Crónica de un pueblo desesperanzado, por Ana María Osorio (@osorioanamaria)

Un solo país visto desde diferentes perspectivas, las de un pueblo que vive desde sus recintos la realidad devastadora de un país que agoniza entre el hambre, la inseguridad, la escasez, y la putrefacta corrupción; la de un gobierno encerrado en burbujas de falacias y una oposición ilusa y minusválida. La historia de vida de quienes a diario se estremecen para sobrevivir en un entorno que consume, una inflación que asfixia y bajo la tutela de un presidente que adolece de criterio para re-organizar al país hacia la producción y máximo provecho de sus riquezas, que en cambio hunde como a sí mismo al paísen un modelo político e ideológico fracasado.

Inicia cada día la historia de Carmen, María, Julia y Pedro, quienes desde sus recintos reciben el amanecer. Son las 5:15 a.m. y se hizo tarde para Carmen, quien debe recoger agua de las pipas para bañarse y asear a sus hijos, porque son más de 15 días que no llega el vital líquido. Va a su alacena y toma un poco de harina para hacer arepas, y solo alcanza a hacer 3, una para cada hijo, abre la nevera toma un queso palidecido para acompañarlas y se tropieza con un pan que será su desayuno. Alimenta a sus hijos, los viste a la par de a sí misma y va juntos a ellos caminando nueve cuadras hacia la parada de autobús, en el camino se encuentra a Pedro, quien está vendiendo huevos y le ofrece el par a Bs. 100 (porque sus ventas son mínimas dado al incremento del transporte, los pagos que debe hacer para la protección de sus gallinas y el alimento); y ella lo piensa, pero luego revisa sus bolsillos y se da cuenta que si compra los huevos no podría pagar su pasaje de retorno del trabajo a casa.

Sigue su camino junto a sus hijos y se aproximan a pocos metros de la parada y corren para que el autobús no les deje, este se detiene,y en su interior el espacio sin oxígeno entre tanta gente. Pasan 45 minutos y llegó el lugar de bajarse entre empujones para caminar a la escuela, que aún faltan 4 cuadras para llegar. Dejando a sus hijos en la escuela, una maestra le aborda recordándole una colaboración de Bs.300 por cada niño para cubrir los gastos de mantenimiento y agua del plantel. Se retira con la promesa de pagar los Bs.900 que solicitan. Y sigue su camino al trabajo, a casa de la Sra. Julia, donde ayuda en las labores del hogar, para lo que debe caminar 2 cuadras y tomar otro autobús. Al llegar la Sra. Julia cansada de carretear baldes de agua, pues entre los vecinos compraron un camión cisterna y debía llenar todo tobo posible. Así transcurre la mañana, y llega la vecina, María, pidiendo la cocina eléctrica prestada para cocinar porque como otro día normal no tiene gas. Inician a cocinar entre los alimentos que logran conseguir, las migajas que han podido comprar con el dinero inerte de su jubilación y mísero de la pensión.

Pasa la mañana y la tarde se hace más sombría para Carmen, quien solo piensa que alcanza a comprar con el pago de su día de trabajo, para darle de comer a sus hijos. Vuelve a la rutina de autobuses y largas caminatas para el retorno a casa, entre las historias de centenares de personas que viven como ella una triste realidad. Al llegar su esposo le dice que alcanzó a darle de comer pasta a sus hijos y que le guardó un poco. Va hasta la nevera y se da cuenta que ha dejado de enfriar, y al preguntarle a los hijos que ha sucedido le dicen que la electricidad presentó fallas y apagó el televisor, que además no enciende, y que quizás eso dañó la nevera. Sin manera de arreglarlo por sus propios medios, se sienta a comer y piensa: ¿qué puedo hacer para que el dinero que gane me alcance para al menos vivir, qué debo hacer señor?. Recuerda Carmen como en el 2005 pudo comprar su nevera solo con el salario de su esposo y el de ella, que entre ambos alcanzaban a cubrir sus necesidades y ahorrar.

Como la historia de Carmen, María, Julia, Pedro, entre otros, hay miles, pero la verdad es que el pueblo se encuentra solo, sin esperanzas, sin oportunidades, cercado por la necesidad, no hay nada, ni siquiera la ilusión de que la crisis acabe, pues ni el gobierno ni la oposición asoman la mínima posibilidad de generar una salida a la agobiante crisis que nos acarrala y hace padecer entre la posibilidad de comprar un huevo o pagar un pasaje de 100 bolívares. Una inflación que pulveriza el dinero, una escasez que genera más miseria y abandono; y un gobierno que debate entre el Tribunal Supremo de Justicia y a lo interno su presupuesto, mientras el pueblo soporta las penurias de un bolsillo roto, una economía que empobrece y la decepción ante un gobierno que prometió mejor calidad de vida para no ser excluidos nunca más y una oposición que ofreció cambios y la salida a la crisis.

Este es el relato de un país rico de origen y que ha sido desmembrado, descuartizado por políticas erradas, ambiciones personalistas y que han encaminado al pueblo a la pobreza, sin posibilidad alguna de surgir, sin oportunidades, o es que estas formas de gobierno nos necesitan más pobres para sostenerse y permanecer en el tiempo, para que vivamos de sus miserias, de sus desperdicios. La dignidad del venezolano no se pone a prueba y con ella no se juega, y es por ello, que a diario personas como Carmen con inagotable fuerza sale en busca de trabajo y sustento. El pueblo un día los llevó al poder, pero un día no muy lejos se los arrebatará, por sus engaños y por el dolor infinito de robarles el tiempo, las esperanzas y la oportunidad de vivir mejor.

 

DC / Lcda. Ana María Osorio / Periodista / Análisis del discurso / Marketing político / Locutora / osoriooanamaria@gmail.com / @marketingpolitico.amo / @osorioanamaria

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