Federico Paz Miguens, quien enseña en varios países de Latinoamérica cómo vivir sanamente, tiene una ideología contundente acerca de la actividad: “Moverse es vida. Antes de morir nos quedamos quietos. Por eso, estar activos es estar en contra de la muerte”.

En una era de multitasking, de sobrecarga de información y una vida acelerada tener tiempo para ejercitarse significa liberar tensiones, escuchar al cuerpo y vivir con energía. Las excusas para el sedentarismo pueden ser muchas, pero la manera para combatirlas, también.

1. No tengo tiempo. No se necesitan largas jornadas para empezar a estar activos y ganar vitalidad. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, entre los 5 y 17 años se necesitan 60 minutos diarios para ser saludables. De 18 años en adelante es necesario realizar 150 minutos semanales. ¡Menos de dos horas de actividad física aeróbica moderada o 75 minutos de actividad vigorosa! Y no tienen que ser jornadas en un gimnasio, sino basta incluir caminatas, desplazamientos o paseos. “La actividad física es un factor determinante en el consumo de energía, por lo que es fundamental para conseguir el equilibrio energético y el control saludable del peso”, señala un documento publicado por la OMS en el 2010. El deportólogo Harold Arévalo recomienda que “una persona sedentaria necesita mínimo 150 a 200 minutos a la semana para transformar sus hábitos y puede fraccionarlos en los siete días de la semana, empezando de forma leve a moderada. Es recomendable combinar trabajo aeróbico con movimientos osteomusculares (añadir peso).

2. No tengo plata. Para moverse solo hace falta desearlo. A nuestro alrededor tenemos innumerables alternativas gratuitas para impulsar la actividad física. Basta con salir a la calle o buscar un parque cercano, emplear los recursos urbanos o aprovechar los espacios naturales afuera de la ciudad. Así lo explica Daniela Mor, entrenadora y coach de atletismo: “Al aire libre no tienes excusa, no necesitas gimnasio, no necesitas equipo. Lo puedes hacer en cualquier lugar. Además, es una forma de relacionarse diferente con la ciudad, porque muchas veces se está en un trato ‘agresivo-pasivo’ con los trancones y tantos afanes; pero practicando ejercicio al aire libre se encuentra otra forma de ver los espacios y aprovecharlos. Incluso permite un equilibrio físico y mental, porque ayuda a cambiar de ambiente, a desestresarse y estar un poco consigo mismo”.

3. ¡Qué pereza hacer ejercicio! Definitivamente, ser más activos empieza por la mente. Es el principal recurso que se debe fortalecer para aventurarse a usar la ciudad como gimnasio y levantarse de la silla. Chella Guzmán es entrenadora de triatlón y profesional en rendimiento deportivo, que lleva 37 años practicando deporte, y confiesa que hasta los profesionales sienten pereza de vez en cuando de salir a entrenarse, cuando el día está frío o el sol es inclemente. “Pero la clave está en trazarse una meta y comprender que las circunstancias no nos pueden desviar de ese objetivo. Correr o montar bicicleta bajo la lluvia no es fácil, pero pienso positivamente, me abrigo y me digo que mi mente no me domina con ideas negativas. La pereza no es mi amiga y mis objetivos no los puedo conseguir desde la comodidad. Estar incómoda me hace fuerte mental y físicamente”. Chella tiene 52 años y se está preparando para la próxima competencia de Ironman (prueba de triatlón que exige recorrer a nado más de 4 kilómetros, 180 sobre una bicicleta y 42 a pie).

4. Los dolores crónicos no me permiten ejercitarme. A Daniela Mor, su padre cardiólogo le reveló una verdad que cambió su vida: “La mitad de los pacientes que atiendo en mi consultorio podrían no haberse enfermado, de haber hecho ejercicio y mantener un estilo de vida saludable”, le dijo. Eso la motivó a dedicar su vida al entrenamiento físico y a la prevención primaria para evitar enfermedades como las cardiovasculares, principal causa de mortalidad en el mundo. “Muchos esperan a moverse cuando aparece desde un dolor de espalda hasta un cáncer y el ejercicio pudo ayudar a prevenir esos padecimientos”, explica. El deportólogo Harold Arévalo recomienda hacerse un chequeo médico para tener controladas las molestias y recibir asesoría del tipo de ejercicios que pueden realizarse, pero lo importante es que la actividad física bien realizada disminuye el riesgo de que con la edad aparezcan dolores crónicos, pues el sedentarismo contractura los huesos y los músculos, cambia el volumen y tonicidad muscular, además de afectar la coordinación motora, la disminución en la velocidad e inseguridad de la marcha.

5. No tengo necesidad porque soy joven, flaco y delgado. Ser delgado no es un aval para el sedentarismo, así como la edad tampoco es una excusa, pues incluso en la infancia es cuando más se requiere actividad para favorecer el desarrollo del sistema osteomuscular, la fuerza y la potencia. Contrario a esto, el mundo vive actualmente una epidemia de obesidad que empieza en la infancia por el aumento de hábitos nocivos, como el mayor gasto de horas frente a diferentes pantallas, así como el consumo de alimentos hipercalóricos, lo que aumenta la incidencia de diabetes infantil y juvenil. Hacer ejercicio disminuye el riesgo de dolores crónicos y enfermedades. Una clave es encontrar una actividad o deporte que estimule y genere adherencia para establecerlo como un hábito de vida.

Agencias

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